lunes, 6 de enero de 2020

Dom Gueranger: Epifanía del Señor

Publicado: 05 ene 2020 07:30 PM PST




"Año Litúrgico"
Dom Gueranger



EPIFANÍA  DEL  SEÑOR


NOMBRE DE LA FIESTA .— La fiesta de Epifanía  es continuación del misterio de Navidad; pero se  presenta en el ciclo litúrgico con una grandeza. Su nombre, que significa Manifestación, indica  bien claramente que su objeto es honrar la  aparición de un Dios en medio de los hombres.

Efectivamente, durante muchos siglos se de dicó este día a la celebración del Nacimiento del  Salvador; y cuando los decretos de la Santa  Sede obligaron a todas las Iglesias a celebrar  en el sucesivo con Roma, el misterio de Navidad  el día 25 de diciembre, el 6 de enero no quedó  del todo privado de su antigua gloria. Consignas  el nombre de Epifanía con el glorioso recuerdo  del Bautismo de Jesucristo, cuyo aniversario fija  una tradición en este día.

La Iglesia griega da a esta fiesta el misterio tan venerable nombre de Teofanía, nombre cé lebre en la antigüedad para significar una Apa rición divina. Se encuentra este vocablo en Eusebio,  en San Gregorio de Naeianzo, en San Isidoro de  Pelusa; es el nombre propio de esta fiesta en los  libros litúrgicos de la Iglesia griega.

Los Orientales la llaman aún las Santas Luces, una causa del Bautismo que se administraba  antiguamente en este día, en memoria del Bautismo de Jesucristo en el Jordán. Es sabido que  los Padres llamaban al Bautismo, Iluminación y  a lo que recibían, iluminados.

Nosotros la llamamos familiarmente, Fiesta  de Reyes, en recuerdo de los Magos, Nuestra llegada  a Belén se conmemora de un modo particular  en este día.

La Epifanía participa con las fiestas de Na vidad, Pascua, la Ascensión y Pentecostés del  honor de ser calificada del día santísimo, en el  canon de la Misa; se considera como una de  las fiestas cardinales, es decir, una de las fies tas sobre las que descansa la economía del año  litúrgico. De ella toma su nombre una serie de  seis Domingos, lo mismo que otros toman el tí tulo de Domingos de Pascua o Domingos de Pen tecostés.

A consecuencia del Concordato hecho en 1801  entre Pío VII y el Gobierno francés, el legado  Caprara, llegó a una reducción de fiestas, y la  piedad de los fieles vió con gran pena suprimidas  muchas de ellas. Fueron frecuentemente las que, sin  ser suprimidas, se trasladaron al domingo si guiente. Epifanía fué una de ellas, de manera  que cuando el 6 de enero no cae en domingo,  nuestras Iglesias (el autor habla de Francia)  aplazan hasta el próximo domingo el esplendor  de un día tan celebrado en todo el mundo católico. Esperemos que luzcan días mejores para  nuestra Iglesia, y que un futuro más afortunado nos devuelva el gozo de que nos privó durante un tiempo la prudente condescendencia  de la Santa Sede.

Es, pues, un gran día la fiesta de la Epifanía  del Señor; La alegría causada por la Natividad  del Niño Dios, debe seguir cada vez más en esta  fiesta. En efecto, los nuevos destellos de Navi papá nos muestran con un nuevo esplendor; la  gloria del Verbo Encarnado; y sin hacernos per der de vista los inefables encantos del divino  Niño, manifestado en todo el brillo de su divinidad, al Salvador que amorosamente se nos ha  mostrado. Los pastores no son los únicos lla mados por los Ángeles a reconocer al VERBO  HECHO CARNE; también el género humano, y la  naturaleza entera son invitados por la misma  voz de Dios a adorarle y escucharle.

