Papa Francisco: Jesús nos pide que vivamos coherentemente, porque la falsedad y la hipocresía son verdaderamente dañinas para nosotros.
"Que Dios nos conceda la gracia de la verdad interior, en lugar de vivir una vida de hipocresía y engaño", este fue el mensaje principal del Papa Francisco del viernes para los reunidos en la misa matutina en la capilla de la Casa Santa Marta.
Reflexionando sobre la primera lectura del día de la carta de San Pablo a los romanos, el Papa explicó que el perdón de Dios siempre se da libremente y no se gana con nuestras acciones:
El trabajo que hacemos o nuestras acciones son nuestra respuesta a este amor gratuito y perdón de Dios, que quitó el pecado original y que perdona nuestros pecados cada vez que recurrimos a él.
La hipocresía intenta parecer virtuosa.
En el pasaje del Evangelio de San Lucas leemos acerca de otra forma en que las personas buscan la justificación, tratando de parecer justos y santos.
Ellos son los hipócritas, cuyas vidas están inmundas por dentro, pero por fuera intentan mostrarse virtuosos y santos al mostrar cómo ayunan y rezan o dan a la caridad.
Jesús nos pide que seamos sinceros.
En sus corazones no hay sustancia, pero viven engañados y la suya es una vida de engaños. Jesús siempre nos pide que seamos sinceros en nuestros corazones:
Por eso nos dice que recemos solos, lejos de la vista de los demás, que ocultemos la debilidad que sentimos cuando ayunamos y que ocultemos nuestra limosna, de modo que la mano izquierda no sepa cuál es la derecha.
La falsedad es muy dañina para nosotros.
Jesús nos pide que vivamos coherentemente, porque la falsedad y la hipocresía son muy malas para nosotros. En el salmo de hoy le pedimos al Señor la gracia de la verdad, diciendo:
"Entonces reconocí mi pecado para ti, mi culpa no me cubrió".
Confesamos nuestras faltas al Señor y Él quita nuestro pecado y culpa.
La verdad siempre está con Dios.
Siempre debemos ser sinceros con Dios, así que aprendamos a no acusar a los demás, sino a acusarnos a nosotros mismos, sin tratar de ocultar nuestros pecados al Señor.
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