martes, 21 de marzo de 2017

Los silencios san José, enseñanzas de vida

orar con el corazon abierto

ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

Una de los elementos identificadores de San José es el silencio. No surgen de sus labios palabras en los Evangelios; de su persona solo se aprecia la obedienci porque en él, el silencio se torna obediencia. El silencio que envuelve a San José tiene como único fin escuchar cuál es la voluntad de Dios en su vida. Y, cuando ese querer no lo comprende, su silencio se vuelve fidelidad porque ante la incomprensión de la voluntad divina qué mejor que el silencio callado del corazón.
Seguir el itinerario de San José es comprender que Dios no abandona nunca. El buen carpintero, dócil a la llamada del Padre, sereno ante el panorama que se le presenta, pone todo en las manos de Dios. Se deja llevar por la guía del Espíritu. Y, desde ese momento, se convierte en pequeño templo de gracia que custodia con todo su buen hacer, su amor, su entrega y su generosidad la misión -hermosa pero de gran responsabilidad a la vez- de tomar a su cuidado al Hijo de Dios. Nadie mejor que este hombre humilde, bueno, generoso y sencillo para llevar con sus manos tullidas por el esfuerzo del trabajo y de la vida el acompañar humanamente a Jesús en lo cotidiano de su preparación para la misión que Cristo tenía encomendada.
La fiesta de hoy es un regalo en plena Cuaresma. San José se nos hace presente en el camino hacia la Pascua. En el silencio del camino. En el silencio de la vida. En el silencio obediente a la voluntad del Padre. En el silencio del corazón, que Él tenía siempre abierto para dilucidar lo que Dios esperaba de su entrega.
Hoy quiero aprender de San José esa entrega fiel. Su silencio en el camino. Su escucha a la Palabra. Hacer nueva mi vida como hizo Él desde su «Sí» valiente al querer de Dios. De su silencio respetuoso al ver a Jesús manifestar los signos de su sabiduría. Su fidelidad a María y a Jesús, como esposo y como padre. Su simplicidad ante los acontecimientos de la vida, sin plantearse porqués ni comos. Y, sobre todo, con su silencio que es semilla fecunda de amor. Un amor que vertido en el corazón de cualquier creyente hace de San José un referente para la vida. Para mi vida.



La oración de este día es la que cada mañana rezo a San José para que me dé el aliento en la vida, la fortaleza como padre, el espíritu como cristiano y la protección como hijo de Dios:


Glorioso San José, Esposo de María
Concédeme tu protección paternal, te lo suplico por el Sagrado Corazón de Jesús y el Corazón Inmaculado de María.
Oh, tú, cuyo poder se extiende a todas nuestras necesidades y sabes hacer posibles las cosas más imposibles, abre tus ojos de padre sobre las necesidades de tus hijos.
En la angustia y la pena que nos oprimen, recurro a ti con confianza.
Dígnate tomar bajo tu caritativa dirección este importante y difícil asunto, causa de mi inquietud (mencionar la necesidad).
Haz que su feliz desenlace redunde en la gloria de Dios y para el bien de sus devotos servidores.
Oh tú, que nunca has sido invocado en vano, amable San José, tú que eres tan influyente ante Dios que de ti se ha podido decir: “En el Cielo, san José más que implorar, manda”, tierno padre, ruega a Jesús por nosotros, ora a María por nosotros.
Sé mi abogado ante ese divino Hijo de quien has sido el padre adoptivo aquí en la Tierra, tan atento, tan amante y su fiel protector.
Sé mi abogado ante María, de quien has sido esposo tan amante y tan tiernamente amado.
Agrega a todas tus glorias la de ganar la difícil causa que te confiamos.
Yo creo sí, to creo que puedes cumplir mis deseos, liberándome de las penas que me agobian y de las amarguras que impregnan mi alma.
Tengo, además, la firme certeza de que no escatimarás nada a favor de los afligidos que te imploran.
Humildemente postrado a tus pies, buen San José, te pido tengas piedad de mis gemidos y de mis lágrimas.
Cúbreme con el manto de tus misericordias y bendíceme. Amén.

Ofrezco hoy una obra curiosa dedicada a san José. Se trata de una obra polifónica corsa Lode a san’Ghjiseppu (Oda a san José) que data del siglo XVII y de gran belleza:

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