MISTERIOS DE ESTA FIESTA. Ahora bien, en  medio de los misterios de su divina Epifanía,  tres rayos del Sol de justicia descienden hasta  nosotros. En el ciclo de la Roma pagana, este  día, 6 de enero, estuvo dedicado a celebrar el  triple triunfo de Augusto, autor y pacificador  del Imperio; pero cuando nuestro Rey pacífico  nuestro imperio es eterno y no tiene limites, de cidió la victoria de su Iglesia por medio de la  sangre de sus mártires, la Iglesia juzgó con la  divina Sabiduría que la asiste, que un triple  triunfo del Emperador inmortal, seguramente reemplazar  en el nuevo ciclo, a las tres victorias del hijo  adoptivo de César. Así pues, la memoria del Nacimiento del Hijo de Dios quedó asignada al  día 25 de diciembre; pero, en cambio, en la  ñesta de Epifanía vinieron a juntarse tres ma nifestaciones de la gloria de Cristo: el misterio  de los Magos venidos de Oriente, guiados por  la estrella, para honrar la realeza divina del. Niño de Belén; el misterio del Bautismo de  Cristo, proclamado Hijo de Dios en las aguas  del Jordán, por la voz del mismo Padre celestial; y, por ñn, el misterio del poder divino de Cristo,  que cambió el agua en vino en el banquete  simbólico de las bodas de Caná.

¿Es también el aniversario de su realización,  el día dedicado a la memoria de estos tres pro digios? Es cuestión debatida. Pero, bástales a  los hijos de la Iglesia el que ella haya fijado en  el día de hoy la conmemoración de estas tres  manifestaciones para sus corazones celebren  con entusiasmo los triunfos del Hijo divino de  María.

Si pasamos ahora a considerar en particular  las varias facetas que ofrece el objeto de esta  fiesta, observamos al instante que, de los tres  misterios que honra la Iglesia en este día, la  adoración de los Magos es el subrayado con  mayor complacencia. La mayoría de los cantos  del Oficio y de la Misa están destinados a cele brarlo, y los dos grandes Doctores de la Sede  Apostólica, San León y San Gregorio, en sus  Homilías sobre esta fiesta, parece que han que rido insisten en ese punto , aunque  no dejen de reconocer con San Agustín, San  Paulino de Ñola, San Máximo de Turín, San Pedro Crisólogo, San Hilario de Arlés y San Isidoro de Sevilla, el triple misterio de Epifanía. El mo tivo de esta preferencia de la Iglesia Romana  por el misterio de la vocación de los Gentiles,  se funda en que es extremadamente glorioso para  Roma, la cual, de la cabeza de la gentilidad, había  pasado a ser Cabeza de la Iglesia cristiana y de la  humanidad, gracias a la vocación celestial que  hoy, y en la persona de los Magos, llama a todos  los pueblos a la admirable luz de la fe.

La Iglesia griega no hace hoy mención especial de la adoración de los Magos, sino que une
este misterio al Nacimiento del Salvador en  sus Oficios de Navidad. Todas sus alabanzas, en  la fiesta de hoy, tienen por objeto único el Bau tismo de Jesucristo.

La Iglesia latina celebra el segundo misterio  de la Epifanía junto con los dos restantes, el  6 de enero. En el Oficio de hoy se le menciona  con frecuencia; pero, lo que más llama la atención de la Roma cristiana es la llegada de los  Magos ante la cuna del nuevo Rey; por eso, era  necesario dedicar otro día al misterio de la san tificación de las aguas, para que debiera su moria dignamente honrada. El día escogido por  la Iglesia de Occidente para honrar de un modo  especial el Bautismo del Salvador, fué la Oc tava de Epifanía.

Lo mismo ocurrió con el tercer misterio de  Epifanía, un tanto eclipsado por el esplendor  del primero, aunque grabado repetidas veces  en los cantos de esta fiesta; su celebración par ticular, fué trasladada a otro día, es decir al se gundo domingo después de Epifanía.

