sábado, 29 de abril de 2017

No es conveniente que abandonemos la palabra de Dios para servir las mesas Luis Fernando,

Primera lectura del sábado de la segunda semana de Pascua:
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, se levantó una queja de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas estaban desatendidas en la asistencia diaria. 
Los doce convocaron a la multitud de los discípulos y les dijeron: -No es conveniente que nosotros abandonemos la palabra de Dios para servir las mesas. Escoged, hermanos, de entre vosotros a siete hombres de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, a los que designemos para este servicio. Mientras, nosotros nos dedicaremos asiduamente a la oración y al ministerio de la palabra. 
La propuesta agradó a toda la asamblea y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía. 
Los presentaron ante los apóstoles y orando les impusieron las manos. 
La palabra de Dios se propagaba, y aumentaba considerablemente el número de discípulos en Jerusalén, y gran cantidad de sacerdotes obedecían a la fe.
Hch 6,1-7
Todos somos necesarios en la Iglesia, pero más necesario es que cada cual se ocupe en aquello para lo que el Señor le ha llamado. No tocaba a los apóstoles ocuparse de la “intendencia", de la organización del día a día. No porque ese servicio fuera indigno o menor, sino porque les quitaba tiempo para su verdadero ministerio, que era la predicación del evangelio.
De igual manera, hoy sería conveniente que obispos y sacerdotes tuvieran mucho más tiempo para cumplir su labor de pastoreo del pueblo de Dios. Deben rezar y predicar más. Deben pasar más horas en el confesionario. Deben delegar en otros fieles en las tareas que no son propias de su misión. Para ello hacen falta dos cosas: voluntarios que estén dispuestos a servir a la Iglesia y los hermanos en esas tareas; y voluntad de los pastores, de manera que entiendan que su labor prioritaria es atender la salud de las almas.
El fruto de hacer las cosas bien lo vemos en este pasaje del libro de Hechos. La palabra de Dios se propagaba y aumentaba el número de discípulos. ¿Cómo no desea lo mismo para nuestra generación?
Ahora bien, es fundamental que aquellos que se dedican al ministerio de la palabra estén bien formados. Así lo indica el Concilio Vaticano II en su decreto Optatam totius, sobre la formación sacerdotal:
“Para explicar de la forma más completa posible los misterios de la salvación, aprendan los alumnos (seminaristas) a profundizar en ellos y a descubrir su conexión, por medio de la especulación, bajo el magisterio de Santo Tomás“.
El beato Pablo VI, Papa, dice así sobre esa disposición en su carta Lumen Ecclesiae:
“Es la primera vez que un Concilio Ecuménico recomienda a un teólogo, y éste es Santo Tomás".
Pudiendo hacer las cosas bien, ¿por qué en demasiadas ocasiones y en demasiadas Iglesias locales se hacen mal o de forma mediocre?
Como dice San Pablo, Dios es un Dios de orden. No desordenemos nosotros lo que Él ha ordenado.
Señor, suscita entre tu pueblo fieles y sabios ministros de la Palabra, fortaléceles mediante la oración y haz que su servicio produzca el fruto de la conversión de muchos.
Luis Fernando

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