Designó el Señor a otros setenta y dos
Jueves 1 de octubre
¡Paz y Bien!
Evangelio
Lucas 10, 1-12
En aquel tiempo, designó el Señor a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: "La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’.
Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: ‘Hasta el polvo de esta ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca’. Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad".
Palabra del Señor
Reflexión
Cuando levantamos los ojos y vemos un mundo consumido por el egoísmo, un mundo que se destruye a sí mismo con guerras, injusticia y vicios; cuando vemos que aún el mensaje del Evangelio no penetra nuestros corazones ni las estructuras del mundo, podemos comprender que efectivamente la mies es mucha y los obreros pocos. Y no es que el Señor haya desatendido la oración de la Iglesia, sino más bien, que pocos son los que han respondido a la invitación. No pensemos solamente en las vocaciones religiosas (sacerdotes y religiosas), pensemos en que cada uno de nosotros por el bautismo, nos hemos convertido en discípulos del Señor, en hombres y mujeres comprometidos a testificar nuestra fe.
Si cada uno de los bautizados tomara en serio su papel, en la Iglesia se multiplicarían las manos y el trabajo sería mucho más fácil. Se podría llegar hasta donde el Evangelio no ha llegado. Jesús nos llama a cada uno de nosotros, seamos casados, solteros o religiosos consagrados, a participar activamente en la evangelización. Tomemos con celo este llamado y, desde nuestra vocación particular, hagamos cuanto esté de nuestra parte para que el Evangelio impregne todas las estructuras de nuestra sociedad, para que Cristo sea verdaderamente el Señor de todos los corazones.
¡Feliz Jueves!
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