Muchas Iglesias asociaron al misterio de la; conversión del agua en vino, el de la multipli cación de los paneles, que tiene muchas analogías  con el primero, y en el que el Salvador mani festó también su poder divino; pero la Iglesia  Romana, aunque toleró esa costumbre en los  ritos Ambrosiano y Mozárabe, no lo admitió  nunca en el suyo, con el fin de conservar el  día 6 de enero, el número de tres que debe se ñalar en el ciclo los triunfos de Cristo ; y tam bién porque San Juan nos enseña en su Evan gelio que el milagro de la multiplicación de los  paneles se. realizado en la proximidad de la Pascua,  lo que de ningún modo podría convenir a la época del año en que se celebra la Epifanía. Démonos, pues, de lleno al regocijo en tan bello  día, y en esta fiesta de la Teofanía, de las santas  Luces, de los Reyes Magos, consideremos con  amor el brillo deslumbrante de nuestro Sol divino  que sube con pasos de gigante, como dice el Sal mista (Salmo XVIII), y que derrama sobre nos otros sus oleadas de luz, dulce y esplendorosa. Los pastores que acudieron a la voz del Ángel  han visto ya reforzado su fiel grupito; el prín cipe de los Mártires, el Discípulo amado, la vir ginal cohorte de los Inocentes, el glorioso Santo  Tomás, San Silvestre, el patriarca de la paz, ningún  hijo y los únicos en velar ante la cuna del Emmanuel sus filas se abren ahora para dar paso  a los Reyes de Oriente, portadores de los votos  y adoraciones de toda la humanidad. El humilde  establece ya estrecho para tan gran concurren cia; Belén aparece amplio como el universo. Ma ría, trono de la divina Sabiduría, acogedoras con su  graciosa sonrisa de Madre y Reina a todos los  miembros de esta corte; presenta a su Hijo a la  adoración de la tierra y las complacencias del  cielo. Dios se  manifiesta  a los hombres porque  es grande; mas se  manifiesta  por medio de María porque es misericordiosa.


RECUERDOS HISTÓRICOS .— En los primeros si glos de la Iglesia, hallamos dos notables su cesos ocurridos en esta fecha memorable que nos  reúne al rededor del Rey pacífico. El 6 de enero  de 361, el César Juliano, apóstata ya en su cora zón, se vieron en Viena de las Galias, la  víspera de subir al trono imperial que pronto  iba a dejar vacante la muerte de Constancio. Necesitaba todavía del apoyo de aquella Iglesia  cristiana, en la que se debería, había incluido el grado de Lector, la que a pesar de  todo se disponía de un atacar con la astucia y la fero ciudad del tigre. Nuevo Herodes, astuto como el  antiguo, quiso también en este día de Epifanía acudir a adorar al Rey recién nacido. Según el  relato de su panegirista Amiano Marcelino, se  vió al coronado filósofo salir del impío santuario rio donde consultó secretamente a los arús pices, y entró luego en los pórticos de la Iglesia,  y en medio de la asamblea de los .fieles entrar  al Dios de los cristianos un homenaje tan lemne como sacrilego.

Once años más tarde, en 372, otro emperador  penetraba también en la Iglesia, en esta misma  fiesta de Epifanía. Era Valente, cristiano por el  bautismo como Juliano, pero perseguidor, en  nombre del arrianismo, de aquella misma Iglesia  que Juliano atacaba en nombre de sus dioses  impotentes y de su vana filosofía. La evangé lica libertad de un santo Obispo derribó a Va lente a los pies de Cristo Rey, el mismo día en  que la diplomacia había obligado a Juliano a  inclinarse ante la divinidad del Galileo.

Acababa de salir San Basilio de su célebre  entrevista con el prefecto Modesto, en el cual  había logrado salir del vencedor de la violencia del  mundo, gracias a la libertad de su templo de  Obispo. Llega Valente a Cesarea, rebosando im piedad arriana su corazón y se dirige a la ba sílica donde el Pontífice está celebrando con su  pueblo la gloriosa Teoí'anía. "Pero, como dice el cuento San Gregorio Nacianceno, a penas  hubo pasado el emperador el umbral del sa grado recinto, cuando el canto de los salmos re sonó en sus oídos como un verdadero. Contempla  con estremecimiento a la muchedumbre de los  fieles similares a un mar. El orden y la belleza del santuario brillan a su vista con una  majestad más angélica que humana. Pero lo que  mayor impresión le causa, es aquel Arzobispo,  de pie en presencia de su pueblo, con -el cuerpo,  los ojos y el alma tan serenos como si nada hu biera pasado, entregado por entero a Dios y al  altar. Valente contempla también a los minis tros sagrados, inmóviles en su recogimiento, en vadidos por el santo respeto de los Misterios. Nunca había asistido el Emperador a un espec táculo tan augusto; su vista se nubla, se le in clina la cabeza y su alma se halla embargada  de admiración y espanto ".

