dominicos
“ Sal de la tierra y luz del mundo ”
Introducción
Aviso: Para quienes no celebran Santo Domingo como solemnidad, ver los comentarios de años anteriores para el martes de la XVIII semana de T.O. año par
La Familia Dominicana, llena de alegría y de un profundo sentimiento de acción de gracias al Señor, celebra hoy la solemnidad de N. P. Santo Domingo, luz de la Iglesia y predicador de la gracia.
El 6 de agosto de 1221, Santo Domingo moría exhausto en Bolonia junto a sus frailes, como él deseaba. Había dado hasta el último aliento de su vida por el Evangelio. Recorrió los caminos de Europa llevando, por todas partes, la Buena Nueva del Señor y extendiendo la obra que el Espíritu Santo le había inspirado: la Orden de Predicadores.
Santo Domingo de Guzmán nos ha dejado un legado extraordinario, del que somos depositarios para la Iglesia los dominicos y dominicas de hoy. Un legado que perdura ochocientos años después y que ha dejado una estela luminosa de amor y servicio al Evangelio, en sintonía con la misión de la Iglesia.
Domingo de Guzmán vivió consagrado con pasión a la Verdad, que es Jesucristo. Dócil al Espíritu Santo, supo mirar la realidad con ojos contemplativos, advirtiendo así las necesidades de la sociedad y de la Iglesia de su tiempo, para dar una respuesta acertada a las mismas. A la fragilidad, carencias, desorientación del ser humano de entonces, Domingo respondió acercando a todos a la “entrañable misericordia de nuestro Dios” con su palabra elocuente y con su vida intachable. Mucho podemos aprender de él hoy en esta “nueva etapa evangelizadora”. Instituyendo una familia de Predicadores, Domingo contribuyó a renovar y reactivar en la Iglesia la fuerza testimonial del Evangelio. Y enseñando que tal predicación, en cuanto testimonio vivo del Señor, debía ser cultivada en la oración, nutrida por el estudio y alentada por la experiencia del amor fraterno.
“Todos cabían en la inmensidad de su corazón”… “A todos amaba, de todos era amado”… “Solo hablaba con Dios o de Dios…” Estas frases sobre Santo Domingo, escritas por alguien que le conoció muy bien: el Beato Jordán de Sajonia, nos muestran la madurez de vida y la intensidad espiritual de su experiencia de Dios. Dicha experiencia se fortaleció también con su delicado amor filial a la Virgen María, Madre de los Predicadores.
Nos cabe acudir hoy, una vez más, a su amor paternal, solidario e intercesor, para recordarle lo que nos dijo en su lecho de muerte: “No lloréis, os seré más útil desde el Cielo…” ¡Cumple, Padre Domingo, lo que prometiste, socórrenos con tus plegarias!
Fray Juan Carlos González del Cerro O.P.
Real Convento de Santo Domingo (Jerez de la Frontera)
Evangelio de hoy y lecturas
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 52, 7-10
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es rey»! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.
Salmo
Sal 95, 1-2. 3. 7-8a. 10 R/. Contad a todos los pueblos las maravillas del Señor.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria. R/.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor
aclamad la gloria y el poder del Señor
aclamad la gloria del nombre del Señor. R/.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.
Segunda lectura
De la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 1-8
Querido hermano:
Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.
Porque vendrá un tiempo en que la gente no soportará la doctrina sana, sino que, para halagarse el oído, se rodearán de maestros a la medida de sus deseos y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas.
Tú estate siempre alerta; soporta lo adverso, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio.
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente.
He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.
Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mi, sino a todos los que tienen amor a su venida.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 13-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los cielos».
Comentario bíblico
de Fray Miguel de Burgos Núñez - Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Os ofrecemos únicamente los comentarios bíblicos de la primera lectura y del Evangelio de los que ofrecemos hoy como posibles para la Solemnidad de Santo Domingo:
Iª Lectura: Isaías (52,7-10): Los pies del mensajero de paz
Este es un himno que el profeta, quien sea, porque estamos leyendo el Deuteroisaías, compone porque en su mente aparece un mensajero que trae los pies cansados. Pero son esos pies, benditos, los que traen la gran noticia, al pueblo, a la ciudad a Sión: paz, salvación. Más aún: Dios reina. Cuando Dios reina todo es distinto. Los reyes de este mundo no saben reinar, porque no son capaces de sellar la paz. Cuando lo han hecho ha sido una paz a medias, no dilatada en el tiempo y en la eternidad. Es eso lo que el profeta proclama ahora a Sión que ha pasado por lo peor. Jerusalén será liberada, el profeta es el vigía del mensajero que llega, un mensajero idílico de la victoria de Dios.
