SANTOS SOTERO 1
Y CAYO 2,
Papas y Mártires
Semidoble
(ornamentos encarnados)
Las aflicciones tan breves y tan ligeras de la vida presente
nos producen el eterno peso de una sublime e incomparable gloria.
(2 Corintios 4, 17)
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Epístola
Carísimos: Exhorto, pues, a los presbíteros que están entre vosotros, yo, (su) copresbítero y testigo de los padecimientos de Cristo, como también, partícipe de la futura gloria que va a ser revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, velando no como forzados sino de buen grado, según Dios; ni por sórdido interés sino gustosamente; ni menos como quienes quieren ejercer dominio sobre la herencia (de Dios), sino haciéndoos modelo de la grey. Entonces, cuando se manifieste el Príncipe de los pastores, recibiréis la corona inmarcesible de la gloria. El Dios de toda gracia, que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después de un breve tiempo de tribulación, Él mismo os hará aptos, firmes, fuertes e inconmovibles. A Él sea el poder por los siglos de los siglos. Amén.
I Pedro V, 1-4; 10-11
Evangelio
En aquél tiempo: Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, propuso esta cuestión a sus discípulos: “¿Quien dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” Respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista, otros Elías, otros Jeremías o algún otro de los profetas”. Díjoles: “Y según vosotros, ¿quien soy Yo?”. Respondiole Simón Pedro y dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”. Entonces Jesús le dijo: “Bienaventurado eres, Simón Bar-Yoná, porque carne y sangre no te lo reveló, sino mi Padre celestial. Y Yo, te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificare mi Iglesia, y las puertas del abismo no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del reino de los cielos: lo que atares sobre la tierra, estará atado en los cielos, lo que desatares sobre la tierra, estará desatado en los cielos”.
Mateo XVI, 13-19
Catena Aurea
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 15
Pregunta Cristo a los discípulos para que sepamos nosotros por las respuestas de los apóstoles las diversas opiniones que había entonces sobre Cristo entre los judíos y para que investiguemos siempre la opinión que sobre nosotros tienen formada los hombres, a fin de que si hablan mal, evitemos las ocasiones de que puedan hablar así y si bien, las aumentemos. También el ejemplo de los apóstoles enseña a los discípulos de los Obispos la obligación que tienen de informar a sus Obispos de las opiniones que sobre ellos se tenga por fuera.
San Jerónimo
La pregunta del Señor: "¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?" es admirable. Porque los que hablan del Hijo del hombre, son hombres y los que comprenden su divinidad no se llaman hombres, sino dioses.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,1
Mas no dice: ¿qué dicen los escribas y los fariseos de mí?, sino: ¿qué dicen los hombres de mí? Investiga la opinión del pueblo, porque no estaba inclinada hacia el mal. Y aunque su opinión sobre Cristo era inferior a la realidad, estaba, sin embargo, pura de toda malicia. No así la opinión de los fariseos, que era sumamente maliciosa.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 15
Los discípulos refieren al Señor las diferentes opiniones que sobre El tenían los judíos. Por eso dice: "Y ellos respondieron: Los unos que Juan el Bautista", es decir, los que pensaban como Herodes; "los otros que Elías", esto es, los que creían o bien que era el mismo Elías que había vuelto a nacer, o bien el mismo Elías que aun vivía y se manifestaba en El; "y los otros que Jeremías", a quien el Señor había constituido profeta de las naciones, no entendiendo que era figura de Cristo; "o uno de los profetas", por una razón semejante, a causa de las cosas que Dios dijo a los profetas, pero que no tuvieron su cumplimiento en ellos, sino en Cristo.
San Jerónimo
Pudo equivocarse el pueblo sobre Elías y sobre Jeremías, como se equivocó Herodes sobre Juan, de aquí mi admiración al ver a los intérpretes indagando las causas de cada uno de los errores.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,1-2
Ciertamente si Pedro no hubiese confesado que Cristo fue engendrado realmente por el Padre, esta revelación no hubiese sido necesaria ni hubiese sido llamado bienaventurado por haber juzgado que Cristo era un hijo predilecto de tantos hijos adoptivos de Dios. Porque antes que Pedro, los que iban en el barco con Cristo, le dijeron: "Verdaderamente tú eres Hijo de Dios" ( Mt 14,33). También Nathanael había ya dicho: "Maestro, tú eres Hijo de Dios" ( Jn 1,43), y sin embargo, no se llamaron bienaventurados, porque no confesaron la misma filiación que Pedro. Lo juzgaban como uno de tantos hijos, pero no verdaderamente como Hijo. Y aunque lo tenían como el principal de todos, no lo miraban, sin embargo, como de la misma substancia que el Padre. Ved, pues, cómo el Padre revela al Hijo y el Hijo al Padre y cómo no podemos conocer al Hijo sino por el Padre, ni al Padre más que por el Hijo, de donde resulta, que el Hijo es consustancial al Padre y debe ser adorado con el Padre. Partiendo de esta confesión, el Señor demuestra que muchos creerán lo mismo que ha confesado Pedro. De donde añade: "Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia".
Cirilo, thesaurus de sancta et consubstantiali Trinitate
Según la promesa de Cristo, la Iglesia apostólica de Pedro permanece pura de toda seducción y a cubierto de todo ataque herético, por encima de todos los gobernadores, obispos y sobre todo los primados de las iglesias, en sus pontífices, en su completísima fe y en la autoridad de Pedro. Y cuando algunas iglesias han sido tildadas por los errores de alguno de sus individuos, sólo ella reina sostenida de un modo inquebrantable, impone silencio y cierra la boca a los herejes. Y nosotros, a no ser que estemos engañados por una falsa presunción de nuestra salvación, o tomados del vino de la soberbia, confesamos y predicamos juntamente con ella la verdad y la santa tradición apostólica en su verdadera forma.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16
Sea, pues, irreprensible el que ata o desata a otro, a fin de que sea también digno de atar y desatar en el cielo. Las llaves del Reino de los Cielos sólo se dan como recompensa a aquel que por su virtud puede cerrar las puertas del infierno. Y todo el que comenzare a practicar toda clase de virtudes, se abre a sí mismo la puerta del Reino de los Cielos, esto es, se la abre el Señor con su gracia, de suerte que la misma virtud es a un mismo tiempo puerta y llave de la puerta. Pueda ser que cada virtud sea el Reino de los Cielos.
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