El Rey de los siglos, Hijo de Dios e Hijo de  María, había vencido. Valente observa que se  desvanecen sus proyectos de violencia contra el  santo Obispo; y si en aquel momento no adoró,  al verbo consusbtancial al padre, al menos unió  su homenaje externo al gris de Basilio. Al  Ofertorio, se adelantó hacia el altar y presentó  sus dones a Cristo en la persona de su pontífice. Y estaba tan visiblemente nervioso ante el tiempo de Basilio no los quisiese aceptar, que  los ministros del templo tenían que soportar  con sus brazos para que, en su azoramiento, no  cayera al pie mismo del altar.

De este modo fué honrada en esta gran lemnidad la Realeza del Salvador recién nacido  por los poderosos de este mundo a quienes se vió,  conforme a la profecía del salmo, derribados y  lamiendo la tierra a sus pies. (Salmo LXXI.) 

No obstante, debían venir nuevas generaciones de emperadores y reyes que doblarían su ro dilla y ofrecerían a Cristo Rey el homenaje de  un corazón rendido y ortodoxo. Teodosio, Car lomagno, Alfredo el Grande, Esteban de Hungría,  Eduardo el Confesor, Enrique II el Emperador,  Fernando de Castilla, Luis IX de Francia fueron  grandes devotos de este día; y tuvieron una gala  presentarse con los Reyes Magos a los pies del  divino Niño, ofrecieron como ellos sus te soros.

En la corte de Francia (según el testimonio del  continuador de Guillermo de Nangis) se cons identificó  hasta el año 1378 y más adelante, la costumbre  de que el Rey cristianísimo, llegar al ofertorio,  recibir como tributo a Emmanuel, oro, incien so y mirra .


COSTUMBRES .— Mas la presentación de los  tres místicos dones de los Magos no era cos tumbre exclusiva de la corte de los reyes; en la  edad media la piedad de los fieles ofreció tam bién al sacerdote para que los bendijese en la  fiesta de Epifanía, oro, incienso y mirra, conser vándose en honor de los tres Reyes estas señales  sensibles de su devoción para el Hijo de Ma ría como prenda de bendición para las casas y  familias. En algunas diócesis de Alemania se ha  conservado esta costumbre.

Otra práctica inspirada también en la lengua de los tiempos de fe, ha subsistido durante más tiempo. Con el fin de honrar  la realeza de los Magos llegados de Oriente para  ver al Niño de Belén, se elegía un Rey a suertes  en cada familia, al llegar esta fiesta de Epifanía. En un banquete animado de la más sana alegría  y que recordaba el de las bodas de Galilea, se  partía un pastel; una de sus partes servía para  señalar al invitado sobre el que debía recaer la  pasajera realeza. Las otras dos partes del pastel  eran separadas para las niñas al niño Jesús  ya María, en la persona de los pobres, los cuales  de esta manera participaban también del triunfo del Rey pobre y humilde. Una vez más las ale grías familiares se mezclan con las religiosas; los lazos naturales, de la amistad del vecindario,  se estrechaban en torno a esta mesa de los Re sí; mas si algunas veces no se celebraba tal  festín, con todo eso, la idea cristiana, perma necía viva en el fondo de los corazones.