Evangelio: Mateo (5,13-16): Sal de la tierra y luz del mundo
III.1. El evangelio de Mateo, hoy, prosigue el sermón de la montaña con dos comparaciones -no llegan a parábolas-, sobre el papel del cristiano en la historia: la sal de la tierra y la luz del mundo. Todos sabemos muy bien para qué es la sal y cómo se degrada si no se usa. De la misma manera, desde las tinieblas, todos conocemos la grandeza de la luz, del día, del sol. Probablemente son de esas expresiones más conocidas del cristianismo y de las más logradas. En los contratos antiguos se usaba la sal como un símbolo de “permanencia”. Ya sabemos que la sal conserva las cosas, los alimentos… y era un signo de la Alianza en el ámbito del judaísmo por ese sentido de la fidelidad de Dios a su pueblo y de lo que Dios pedía al pueblo. Entonces entenderemos muy bien el final de la comparación: “si la sal se vuelve sosa”… hay que tirarla. Pierde su esencia. No olvidemos que esta comparación viene a continuación de las bienaventuranzas y por lo mismo debemos interpretarla a la luz de la fuerza de las mismas. El cristiano que pierde la sal es el que no puede resistir viviendo en la opción de las bienaventuranzas.
III.2. La luz del mundo, y la ciudad en lo alto del monte… tienen también todo su sabor bíblico. Sobre la luz sabemos que hay toda una teología desde la creación… Pero también se usa en sentido religioso y se aplicaba a Jerusalén, la ciudad de la luz, porque era la ciudad del templo, de la presencia de Dios. Por eso “no se puede ocultar una ciudad”… hace referencia, sin duda a estos simbolismos de Jerusalén, de Sión, de la comunidad de la Alianza. El cristiano, pues, que vive de las opciones de las bienaventuranzas no puede vivir esto en una experiencia exclusivamente personal.. Es una interpelación a dar testimonio de esas opciones tan radicales del seguimiento de Jesús, de la fuerza del evangelio.
III.3. Con estos dichos del Señor se quiere rematar adecuadamente el tema de las bienaventuranzas. Efectivamente, esto que leemos hoy debemos ponerlo en relación directa, no solamente con el estilo literario de las bienaventuranzas, sino más profundamente aún con su teología. El Reino de Dios tiene que ser proclamado y vivido y el Sermón de la Montaña es una llamada global a llevarlo a la práctica. De la misma manera que la Alianza fue sellada en el Sinaí, después el pueblo está llamado a vivirla en fidelidad. La nueva comunidad que tiene su identidad de estas palabras del Sermón tiene que iluminar como una nueva Jerusalén, como una espléndida Sión. Ella misma es el templo vivo de la presencia de Dios, luz de luz. Y la comunidad, y el cristiano personalmente, deben estar en lo alto del monte, de la vida, de la historia, de los conflictos, de las catástrofes, no solamente para mostrar su fidelidad, sino para iluminar a toda la humanidad. Como los profetas soñaban de Sión.
III.4. Los que han hecho las opciones por el mundo de las bienaventuranzas han hecho una elección manifiesta: ser sal de la tierra y luz del mundo. Esto quiere decir sencilla y llanamente que las bienaventuranzas no es para vivirlas en interioridades secretas, sino que hay que comprometerse en una misión: la de anunciar al mundo, a todos los hombres, eso que se ha descubierto en las claves del Reino de Dios. Las bienaventuranzas, son un compromiso, una praxis, que debe testimoniarse. No puede ser de otra manera para quien se ha identificado con los pobres, con la justicia, con la paz. Eso no puede quedar en el secreto del corazón, sino que debe llevarnos a anunciarlo y a luchar por ello. Porque esto de ser sal de la tierra y luz del mundo se ha usado muchos para “santos” especiales; pero no deja de ser un despropósito… es sencilla y llanamente la identificación de la verdadera vocación cristiana. Todo cristiano está llamado a ser la sal de la tierra y la luz del mundo… aunque no llegue a esa santidad desproporcionada.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
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