jueves, 6 de abril de 2017

Limpiar la Faz de Cristo en el prójimo



ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

¡Que gesto más hermoso, heroico y sencillo el de la Verónica con el Señor! ¡Conmueve por su ternura!  ¡Sorprende por su arrojo sorteando las burlas de la gente, la brutalidad de los soldados y los miedos de sus seguidores que le han abandonado por completo! ¡Mi corazón se turba agradecido y admirado al sentir tanta compasión por aliviar al Cristo extenuado!
¿Quién no hubiese deseado enjugar el rostro de Jesús y fijarse en su mirada de amor y misericordia en ese paso lento hacia el Calvario? ¿Quién no hubiese deseado limpiar ese rostro llagado, ensangrentado, sudoroso, lleno de polvo del camino y lagrimoso de ese Dios humano cargando una pesada cruz y sintiendo el oprobio del mundo?
La compasión y bondad de una mujer sencilla, buena, de corazón gentil abierto a la esperanza, la convirtió en protagonista de una estación dolorosa pero al mismo tiempo iluminadora que impregnó en un blanco lienzo la más bella de las fisonomías marcada por el dolor y el sufrimiento. En esta Santa Faz está presente un Dios humano, alguien como cualquiera de los que leen estas líneas, sensible al dolor y al sufrimiento y necesitado de un sencillo gesto de ternura.
Ante tan generoso acto de amor servicial, Jesús deja impregnado su verdadero Rostro. Su imagen verdadera. El mensaje de Cristo es sencillo pero imponente al mismo tiempo: cada vez que seco su Rostro me convierto en «otro Cristo» pues esa fisonomía queda sellada en mi propio corazón. Cada vez que contemplo en el otro el rostro del Señor puedo llegar a convertirme en su imagen viva y exclamar como san Pablo: «No vivo yo, es Cristo quien vive en mí».
Este es el propósito de mi oración de hoy. En el camino del vía crucis de mi vida, de la vida del prójimo, tratar de convertirme en el rostro de Cristo para los demás; con mi entrega, mi desprendimiento, mi servicio, mi auxilio… con todo ello el rostro vivo del Cristo del Amor quedará impregnado en mi espíritu y podré humildemente parecerme un poco más a Él.
Cristo puso en su camino a la Verónica como ejemplo a imitar. Tengo a lo largo del día multitud de ocasiones para imitar aquella escena de limpiar la Faz de Cristo en el rostro de los demás. Pero para actuar así, ¿cómo mira mi corazón al que tengo al lado?




¡Señor,  tus nos enseñaste que «Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios»!  ¡Dame la bondad, la valentía y la generosidad de la Verónica para ver en mi corazón tu verdadera imagen, tu rostro humano dolorido, el rostro de la bondad de Dios, que siempre nos acompaña en el dolor, la tribulación y los problemas del camino de la vida! ¡Ayúdame a entender, Señor, que sólo puedo verte a ti y a los demás con el corazón limpio y puro! ¡Ayúdame a interiorizar que es el amor el que nos permite reconocerte a Ti, que eres el Amor mismo! ¡Ayúdame, con la fuerza de tu Espíritu, a no pasar de largo ante el sufrimiento de las personas que me rodean porque es allí donde tu rostro se hace presente, Señor! ¡Ayúdame, con la fuerza de tu Santo Espíritu, a hacer como la Verónica y dar lo mejor de mi, mi total entrega a los demás, mi capacidad para amar, servir y compadecer! ¡Guárdame de tener un corazón de piedra que sólo contemple la superficialidad del mundo y dame un corazón como el de la Verónica, sencillo y puro, bondadoso y valiente, para ver tu presencia real en este mundo! ¡Impregna, Señor, tu rostro en mi corazón y en el corazón de todas las personas para ver siempre tu imagen redentora y misericordiosa! ¡Ayúdame a serte fiel como la Verónica, a no ser indiferente a tu dolor ni a las lágrimas y los sudores de los que me rodean! ¡Te pido, Señor, humildemente perdón por mis desagravios, mis egoísmos, mis infidelidades, por las veces que podía haber enjugado tu rostro en el hermano y no lo hice, por mi orgullo, por mi dureza de corazón y por no cumplir con tanta frecuencia tu mandamiento del amor! ¡Quiero serte fiel como lo fue la Verónica! ¡Ayúdame a que un gesto tan sencillo como el de ella sea capaz de imitarlo cada día para mostrar tu rostro sereno, bondadoso, amoroso, comprensivo,  tierno y vivo!

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