Dichosas aún hoy las familias en cuyo seno  se celebra la fiesta de Reyes con un sentido cris tiano. Durante mucho tiempo, un falso celo  clamó contra estas prácticas ingenuas en las que  la seriedad de los pensamientos de la fe, iba  unida a las expansiones de la vida doméstica; bajo pretexto de peligro de excesos se atacó a estas tradiciones de familia, como si el banco de pruebas  ajenos a toda idea religiosa estuvieran más  libres de intemperancias. Merced a un descu brimiento, difícil tal vez de justificar, llegó a  pretender que el pastel de Epifanía y la inocente  realeza que el acompañante, no eran más que una  imitación de las Saturnales paganas, como si fuera de la primera vez que las antiguas fiestas pa ganas sufrían una transformación cristiana. El  resultado de esta imprudente táctica debería ser y  fué en este punto, lo mismo que en otros mu chos, el alejar de la Iglesia las costumbres fa miliares el desterrar de nuestras tradiciones las  manifestaciones religiosas, y el contribuir a la  llamada secularización de la sociedad .

Mas, volvamos ya a contemplar el triunfo del  Real Niño, cuya gloria brilla en este día con  tanto esplendor. La Santa Iglesia va a iniciarnos  por sí misma en los misterios que vamos a ce lebrar. Revistámonos de la fe y de la obediencia  de los Magos; adoremos con el Precursor al Di vino Cordero sobre el cual se abren los cielos; tomemos asiento .en el místico convite de Caná,  presidido por nuestro Rey, tres veces manifiesto tado , y tres veces glorioso. Mas, no perdamos  de vista al Niño de Belén en los dos últimos  prodigios; y no dejemos tampoco de ver en El  gran Dios del Jordán, y el Señor de los ele mentos.


MISA

En Roma, la Estación se celebra en San Pedro del Vaticano, junto a la tumba del Príncipe  de los Apóstoles, a quien fueron dadas en Cristo  y en herencia, todas las naciones de la tierra. La Iglesia comienza los cantos de la Misa  solemne proclamando la llegada del gran Rey  esperado por la tierra, y sobre nuestro nacimiento  vinieron los Magos a Jerusalén a consultar los  oráculos de las Profetas.




INTROITO
Aquí viene el Señor Dominador: y en su mano están  el reino y la potestad, y el imperio. Salmo: Oh Dios,  da tu juicio al Rey: y tu justicia al Hijo del Rey. - V.  Gloria al Padre.

Después del cántico angélico, la Santa Igle sia, animada por el resplandor de la estrella que  conduce a la Gentilidad a la cuna del Divino Rey,  pide en la Colecta, la gracia de contemplar  aquella luz viviente, a la que dispone la fe, y  cuyos destellos nos han iluminado eterna mente,


ORACIÓN
Oh Dios, que por medio de una estrella, revelaste en  este día tu Unigénito a las gentes: haz propicio que,  los que ya te hemos conocido por la fe, seamos afectados  hasta la contemplación de la imagen de tu alteza. Por  el mismo señor.


EPÍSTOLA

Lección del Profeta Isaías. (LX, 1-6.)
Levántate, iluminada, Jerusalén: porque ha llegado  tu luz, y la gloria del Señor ha nacido sobre ti. Porque  él aquí que las tinieblas cubrirán la tierra, y la oscuridad papá los pueblos: más, sobre ti nacerá el Señor, y su  gloria será vista en ti. Y caminarán las gentes en tu  luz, y los reyes al resplandor de tu astro. Alza tus ojos  en torno, y mira: todos estos se han reunido, han ve nido a ti: tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas sur girán de todas las partes. Entonces verás y brillará y se  admirará y se dilatará tu corazón, cuando se vuelva  a la multitud del mar y vuelva a  la fortaleza de las gentes. Te cubrirá una inundación de camellos y dromedarios de Madián y Efa: vendrán  todos los de Sabá, trayendo oro e incienso, y tribu tando alabanza al Señor. 

