viernes, 6 de abril de 2018

¡Paz a vosotros!

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

El saludo de la Pascua es hermoso, alegre, lleno de esperanza: «¡Paz a vosotros!». Son palabras de Jesús a los apóstoles. Imagino el momento en que fueron pronunciadas, entre el miedo atroz que sentían por los judíos y la incertidumbre por la ausencia del Maestro. Pero ese «¡Paz a vosotros!» resuena con la misma intensidad que el «¡Paz en la tierra!» que cantamos en Navidad para conmemorar el nacimiento de Cristo.
Ese «¡Paz a vosotros!» va dirigido a todos, a la realidad de cada uno en concreto. Se dirige a mi corazón para hacerme saber de manera cierta que Jesús ha vencido a la muerte. Que victorioso se presenta en mi vida y llena de paz serena lo más íntimo de mi corazón. Paz en el corazón, paz en el alma, paz en la conciencia, paz en los gestos, paz en las palabras, paz en los sentimientos, paz en el gozo, paz que perdona, paz que sana, paz en la caridad, paz que consuela, paz en el sufrimiento, paz en la desesperanza.
«¡Paz a vosotros!». Estas palabras que serenan me llenan de consuelo. Inundan mi corazón de alegría y de esperanza. Me ayudan con la gracia del Espíritu a fortalecer mi corazón ante las dificultades y las adversidades, me permite mantenerme firme en mi fe, me da alas para ser libre en mi actuar como cristiano para no dejarme vencer por la acechanzas del mundo, me vivifica en los sacramentos, me da la seguridad de apoyarme en Dios, me asegura la certeza de la victoria sobre el pecado, me impide que mi corazón se acobarde y se turbe, me permite entender en toda su intensidad el sentido salvífico de la pasión y la muerte de Jesús.

«¡Paz a vosotros!». Es la señal que mi corazón esperaba escuchar. Es la señal que me invita a lanzarme de nuevo al mundo para completar su obra. Es la señal para ir sembrando en cada corazón humano la fe en Jesús resucitado.
«¡Paz a vosotros!». Es la llamada para abrir la puerta cerrada a cal y canto de mi corazón, para llenarlo de alegría, de esperanza y de amor. Son las palabras que necesitaba para cerrar tantas heridas, desavenencias, desconfianzas, rencores, egoísmos, envidias, discordias, malos entendidos, juicios o indiferencias.
«¡Paz a vosotros!». Es la cercanía de tener a Cristo vivo a mi lado. ¡Qué gozo tan grande! ¡Qué alegría tan inmensa!
«¡Paz a vosotros!». ¡Os deseo con el corazón abierto que la paz del Resucitado esté con todos vosotros y con vuestras familias, queridos lectores/as de esta página, que esta paz llene hoy y siempre vuestras vidas y vuestro corazón con su presencia!

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¡Señor de la Paz, tu bondad es infinita porque en medio del sufrimiento, de la traición, del abandono, del dolor te haces presente porque eres el Dios con nosotros! ¡Gracias, Señor, infinitas gracias te doy en este día! ¡Me das la paz con amor y con misericordia y yo solo puedo contemplar tus manos, tus pies y tu costado y contemplo que Tu eres la Vida, y me invitas a la reconciliación, al perdón, al amor y a la entrega sin límites! ¡Señor, me llamas a ser envío, a ser luz en medio del mundo, a ser anuncio de tu Palabra, a ser anticipo de tu Buena Nueva, a ser para en el prójimo! ¡Aquí me tienes, Señor, para corresponder a tu saludo! ¡Entra en mi corazón, Señor, y en todos los corazones de los que amo o me han hecho daño; hazlo aunque veas las puertas cerradas porque cuando entres nos llenarás de alegría, de paz, de esperanza, de vida y de consuelo, son los dones que necesitamos para renacer humana y espiritualmente! ¡Corre, Señor, la piedra de nuestros sepulcros y haz nueva nuestra vida, transfórmala y purifícala! ¡Ayúdame, Señor, a confiar más en ti, en creer más en ti, en amarte más! ¡Ayúdame, Señor, a fortalecer mi fe y mi esperanza! ¡Señor, escucho tu saludo y comprendo que quieres concederme todo lo necesario para vivir en amistad contigo, en fraternidad con el que tengo cerca y con serenidad conmigo mismo; abre las puertas de mi corazón y que mi vida sea siempre un semillero de paz! ¡Vivifica con tu presencia a todos los hombres y mujeres de este mundo y llénalos de tu paz y de tu amor para hacer de este mundo un remanso de paz, de amor, de perdón y de misericordia!


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