domingo, 22 de julio de 2018

Por qué somos tan dóciles al dictado de la moda


Gerardo Castillo Ceballos, Profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
15/07/18  Publicado en El Confidencial

SERVICIO CATOLICO .

La moda es una costumbre mayoritaria de un grupo humano durante un corto periodo de tiempo.  Tradicionalmente se refería casi tan solo al vestido, pero a lo largo de los dos últimos siglos se ha extendido a otros muchos aspectos de la vida social. Pensemos, por ejemplo, en las actuales modas de los tatuajes, del piercing y de las fundas del móvil, que son adoptadas tanto por jóvenes como por adultos.

En este escrito haré abstracción del mundo de la moda textil, por ser una realidad no homologable a las demás.  Advierto también que mis reparos al fenómeno social de la moda no se refieren a supuestas modas “malas”, sino al carácter impositivo y uniformador de la moda en sí misma.

En algunas ocasiones, las modas de los hijos proceden del ejemplo de sus padres. En una viñeta humorística se ve a dos señoras que conversan sentadas en un banco del parque. Una de ellas lee un libro junto a su hijo, que lee otro.  La segunda señora está usando la tablet mientras su hijo habla por el móvil; sorprendida, le pregunta a la primera: “¿Y usted cómo hace para que el suyo lea?



 Hoy “ir a la moda” implica cambiar de forma de vida cada poco tiempo (de ideas, creencias, valores, ideologías, etc.). Se suele creer que eso es modernizarse y renovarse, sin reparar en el riesgo de uniformarse.

Para Gilles Lipovetsky la moda es actualmente el imperio de lo efímero. Nunca las referencias y los valores fueron tan dependientes de lo voluble. Como consecuencia, casi todo es provisional y relativo.

Las modas no deben confundirse con las tendencias. La tendencia es una idea innovadora que tiene alguien y que se convierte en preferencia con respecto a determinados fines; es una forma nueva y creativa de hacer las cosas. La moda, en cambio, surge cuando esa idea es utilizada de forma masiva; no es creativa, sino repetitiva. Con frecuencia, algunas buenas tendencias se devalúan cuando se convierten en modas. Por ejemplo, la moda de comunicarnos con el móvil puede acabar en adicción.

A pesar de todos estos riesgos e inconvenientes de las modas, ¿por qué tienen tanta aceptación?

En primer lugar, porque no nos atrevemos a estar con las minorías y los “disidentes”; nos falta personalidad y valentía para llevarle la contraria a las mayorías y para nadar contra corriente. Tendemos al conformismo, a no complicarnos la vida.

En segundo lugar, porque hoy toda la sociedad está afectada por los dictados de la moda, que se nos presenta como un paradigma del sistema: “el hecho capital de nuestras sociedades es la extraordinaria generalización de la moda, la extensión de la  moda a esferas anteriormente externas a su proceso, el advenimiento de una sociedad reestructurada en todos sus aspectos por la seducción y lo efímero (…) La moda ha conseguido remodelar la sociedad a su imagen. Vivimos en sociedades dominadas por la frivolidad”. (G. Lipovetsky : El imperio de lo efímero).

Las decisiones vitales de muchas personas están muy  condicionadas por lo que todo el mundo hace. Se trata de un comportamiento gregario o de arrastre que aporta una  falsa sensación de protección y pertenencia. “La moda es una mentira en la que todo el mundo quiere creer. Aunque  nadie nos obliga, todos estamos sujetos al deber de la moda, incluso sin saberlo y contra nuestra voluntad. Con la obsesión del parecer, nuevos síntomas nacen y proliferan en nuestra sociedad, y las famosas “tendencias” lo justifican todo”. (G. Erner; Victimas de la moda).

Ese comportamiento gregario en ciertos casos llega a ser degradante. Me refiero al llamado Efecto Manada o Efecto Bandwagon.  Sus protagonistas son   jóvenes inmaduros e inadaptados que necesitan actuar en manada para encubrir sus carencias y satisfacer sus instintos.

Frente a la excesiva dependencia  de las modas es fundamental fomentar en todas las personas, desde la infancia, la autodeterminación; que adquieran el hábito de elegir de acuerdo con los propios gustos y la propia personalidad. Pero también hay que pedir a los creadores y difusores de la moda que sean más respetuosos con los usuarios: que pasen de la dictadura a la propuesta. “Si la empresa se mira a sí misma y no al consumidor, acaba perdiendo ventas; hay que conocer sus gustos y sus motivaciones para la compra. Los productos no pueden imponerse” (Ramón Alas, director del grupo GFT).

A quienes, con prepotencia, nos imponen las modas, les ayudaría reflexionar sobre esta definición: “la moda es lo que pasa de moda”.

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