lunes, 3 de abril de 2017

¿Qué es propiamente la fe?

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¿Qué es propiamente la fe? Y nuestra respuesta es: la fe es la forma de situarse firmemente el hombre ante toda la realidad, forma que no se reduce al saber ni que el saber puede medir; es la orientación sin la que el hombre sería un apátrida, la orientación que precede a todo cálculo y a toda acción humana, y sin la que le sería imposible calcular y actuar, porque eso sólo puede hacerlo en virtud de un sentido que lo sostiene. De hecho, el hombre no sólo vive del pan de lo factible; como hombre, y en lo más propio de su ser humano, vive de la palabra, del amor, del sentido. El sentido es el pan de que se alimenta el hombre en lo más íntimo de su ser. Huérfano de palabra, de sentido y de amor cae en el «ya no vale la pena vivir», aunque viva en medio de un confort extraordinario. ¿Hay alguien que no sepa lo mucho que esta situación del «ya no vale la pena vivir» se puede dar aun cuando por fuera reine la opulencia? Pero el sentido no viene del saber. Quererlo conseguir a base del saber demostrable de la factibilidad, sería tan absurdo como la pretensión de Münchhausen, que quería salir del estanque tirándose de los pelos. Creo que lo absurdo de esta historia pone claramente de manifiesto cuál es la situación del hombre de hoy. Del estanque de la inseguridad, del no-poder-más, no se sale espontáneamente, ni nos sacamos nosotros mismos con una cadena de conclusiones lógicas, como haría Descartes con su cogito ergo sum. El sentido que se ha hecho a sí mismo no es al final sentido. El sentido, es decir, el suelo en que nuestra existencia puede permanecer y vivir, no se puede construir, sólo se puede recibir.

Creer cristianamente significa confiarse al sentido que me sostiene a mí y al mundo, considerarlo como el fundamento firme sobre el que puedo permanecer sin miedo alguno. (…) Significa afirmar que el sentido que nosotros no podemos construir, que sólo nos es dado recibir, se nos ha regalado de manera que lo único que tenemos que hacer es aceptarlo y fiarnos de él. (…) La fe cristiana significa también considerar lo invisible como más real que lo visible. Es afirmar la supremacía de lo invisible como lo propiamente real, lo cual nos sostiene y autoriza a situarnos relajados y tranquilos ante lo visible, respondiendo ante lo invisible como verdadero fundamento de todas las cosas.
Ratzinger, Joseph. (2016). Introducción al cristianismo . España: Ediciones Sígueme.

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