ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios
Por razones laborales me encuentro en una república islámica y en la ciudad no hay ninguna iglesia católica. De hecho, a miles de kilómetros a la redonda es imposible encontrar un sacerdote católico. Sin embargo, voy a asistir a misa a través de Internet para celebrar, como cada domingo, la resurrección de Jesús.
Días como hoy me permiten redescubrir el sentido del domingo, día del Señor, el día del juicio, el día de día de descanso familiar, el día de la alegría de Dios. ¡Para mí la Eucaristía de todos los días, pero en especial la del domingo, es la fuente y la cumbre de todas las actividades de la semana! ¡Cuántos hombres y mujeres en el mundo no tienen posibilidad de reunirse el domingo para celebrar la Eucaristía y construir lugares para sus asambleas!¡Cuántos miles de cristianos sin el Día del Señor no pueden vivir! Y en nuestra sociedades, ¿podemos vivir sin la Misa del domingo?
Me duele cuando tantos bautizados no participan de la Misa dominical que debería ser la cumbre de todo el domingo cristiano. Otros dioses toman el lugar de Jesús resucitado: ¡el deporte, la cultura, los viajes, los placeres! Nada hay contra ello, pero para un cristiano la cumbre de su domingo debe ser la misa dominical.
Hay una frase del libro de los Proverbios que tiene su impronta. Es cuando Dios dice: “Ven a comer mi pan y beber el vino que he preparado para ti”. Esta profecía se realizó en el momento de la Institución de la Eucaristía. El discurso del pan de vida Jesús ha indignado a muchos oponentes que no aceptaban que Él es el pan de vida, el Hijo del Padre, el Mesías. Les pareció escandaloso e intolerable en su tiempo que Jesús pudiera pedirles que comieran su carne y bebieran su sangre. Hoy, sabemos cómo uno puede comer su carne y beber su sangre en el sacramento de la Eucaristía. Creemos que Jesús es el único Hijo del Padre, la Verdad y la Vida. En el sacramento de la Eucaristía, estamos espiritualmente nutridos por el sacramento de Su Cuerpo y Sangre. Sabemos, por medio de la fe, que Él está verdaderamente presente y sustancialmente en el Santísimo Sacramento que nos permite vivir con Su Vida. Comprender el inefable misterio: Dios Padre desde la eternidad, desde la Creación y la Encarnación redentora quiere reunirse en la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, con todos sus hijos a los que tanto ama. Este Cuerpo de Cristo, sin embargo, aún no ha alcanzado su plenitud. Para alcanzarlo, la comunión eucarística es indispensable. Los Padres de la Iglesia dijeron: la Iglesia hace la Eucaristía, la Eucaristía hace la Iglesia.
En la lejanía de una iglesia a la que poder acudir, de mi familia con la que convivir, a miles de kilómetros de mi ciudad, quiero sin embargo santificar este domingo que, en el país en el que me encuentro, es día laborable. Vivir poniéndolo todo a la luz de Dios para comprender y cumplir Su Voluntad. Es verdad que la Voluntad de Dios perturba a aquellos que la rechazan. Pero no es posible reconstruir nuestro mundo sin anteponer a Dios. Por encima de las leyes que nuestros gobernantes tratan de imponernos, existe la ley natural de la cual Dios es el único fundamento. Oremos, suframos y ofrezcamos para que los corazones se abran a la verdadera sabiduría. Solo el apostolado del amor es irresistible. ¡Este apostolado se ejercita también alimentándose con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, la Sabiduría encarnada y rezando a la Virgen María, Trono de Sabiduría! ¡Feliz domingo!
¡Señor, gracias por tu amor y por tu bondad! ¡Hoy no puedo recibirte en la Comunión pero quiero aprovechar este tiempo para decirle lo mucho que te amo! ¡Quiero decirte que a tu lado, especialmente cuando te recibo en la Comunión, me siento muy bien! ¡Qué nada me separe nunca de ti, Señor! ¡Te entrego, Señor, mi corazón, mi alma, mi ser, mis proyectos, mis ilusiones, mis tristeza, mis esfuerzos, mi trabajo, mi familia, mis amigos, mis anhelos, mi futuro! ¡Quiero ser tu amigo, Señor, como tu eres mi amigo fiel! ¡Te pido perdón, Señor, porque tantas veces me alejo de Ti, porque me olvido de que existes porque prefiero hacer mi voluntad, porque impongo mi egoísmo y mis cosas, mi soberbia y mis intereses personales! ¡Pero tu me pides que te ame, que te reciba cada día en la Comunión! ¡Gracias, Señor, por acordarte cada día de mi! ¡Todo lo que tu quieras para mi, Señor, aunque no lo entienda lo acepto con amor! ¡Gracias, Señor, por morir por mi, por alimentarme con tu cuerpo y con tu sangre! ¡Toma mi corazón, es tuyo, Señor! ¡Une mi corazón a tu Sagrado Corazón y al Corazón Inmaculado de tu Madre! ¡Tu conoces mis debilidades y mis pasiones, tu sabes lo que anida en mi corazón, cámbialo! ¡Te pido también, Señor, por los que no te quieren, los que no conocen el valor de la Eucaristía, por los que no santifican el domingo, por los que están alejados de Ti! ¡Perdona, Señor, nuestras faltas y nuestros pecados, envía tu Espíritu para que renueve nuestros corazones y para que nuestros llanto se convierta en alegría con el fin de vivir alabando tu Santo Nombre!
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