sábado, 25 de septiembre de 2021

El Evangelio, un vaso de agua…

 

 El Evangelio, un vaso de agua…

¡Buenos días, gente buena!

XXVI Domingo Ordinario B

Evangelio:

Marcos 9,38-48

En aquel tiempo, Juan le dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros».

Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. 

Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. 

Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena, al fuego inextinguible.

Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

Palabra del Señor.

Puedes ser de Cristo sin ser uno de los doce… 

Maestro, ese hombre curaba y liberaba, pero no era de los nuestros, no estaba en regla, y se lo hemos impedido. Como si dijeran: los enfermos no son nuestro problema, que se las arreglen como puedan, primero las reglas. Los milagros, la salud, la libertad, el dolor del hombre, pueden esperar.

Un hombre que liberaba a otros del mal y los restituía a la vida, es impedido por los seguidores de Jesús. Juan se hace portavoz de una mentalidad celosa, hecha de barreras y muros, para la que no cuenta la vida plena del hombre, el verdadero proyecto de Jesús, sino la defensa de la identidad del grupo, su proyecto desviado.

Ponen la institución pues, antes de la persona, su propia idea antes que al hombre: el enfermo puede esperar, la felicidad puede quedar pendiente… Pero si la “hermosa noticia” de Jesús no es un nuevo sistema de pensamiento, es la respuesta al hambre de vida más grande.

El Evangelio no es una moral, sino una desbordante liberación. Miren, Jesús sorprende a los suyos: cualquiera que ayuda al mundo a liberarse y a florecer, es de los nuestros. ¿Siembras amor, curas las llagas del mundo, cuidas la creación? Entonces eres de los nuestros. ¿Eres amigo de la vida? Entonces eres de Cristo.

Cuántos siguen el Evangelio auténtico sin siquiera saberlo, porque siguen el amor. Se puede ser de Cristo sin pertenecer al grupo de los doce. Se puede ser hombres y mujeres de Cristo sin ser hombres y mujeres de la Iglesia, porque el Reino de Dios es más basto que la Iglesia, no se encierra en ningún grupo. Así que aprendamos a gozar y a agradecer el bien, quienquiera que lo haga.

Esos no son de los nuestros. Todos lo repiten: los apóstoles de entonces y los partidos de hoy, las iglesias y las naciones ante los migrantes, por ejemplo. En cambio, Jesús era el hombre sin barreras, hombre sin fronteras, cuyo proyecto es uno solo: todos ustedes son hermanos. Los seres humanos son todos de los nuestros y nosotros somos de todos, somos los “amigos del género humano“ (Orígenes).

Tantas veces nos sentimos frustrados, impotentes, el mal es muy fuerte. Jesús dice: tú lleva tu vaso de agua, confíate, lo peor no prevalecerá. Si todos los millones de personas llevaran su vaso de agua, como un océano de amor se extendería hasta cubrir el mundo. Basta un sorbo de agua para ser de Cristo. Pero el anuncio de Jesús se hace más valeroso: Te daré cien hermanos si me sigues (Mt 19, 29) y quería decir: cien corazones donde reposar, y también cien labios que abrevar.

El Evangelio termina con palabras duras: si tu mano, tu pie, tu ojo te escandalizan, córtalos. Jesús repite un adjetivo: tu ojo, tu mano, tu pie. No echar siempre la culpa del mal a los demás, a la sociedad, a la juventud, a las circunstancias. El mal se ha anidado dentro de ti: está en tu ojo, en tu mano, en tu corazón. Busca tu misterio de sombra y conviértelo. La solución no es una mano cortada sino una mano convertida. Que ofrezca su vaso de agua.

¡Feliz Domingo!

¡Paz y Bien!

Fr. Arturo Ríos Lara, ofm


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