domingo, 2 de abril de 2017

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

Primer sábado de septiembre. Con María en el corazón. En la mayoría de las imágenes sobre la Virgen los artistas la han pintado o esculpido con el semblante sonriente, un rostro del que se trasluce una alegría serena y una profunda paz interior. ¡Cuánto tengo que aprender de esta actitud serena y amorosa de María!
La mayoría de estos rostros marianos parecen declamar con gozo y sosegadamente las palabras del Magnificat: “Todo mi ser ensalza al Señor. Mi corazón está repleto de alegría a causa de Dios, mi Salvador, porque ha puesto sus ojos en mi, que soy su humilde esclava”.
La Virgen del Magnificat es por antonomasia la Virgen de la alegría, radiante, resplandeciente, que profetiza que Dios destruirá los planes de los soberbios de corazón y encumbrará a los humildes. ¡Qué aviso, María!
María se llena de gozo porque el Dios fiel y misericordioso ha enviado la salvación a su pueblo. María se alegra porque el Dios de bondad no abandona nunca a los que se ponen confiadamente en sus manos. María proclama con fuerza que Dios esconde su rostro a los orgullosos y a aquellos que dañan a los sencillos. La Virgen fue una mujer feliz que repartió felicidad porque vivió en plenitud el espíritu del Magnificat y el de las Bienaventuranzas.



¡Santa María, Madre de la alegría, dame solo un poco de esa esperanza que trasluce tu rostro sereno y amable! ¡Ayúdame a comprender que la auténtica alegría nace en lo más profundo del corazón cuando éste sabe admirar y agradecer las maravillas que Dios ha obrado en mí! ¡Derrama tu amor sobre mi y los míos para vivir siempre con alegría pese a las dificultades y los tropiezos de la vida! ¡Gracias, Madre, por tantas enseñanzas que me hacen crecer como hombre y como cristiano! ¡Totus tuus, siempre con alegría, María! ¡Todo tuyo!

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