viernes, 6 de abril de 2018

Unir mis sacrificios al sacrificio de Cristo

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios


Recién terminada la Semana Santa con Cristo resucitado uno se plantea el verdadero sentido del sacrificio. Sacrificarse es darlo todo por el Señor. Sacrificarse es entregarle todo aquello que Él quiera de mi: mi tiempo, mis energías, mis esfuerzos, mi servicio, mis bienes terrenales, mi entrega cotidiana…Sacrificarse es buscar primero el reino de Dios y su justicia para que el reino venga por añadidura.
La predisposición al sacrificio es un indicativo de la devoción que siento por Dios.
Es el mismo Jesús el testimonio vivo del sacrificio. Él mismo se ofreció a Sí mismo como sacrificio, y gracias a esta entrega se produjo la redención del pecado y la Resurrección a la vida. Por fortuna cada día puedo rememorar el gran sacrificio de Cristo en la Eucaristía con la transubstanciación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre derramada por el Salvador.
Este sacrificio me enseña que yo también debo estar dispuesto a sacrificarlo todo por Él. Como dice san Pablo estar dispuesto a ser víctima viva, santa y agradable a Dios. Ser sacrificio viviente para edificar el reino de Dios en mi entorno familiar, laboral, social… Sacrificar mis actividades cotidianas para que se haga su voluntad en mi vida, ser capaz de ofrecerlo todo con alegría, con fe y con confianza. Estar dispuesto a hacer todo lo que el Señor me pida porque en realidad el sacrificio me prepara para vivir siempre en presencia de Dios. No tener miedo a las críticas, a los juicios, al rechazo, a perder amistades porque a medida que sea testimonio del Evangelio mayor será mi unión con el Señor.
Sacrificio para adorar a Dios, para darle culto para honrarle y amarle porque como cristiano mi sacrificio debe ser una imitación del amor de Jesús porque quien ama quiere asemejarse al amado.
La ver­dad pro­fun­da del cristianismo radica en que con su amor infinito Dios nos ha dado a su Hijo y lo entregó a la muer­te por cada uno de manera individual. El sa­cri­fi­cio es comprensible desde esta perspectiva que sea difícil de en­ten­der. Pero Dios si lo entiende y forma parte del juego de la vida: para ga­nar uno tiene que aprender que per­der, para vi­vir es imprescindible mo­rir.
En este día quiero unir mi sacrificio al sacrificio de Cristo porque quiero devolverle tanto amor con amor.

¡Señor, soy consciente de que anhelas mi felicidad y que deseas mi salvación pero existe el sacrificio que tanto cuesta poner en práctica! ¡Señor, tu sabes que la vida es un camino de sacrificios, de lucha constante, de enfrentarse al mal que nos rodea, no permitas que me abandone y no luchar! ¡Señor, quiero sacrificarme en todo porque quiero unir mi sacrificio a tu propio sacrificio! ¡Quiero unirme, Señor, a tu sacrificio en la Cruz que es el auténtico sacrifico que contiene todos los méritos para mi redención! ¡Quiero amarte en la Eucaristía diaria porque es donde se da el verdadero sacrificio del Calvario! ¡Quiero ofrecer lo poco que soy en unión contigo, Señor! ¡Quiero entregarme enteramente a Ti! ¡Concédeme la gracia, Señor, de que el amor lo impregne todo en mi vida, esté por encima de todo y le otorgue valor a todo! ¡Concédeme amarte a Ti y a los demás con todas las fuerzas y con toda la inteligencia de la que sea capaz! ¡Concédeme la gracia, Señor, de que mi verdadero sacrificio sea todo aquello que hago para estar unidos a Ti y con Dios! ¡Concédeme la gracia de que mi vida cuando no se me ofrezca al mal, sea un verdadero sacrificio, un ofrecerme a mi mismo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios!

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