miércoles, 19 de abril de 2017

¿La monogamia es natural o el listón está muy alto?




La actriz Scarlett Johansson dice que el matrimonio es demasiado difícil como para que sea "natural", pero pasa por alto la cuestión esencial

Un artículo de Vogue se hace eco de la perspectiva que tiene la actriz Scarlet Johansson sobre el matrimonio y la monogamia: “La idea del matrimonio es muy romántica, es una idea muy bonita, y su práctica puede ser una cosa muy bella. Pero no creo que sea natural ser una persona monógama. Puede que me critiquen por esto, pero creo que es mucho trabajo (…). El hecho de que sea tanto trabajo para todo el mundo, eso prueba que no es algo natural”.

Aunque no estoy de acuerdo, sin duda entiendo por qué la actriz podría creer eso. Después de pasar por mi propio divorcio hace muchos años —un divorcio no deseado motivado por la infidelidad de mi esposo— me tuve que plantear una difícil pregunta: ¿La doctrina cristiana pone el listón demasiado alto al condenar el divorcio y enseñar que el matrimonio es de por vida?

No te divorciarás

“Moisés les permitió a ustedes divorciarse de sus esposas por lo obstinados que son, pero no fue así desde el principio (…) Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre (…)”, lee la notable condena del divorcio del libro de Mateo.
Pero si contrastas esta enseñanza con la tasa de divorcios de la sociedad de hoy, tal vez te asalte la duda. Durante mis años posdivorcio, sentí que era necesario embarcarme en una profunda búsqueda espiritual. ¿Era realmente posible que una pareja permaneciera casada o era simplemente una noción extremadamente optimista, anticuada y poco realista que tenía que aceptar?
Mantuve intensos debates internos. No era que no creyese en la monogamia, porque creía y de todo corazón. Pero que un extraño me entregara los papeles del divorcio en vez de recibir un mensaje de amor de mi marido fue una experiencia que me sacudió hasta los cimientos y me obligó a plantearme que quizás fuera demasiado ingenua.
Por un lado, ¡me había casado para toda la vida! Iba en serio cuando pronuncié el juramento del día de mi boda y tenía intención de todo corazón de vivir respetándolo hasta el día de mi muerte. Pero ahora que estaba divorciada, aquellas aspiraciones me hacían sentir como una tonta.
Por otro lado, conocía a personas que llevaban casadas muchos años, y felizmente casadas. Si la felicidad en el matrimonio era posible, esos eran los ejemplos que tenía que examinar al detalle.

Amor, responsabilidad y regalo

Es fácil rendirse; lo difícil es remangarse y ponerse a trabajar por la relación. Aquí es donde la señorita Johansson yerra el tiro, en mi opinión. Durante los 16 años desde mi segundo matrimonio, he aprendido que las dificultades en el matrimonio no son un peligro para la fidelidad a no ser que la pareja lo permita.
Yo las considero oportunidades. Son oportunidades para hacer que la relación sea incluso más significativa y más comprometida que antes.
Con los años, los retos que ha afrontado mi matrimonio han aportado más refinamiento, más amor, más comprensión y más compromiso de lo que jamás habría previsto. Que no se me entienda mal, tuvimos que trabajarlo, pero mereció el esfuerzo con creces porque nunca cambiaría lo que tenemos ahora por lo que teníamos al comienzo de la relación.
Si tenéis dudas sobre si es posible mantener una relación matrimonial permanente, exclusiva y feliz, os animo a que observéis a parejas felices y casadas que conozcáis y que toméis nota de cómo se tratan entre ellos marido y esposa. Podéis aprender mucho de estas parejas tan solo observando.
También recomiendo dos libros esenciales: Amor y responsabilidad Teología del cuerpo, ambos del papa san Juan Pablo II. Estas increíbles obras fertilizan esa diminuta semilla de esperanza que tenemos por el matrimonio: que es totalmente posible hacer que perdure, no por obligación ni por vivir una sentencia de prisión, sino para tener una relación próspera y feliz.
Sin embargo, si tuviera que reducirlo todo a un elemento de máxima importancia, diría que el mensaje fundamental es este: Dios nos creó como un regalo recíproco. Yo soy un regalo para mi esposo y él es un regalo para mí. Los regalos son valiosos. Los regalos aspiran a traernos felicidad.
¿Cuánto cambiarían nuestras vidas si, aunque fuera por un solo día, tratáramos a nuestros cónyuges como los regalos preciosos que son?

Esperanza en el futuro

Dos personas imperfectas, llenas de faltas y fallos, son garantía de que ningún matrimonio es perfecto. Sin embargo, a pesar de la humanidad, el matrimonio puede ser fuerte, saludable y duradero. El amor que mi marido y yo tenemos hoy es mucho más rico y profundo debido a las dificultades a las que nos hemos enfrentado y el esfuerzo que nos hemos dedicado.
Si vuestro matrimonio tiene problemas o incluso si queréis cambiar la manera en que abordáis la próxima dificultad, os animo a que simplemente cambiéis vuestra perspectiva sobre cada dificultad. Consideradla una oportunidad para reforzar vuestro amor.
Incluso si no estáis casados, podéis empezar a practicarlo desde ahora con todo el mundo. Es tan fácil como tratar a las personas que encuentras cada día como si fueran un regalo precioso. Creo que os sorprenderá gratamente la respuesta que recibiréis.

Por Lisa Duffy,
 autora de 
A Road To Healing: Daily Reflections For Divorced Catholics [Camino a la curación: reflexiones diarias para católicos divorciados].


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