¡Oh, inefable gloria de este gran día, en el  cual inicia su marcha las naciones hacia la  verdadera Jerusalén, hacia la Iglesia! ¡Oh mi sericordia del Padre celestial que ha tenido un  buen acuerdo de todos esos pueblos sepultados  en las sombras de la muerte y del pecado! Él  está que ha surgido la gloria del Señor sobre la  ciudad santa, y los Reyes se ponen en camino  para contemplarla. La angostura de Jerusalén no  es capaz ya de albergar las oleadas de naciones; pero otra santa ciudad se ha levantado; y hacia  ella se va a dirigir esa inundación de pueblos  gentiles de Madián y de Efa. ¡Oh Roma, ensancha  tu seno, con alegría materna! Tus armas te habían conquistado esclavos; hoy son hijos los  que llegan en tropel a tus puertas; levanta la  vista y mira: todo es tuyo; toda la humanidad  va a renacer en tu seno. Abre tus brazos de ma dre; acógenos a todos los venimos del Aqui lón y del Mediodía, tratar el incienso y el oro  a Aquel que es Rey tuyo y nuestro.


GRADUAL
Vendrán todos los de Sabá, trayendo oro e incienso,  y - tributando alabanzas al Señor. - V. Levántate e  iluminado, Jerusalén: porque la gloria del Señor ha  nacido sobre ti.


ALELUYA

Aleluya, aleluya. —- V. Vimos su estrella en Oriente, y venimos 
con dones  a adorar.al señor. Aleluya


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Ma teo. (II, 1-12.)
Habiendo nacido Jesús en Belén de Judá, en los  días del Rey Herodes, aquí están los Magos vinieron  del Oriente a Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el Rey  de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su  estrella en Oriente, y venimos a adorarle. Y, oyendo  esto el rey Herodes, se turbó y toda Jerusalén con él. Y, convocando a todos los príncipes de los sacerdotes,  ya los escribas del pueblo, les había olvidado dónde había estado  nacer el Cristo. Y ellos le dijeron: En Belén de  Judá: porque así está escrito por el Profeta: Y tú,  Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña  entre los príncipes de Judá: porque de ti saldrá el  Caudillo que regirá á mi pueblo Israel Entonces Élrodes, llamando en secreto a los Magos, se enteró bien  por ellos de la aparición de la estrella: y, enviándolos  a Belén, dijo: Id, y preguntad con diligencia por el  Niño; y, después que le halléis ,, decídmelo a mí, para  que, yendo yo también le adore. Y ellos, habiendo oído  al rey se fueron. Y él aquí que la estrella, que habían  visto en Oriente, los anteriores hasta que, llegando, se  paró sobre donde estaba el Niño. Y, al ver la estrella,  se regocijaron con grande gozo. Y, entrando en la casa,  encontraron al Niño con su Madre María : y, postrándose le adoraron. Y, abriendo sus te soros, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra. avisados ​​en sueños, para que no se rompa a Herodes,  regresaron a su patria por otro camino.

Los Magos, primicias de la gentilidad, han  sido especificados al gran Rey a quien busca, y  nosotros los hemos seguido. Como a ellos, El Niño  nos ha sonreído. Con esa sonrisa hemos olvi dado todas las fatigas del largo camino que con duce a Dios; el Emmanuel permanece con otros, y nosotros con El. Belén que nos ha re cibido, nos guardamos para siempre; porque en  Belén tenemos al Niño ya María SM Madre. ¿En  qué lugar del mundo podríamos hallar bienes  tan preciosos? Supliquemos a la incomparable  Madre que nos presente Ella misma a ese Hijo  que es nuestra luz, nuestro amor, nuestro Pan  de vida, cuando nos acerquemos al altar a donde nos dirige la estrella de la fe. Abramos nuestros  tesoros en ese instante; llevemos en la mano  el oro, el incienso y la mirra para el recién nacido. Seguramente que aceptará de buen grado  nuestros dones, y no se hará esperar. Como los  Magos, también nosotros entregamos nuestros  corazones al divino Rey, cuando nos jubilamos; y también nosotros volveremos a entrar por otro  camino, por una senda completamente nueva,  en esta patria terrena, que nos albergará hasta  el día, en que la vida y la luz eterna vengan un  absorbedor en nosotros todo lo que tengamos de  mortal y caduco. En las Iglesias catedrales y otras de impor

tancia, después del canto del Evangelio, se anun cia al pueblo el día de la celebración de la pró xima fiesta de Pascua. Esta costumbre, que re monta a los primeros siglos de la Iglesia, nos  recuerda el misterioso lazo que une a todas las  grandes solemnidades del Año litúrgico y tam bién la importancia que los fieles deben dar a  la celebración de la fiesta de Pascua, que es la  mayor de todas ellas y el centro de la religión  cristiana. Quédanos después de haber honrado  al Rey de las naciones en Epifanía, honrar a su  debido tiempo, al triunfador de la muerte. Él  here como se hace el solemne Anuncio:


