En pandemia, con 82 años, dos divorcios y dos infartos, dice «puedo esperar algo más a bautizarme»
La señora BJ Perry se bautizó a los 82 años - siempre tuvo curiosidad por las cosas religiosas pero hasta cumplir 80 nunca dio el paso de explorar la fe
Con la pandemia de coronavirus causando muertes sobre todo entre las personas de edad más avanzada, tenía sentido lo que propusieron a la señora B.J.Perry de Portland (EEUU), de 82 años y salud frágil: bautizarse en una ceremonia privad ay pequeña, sin esperar a que las normas de confinamiento permitieran reunir a su grupo de catequesis y compañeros confirmandos.
Tendría que haberse hecho en la Vigilia Pascual, pero por el coronavirus se aplazó sin fecha. Después la organización propuso hacer la ceremonia del grupo en septiembre en la catedral de la Inmaculada Concepción en Northwest Portland. A la señora Perry se le dio la oportunidad de hacerla antes, en privado, pero dijo que no.
"Ella respondió que había esperado 82 años para bautizarse y que podía esperar un poco más para hacerlo con su comunidad", explica entre risas al Catholic Sentinel Paulette Peynet, responsable de la catequesis de adultos de la catedral. La apuesta salió bien y el 19 de septiembre su grupo de adultos recibió los sacramentos: 3 bautizos, 6 conversos que ya eran cristianos y fueron recibidos en la Iglesia y 5 adultos que recibieron la confirmación.
La señora Perry estaba dispuesta a arriesgarse, convencida, decía, de que "El de Arriba tiene algo que quiere que yo haga". Con su andador y su perrito maltés que lleva en una cesta, la señora Perry no tenía prisas.
La catedral católica de la Inmaculada en Portland
Superviviente a lo que haga falta
La señora Perry se considera una superviviente a varias cosas: ha tenido dos derrames cerebrales, dos ataques de corazón y dos matrimonios con sus dos divorcios.
"Y una vez me golpeó de cabeza un camión de cerveza en 2013, era un semi que salió de la nada y arrancó el techo de mi coche", detalla ella.
De niña, no recibió ninguna formación religiosa. Sus padres eran trabajadores agrarios semi-nómadas, que iban por las granjas del valle de San Joaquín, en California.
Siempre le causaron curiosidad las cosas religiosas pero la vida, el trabajo, las ocupaciones le distraían de investigar estos temas. Murieron sus padres, murieron sus parientes, se casó y divorció dos veces... quedó bastante sola.
Se recuperaba de un derrame, habían dejado una nota para ella
Ya jubilada de su trabajo en una escuela pública, comiendo en el comedor de su hogar para jubilados, sufrió un derrame cerebral. Perdió el sentido y cuando despertó estaba en un hospital. Un señor desconocido llamado Michael Ferguson la había recogido y la había llevado allí. Había dejado una nota por si ella quería contactar con él.
La señora Perry quiso conocer a su rescatador él pudo visitarla. Ella vio que tenía una cruz al cuello y que alguna vez hacía la señal de la cruz con los dedos. Le preguntó qué era eso, qué significaba. Así empezaron a hablar de cosas de fe.
Cuando dieron el alta a la anciana, Ferguson la invitó a misa con él. Y le gustó la misa ("es muy hermosa", dice), la música, la gente. "Sé que Dios me quiere en la Iglesia", afirmó.
Se apuntó a la catequesis de adultos para prepararse al bautismo. Al principio pensaba que la Iglesia no podía acogerla por estar divorciada, pero evidentemente sus matrimonios no eran religiosos y, además, el bautismo borra todos los pecados pasados.
Como dice el refrán español, nunca es tarde si la dicha es buena. Tampoco a los 82 años.
Fuente: Religión en Libertad
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