jueves, 4 de octubre de 2018

¿Verme a mi mismo y a los demás con la mirada de Cristo?

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El ojo arroja luz sobre nuestro cuerpo. Y si mi ojo está limpio, todo mi cuerpo estará lleno de luz. Si mi ojo mira mal, todo mi cuerpo permanecerá en la oscuridad.
Los ojos son muy pequeños en comparación con el resto del nuestro cuerpo; pero controlan el cuerpo.
Admiramos el hecho de que nos gusta, por ejemplo, el rostro de una persona querida, analizamos las características de nuestros hijos y nos alejamos de lo que nos resulta desagradable.
Pero, ¿qué sucede si mis ojos se oscurecen repentinamente y observo el mundo bajo una luz diferente? Lo que es negro puedo verlo blanco, y viceversa. Lo que es malo y malicioso me puede parecer bueno. Lo que es bueno y piadoso me puede parecer malvado o una impostura.
¿Por qué fue crucificado Jesucristo? ¿Quién lo condujo para ser afligido? ¿Quién dio la orden de condenarlo a muerte? Quien segó la cabeza del apóstol Pablo, ¿no vio y sabía a quién le cortaba la cabeza? ¿Las miles de personas que trabajaron en los campos de concentración no veían que les quitaban la ropa a los prisioneros antes de llevarlos a las cámaras de gas y lo que allí sucedía? ¿Es posible que no vieran reflejados a sus seres queridos? Sin embargo, eran las mismas personas con las mismas manos y pies, con las mismas orejas y nariz, mientras hablaban con ellos en el mismo idioma.

El problema es que creyeron que su oscuridad era la luz, que lo que hacían era lo correcto.
Pilato, que ordenó la crucifixión de Cristo, pensó que era por una buena causa, como lo pensaron los soldados que que flagelaron el cuerpo santo de Cristo. O los fanáticos que asesinaron a unas monjas en el Congo por ser meras transmisoras de la caridad. Todos consideraban que lo hacían por una causa mayor, cosas necesarias por las cuales recibirían recompensas. Pero su corazón estaba cerrado y sus mirada cegada.
Hay un enemigo poderoso que nos ofrece una lente especial que hace que las cosas sean feas y que el blanco se vuelva negro. Esa lente nos confunde. Él demonio cuenta con una variada gama de gafas que te permite ver el mundo con una perspectiva muy variada: egoísmo, celos, soberbia, mentira, envidia, crítica… Cuando esto ocurre la ceguera te invade.
¿Por qué cuesta tanto ver a los demás con me mira Jesús? ¿Verme a mi mismo y a los demás con la mirada de Cristo? ¿Por qué tantas veces solo miro lo que me resulta importante a mi? ¿Por qué determinar lo que es importante por lo que está en mi corazón? ¿Por qué contemplo a los demás en referencia a mi mismo? ¿Por qué cuesta tanto entender que ver la vida con los ojos de Jesús es convertir la propia vida un proyecto de salvación? ¿Por qué cuesta tanto aprender de su mirada para orientar mis propios valores, mi mirada y la calidad de las relaciones con el prójimo?
Cuando la mirada de Dios y la nuestra se encuentran, allí se define el destino eterno. Basta con responder con el corazón.

¡Concédeme, Señor, la gracia de abrir mi corazón en la oración para ser consciente de mi miseria y de mi pequeñez! ¡Te pido, Señor, tu mirada para recibir tu perdón y tu misericordia, para ser consciente de que no miro a los demás como los miras Tu! ¡Te suplico, Señor, tu mirada compasiva, amorosa y purificadora, esa mirada que exclama todo tu amor a pesar de mi nada! ¡Que esa misma mirada la pueda exportar yo a los demás! ¡Que esta mirada tuya, Señor, que lo reviste todo de ternura, dulzura, de cordialidad, de tolerancia, de mansedumbre, de docilidad y de benignidad sea capaz de darla a los demás! ¡Mírame con mirada de misericordia, Señor, porque tu amor me dignifica! ¡Señor, cuando me siento amado por ti mi vida se ilumina! ¡Que mi mirada sea capaz de dignificar también al prójimo! ¡Mírame, Señor, como tu sabes hacerlo porque tengo el deseo de estar limpio, de seguirte, de amarte, de abrirme al que tengo cerca! ¡Mírame, Señor, para que tu mirada transcienda profundamente en mi propio ser! ¡Concédeme la gracia, Señor, de deshacerme del velo que cubre mis ojos y que éstos se parezcan más a los tuyos! ¡Señor, ayúdame a ser transmisor de amor, a contagiar afecto a los demás! ¡Solo te pido mirar como Tu, Señor, porque me quiero parecer a ti!

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