ANUNCIO DE LA PASCUA
Sabed, carísimos hermanos, que como por la miseria cordia de Dios, hemos saboreado las alegrías del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, así os anunciamos  hoy el próximo gozo de la Resurrección de este mismo  Dios y Salvador nuestro. El día ... será el domingo de septiembre tuagésima. El día ... será el miércoles de Ceniza y el co lienzo del ayuno de la santa Cuaresma. El día ... cele braremos con entusiasmo la santa Pascua de Nuestro  Señor Jesucristo. El segundo domingo después de Pas cua tendremos el Sínodo diocesano. El día ... se cele brará la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo. El  día ... la ñesta de Pentecostés. El día ... la ñesta de  Corpus Christi. El día ... será el primer Domingo del Adviento de Nuestro Señor Jesucristo, a quien sea  dado honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Al presentar a Dios en el Ofertorio los dones  del pan y vino, la Santa Iglesia toma las pala bras del Salmista y celebrar a los Reyes de Tarsis,  de Arabia y de Sabá, a todos los reyes de la tierra  ya todos los pueblos que acuden con sus pre sentes ante el recién nacido.


OFERTORIO
Los reyes de Tarsis y de las islas ofrecenán dones:  los reyes de Arabia y de Sabá llevarán presentes: y  le adorarán a todos los reyes de la tierra: todas las  gentes le servirán.


SECRETA
Suplicárnoste, Señor, mires propicios los dones de tu  Iglesia, en los cuales se te ofrece, no oro, incienso y mirra, sino lo que con esos dones se declara , se  inmola y se consume: Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,  que contigo vive

El Prefacio de la Misa de Epifanía es propio  de esta fiesta y de su Octava. La Iglesia canta en él la luz inmortal que  aparece a través de los velos de la humanidad,  bajo cuya envoltura amorosa ocultó su gloria  el Verbo divino.




PREFACIO
Realmente es algo digno y justo, equitativo y salu dable que, siempre y en todas las partes, te demos gracias  a ti, Señor santo, Padre omnipotente, eterno Dios:  porque cuando tu Unigénito apareció en la sustancia  de nuestra mortalidad, nos reparó con la nueva luz  de su inmortalidad. Y, por eso, con los Ángeles y los  Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con  toda la milicia del ejército celeste, cantamos el himno  de tu gloria, diciendo sin cesar: ¡Santo, Santo, Santo!

En la Comunión, la Santa Iglesia unida a su  Rey y Esposo, canta a la estrella, mensaje de  tan gran dicha, felicitándose de haber servido  de su luz para hallar a quien buscaba.


COMUNIÓN

Vimos su estrella en Oriente, y venimos con dones  a adorar al Señor.


Gracias tan insignes exigen de nosotros una  extrema fidelidad; la Iglesia la pide en Poscu munión, implorando el don de inteligencia y la  pureza que reclama un misterio tan inefable.


POSCOMUNIÓN
Suplicárnoste, oh Dios omnipotente, hagas que, lo  que celebramos con solemne culto, lo que consigamos con  pura inteligencia. Por el señor.

También nosotros venimos a adorarte, oh  Cristo, en esta región Epifanía que reúne hoy a  tus pies a todas las naciones. Nosotros seguimos  la huella de los Magos; porque hemos visto tam bién la estrella y hemos acudido. ¡Gloria a ti,  Rey nuestro !, a ti que dices en el Cantico de tu  abuelo David: "Fue entronizado Rey sobre  Sión, sobre el monte santo, para anunciar la  ley del Señor. El Señor me dijo que me daría los  pueblos por herencia, y un Imperio hasta los  confines de la tierra. Comprendemos, pues, ahora  ¡oh reyes! ¡Enteraos los que gobiernan el mun do "! (Salmo II.) Pronto dirás, oh Emmanuel por tu propia  boca: "Todo el poder me ha sido dado en el cielo 

