El silencio de la inocencia
“El silencio no es virtud, pero de él se siguen todas las virtudes. El ruido no es pecado, pero de él se siguen todos los males.
El ojo limpio es ojo silencioso. Es ojo trasparente. Y el silencio es eso: pura trasparencia. El silencio es lo traslúcido, lo límpido, lo nítido. La ausencia de todo empañamiento, de todo estorbo. El silencio es impoluto.
Pero insistamos: entendido este silencio en su positividad tiene por nombre: pureza.
De allí que, cuando el Señor habla de la recepción de su Palabra, gusta expresarlo bajo la analogía de la tierra y el cultivo. Su Palabra es la semilla, que para ser fecunda, para germinar, precisa de una tierra libre de maleza, libre de piedras; una tierra roturada, abierta, franca… una tierra silenciosa.
Es notable cómo el niño (que es paradigma de lo puro) es naturalmente silencioso. Sólo si se lo exacerba, si se lo sobre estimula, si se le grita, se lo vuelve ruidoso. Si no, el niño juega y contempla en su mágico murmullo, en su paraíso de sosiego.
Nacer de nuevo, de lo Alto, volver a hacerse como niños, tiene más que ver con el silenciamiento de lo que pensamos. Y hay una secreta nostalgia que nos imanta a ese silencio (al silencio embrionario, envolvente), que es nostalgia del Origen, que es nostalgia de la pureza perdida, del paraíso perdido. Hay que dejarse llevar por esa nostalgia, que es lazarillo fiel…
Quien allí retorna, vive ese clima diáfano como una sobreabundancia de silencio. Las palabras estorban, ensucian, hollinan la impoluta trasparencia de un Rostro inmediato, el del Señor adorado sin ruidos ni mediaciones.
Hacer silencio cuesta. Pero en el silencio ya nada cuesta. Es como el ámbito, el ethos y pathos, de toda virtud adquirida.
El silencio es el limpio espejo del alma pura, que sólo refleja lo divino que recibe, sin aditamentos, sin manchas, sin glosa, como la silente luna refleja al sol.
Y así como para los puros todo es puro, para el alma silente, todo es silente: todo expresa silencio.
Ese es el silencio como pureza”.
Padre Diego de Jesús. Silencio y Oración. Conferencia en la Basílica de Santo Domingo, Córdoba, 5 de octubre del 2017
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