miércoles, 27 de septiembre de 2023

 



La idea que tenemos de nosotros mismos (6 de 10) – P. Miguel A Fuentes, IVE
por P Miguel Fuentes 18 septiembre, 2023 en Meditación

MEDITACIONES PARA RECTIFICAR LA IDEA QUE TENEMOS DE NOSOTROS MISMOS
Enlaces a las anteriores publicaciones:

Quién soy, qué soy.
Lo que soy: hecho a imagen de Dios
En quién y en qué me he convertido. “He pecado”.
Mi realidad personal pecadora
Soy un ser caído…
…Pero no soy un ser abandonado


…Pero no soy un ser abandonado
Dios no abandonó al hombre tras la caída ni lo abandona cada vez que vuelve a caer. Como después de la primera caída, Dios lo llama (Gn 3,9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (Gn 3,15).
Aún cuando yo me olvido de mí mismo; Dios no se olvida. Sal 40,18: Y yo, pobre soy y desdichado, pero el Señor piensa en mí; tú, mi socorro y mi libertador, oh Dios mío, no tardes.
Dios promete así un “nuevo Adán” (1Co 15,21-22.45) que, por su obediencia hasta la muerte en la Cruz (Flp 2, 😎, reparará con sobreabundancia la desobediencia de Adán (Rom 5,19-20).
También queda así prometida una nueva Eva, María la madre de Cristo. Ella iba a ser la primera (y de una manera única) en beneficiarse de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue preservada de toda mancha de pecado original y, durante toda su vida terrena, por una gracia especial de Dios, no cometió ninguna clase de pecado.
¿Por qué Dios no impidió que el primer hombre pecara? San León Magno responde: «La gracia inefable de Cristo nos ha dado bienes mejores que los que nos quitó la envidia del demonio». Y santo Tomás de Aquino: «Nada se opone a que la naturaleza humana haya sido destinada a un fin más alto después del pecado. Dios, en efecto, permite que los males se hagan para sacar de ellos un mayor bien. De ahí las palabras de san Pablo: Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rm 5, 20). Y el canto del Exultet (Pregón pascual): ¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!».
Dios no sólo no abandona al hombre sino que éste no puede huir de Dios: «Adonde quiera que huyan los hombres está Dios. El amor de Dios brilla en el hecho de que Él mismo, no otro, quiere perseguir a los que huyen, pues Él, por ser más veloz, puede estar siempre cerca del hombre fugitivo. Él ni siquiera los persigue, se les adelante. Llegan, y ya está allí Dios, procedente de cualquier parte. Son ellos quienes le siguen» (Max Picard). Sal 138: ¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro; si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha.
Responde:

¿Soy consciente de que Dios no abandona al hombre y de que es capaz de sacar bienes de los males más grandes? ¿Soy consciente de que Dios me busca con una amor que es más fuerte que mi pecado? ¿Entiendo que mi capacidad de huir de Dios es infinitamente más débil que su deseo de conquistarme y darme la felicidad?



P. Miguel A. Fuentes, IVE

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