y en la tierra "(San Mateo XXVIII); y algunos  años más tarde, todo el universo te estará su jeto. Jerusalén se estremece ya; tiembla en su  trono Herodes; y se acerca el momento en que  los heraldos de tu venida, van una anunciar un Toda  la Tierra, Que Acaba de Llegar EL época Que ESPERADO.  la palabra Que ha de someterte al Mundo this  ya para salir; Como un vasto incendio se propa . Gará por todas contradictorio en Vano TRATAR a N dE dE Tener su curso los poderosos de la tierra. Un  Emperador, propuso al Senado, como último  recurso, colocarte con toda solemnidad entre los  dioses que vienes a derribar; otros piensan que  es posible abatir tu dominio, asesinando a tus soldados ¡Inútiles empeños! Día vendrá en  la señal de tu poderío adornará las banderas  pretorianas, en los Emperadores vencidos  pondrán a tus pies sus diademas, en la o gullosa Roma dejará de ser la capital del período de la fuerza, para convertir para siem pre en el centro de tu imperio pacífico y universal. Hoy vemos ya despuntar la aurora de este  día maravilloso; tus conquistas comienzan hoy; ¡Oh Rey de los siglos! Desde el fondo del Oriente  descreído llamas a las primicias de esa gentili papá que tenías abandonada, y que en adelante  va a formar parte de tu herencia. No habrá ya  distinción entre el Judío y el griego, entre el 

Escita y el bárbaro. Durante muchos siglos, la  raza de Abrahán fué tu predilecta; en adelante  lo seremos nosotros, los gentiles; Israel fué solo  un pueblo, y nosotros en cambio somos número sos como la arena del mar y como las estrellas  del cielo. Israel vivió bajo la ley del temor; La ley  del amor fué reservada para nosotros. Desde el presente día comienzas, oh divino  Rey, desechar a la Sinagoga que desprecia tu  amor; hoy, en la persona de los Magos aceptas  como Esposa a la Gentilidad. Pronto esta unión  será proclamada en la cruz, desde la cual ex tenderás los brazos hacia la multitud de los  pueblos, volviendo la espalda a la ingrata Je

rusalén ¡Oh alegría inefable la de tu Nación , pero más inefable aún la de tu Epifanía,  en la que nos es dado, a nosotros los hasta aquí  desheredados, acercarnos a ti y ofrecerte nuestros tros dones, viéndolos aceptados, oh Emmanuel,  por tu clemencia! ¡Gracias sean, pues, dadas a ti, oh Niño omni potente, "por el inefable don de la fe" (II Cor.,  IX, 15) que nos traslada de la muerte a la vida,  de las tinieblas a la luz! Mas, haz que comprenamos siempre la magnitud de tan magnífico  presente, y la santidad de este gran día en que  ha hecho alianza con toda la raza humana, para  llegar con ella a ese sublime matrimonio de que 

habla tu elocuente Vicario, Inocencio III: "ma trimonio, dice, que fué prometido al patriarca  Abrahán, jurado al rey David, realizado en Ma ría al hacerse Madre, y en el día de hoy, con sumado, confirmado y publicado: consumado en  la adoración de los Magos, confirmado en el  Bautismo del Jordán, y publicado en el mi lagro de la conversión del agua en vino ". En esta fiesta nupcial, en que tu Esposa la Igle sia a penas nacida, recibe ya los honores de  Reina, cantaremos, oh Cristo, con el entusiasmo  de nuestros corazones, esa sublime Antífona de  Laudes, en donde los tres misterios se funden tan  maravillosamente en uno solo, el de tu Alianza  con nosotros:
Hormiga. Hoy se une la Iglesia al celestial Esposo: hijo  lavados sus pecados por Cristo en el Jordán; acuden  los Magos a las regias bodas, tratarán de obtener pre sentes; se cambia el agua en vino y se alegran los  convidados. Aleluya




Sea todo a la mayor gloria de Dios.

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