sábado, 11 de agosto de 2018

Dom 12 Ago Homilía XIX Domingo del tiempo ordinario - Ciclo B

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Introducción
Mientras avanza el mes de agosto, verano en el hemisferio Norte, continuamos sumergiéndonos en el discurso del Pan de Vida que narra San Juan en el capítulo 6 del Evangelio, y que nos va a acompañar aún durante varias semanas. Tras la multiplicación de los panes que impactó y dejó saciados a más de cinco mil hombres en los días cercanos a la Pascua, Jesús siente la necesidad de explicar a sus oyentes el significado de lo sucedido: el ser humano tiene un hambre profunda, una necesidad de algo mayor, y solo Él puede convertirse en alimento auténtico. Comer el pan que Jesús ofrece significa entonces creer en su Palabra, anticipo de la Eucaristía. Esta afirmación suscitará una gran controversia entre sus oyentes.

También nos trae ecos de conflicto la experiencia vivida por Elías en su huída al Horeb, que relata la primera lectura. Ciertamente las dificultades no son ajenas al cristiano, pues forman parte de la vida humana y de las sociedades en las que estamos inmersos. Pero la Palabra nos ayuda a abordarlas y salir reforzados de ellas. La receta más sencilla la ofrece Pablo a los de Efeso: “Sed buenos… sed imitadores de Dios”.


Fr. Javier Garzón Garzón
Convento Santo Tomás de Aquino - "El Olivar" (Madrid)



“ El que cree tiene vida eterna ”
Evangelio de hoy y lecturas
Primera lectura
Lectura del Libro primero de los Reyes 19, 4-8
En aquellos días, Elías llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su criado.
Continuó él por el desierto una jornada de camino, y al final se sentó bajo una retama, y se deseó la muerte diciendo:
–Basta ya, Señor, quítame la vida, pues yo no valgo más que mis padres.
Se echó debajo de la retama y se quedó dormido. De pronto un ángel lo tocó y le dijo:
–Levántate, come.
Miró Elías y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y una jarra de agua. Comió, bebió y volvió a echarse. Pero el ángel del Señor le tocó por segunda vez diciendo:
–Levántate, come, que el camino es superior a tus fuerzas.
Se levantó Elías, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta el Horeb, el monte de Dios.

Salmo
Sal. 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 R: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento, 
su alabanza está siempre en mi boca.
Mi alma se gloría en el Señor: 
que los humildes lo escuchen y se alegren.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor, 
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió, 
me libró de todas mis ansias.

Contempladlo y quedaréis radiantes, 
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha 
y lo salva de sus angustias.

El ángel del Señor acampa 
en torno a sus fieles, y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor, 
dichoso el que se acoge a él.

Segunda lectura
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 4, 30–5, 2
Hermanos: No pongáis triste al Espíritu Santo. Dios os ha marcado con él para el día de la liberación final.
Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo.
Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave olor.

Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Juan (6, 41-52)
En aquel tiempo, criticaban los judíos a Jesús porque había dicho «yo soy el pan bajado del cielo», y decían:
–¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre?, ¿cómo dice ahora que ha bajado del cielo?
Jesús tomó la palabra y les dijo: 
–No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado.
Y yo lo resucitaré el último día.
Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios».
Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí.
No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que viene de Dios: ése ha visto al Padre.
Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.

Comentario bíblico 
de Fray Miguel de Burgos Núñez - Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

También puede ver el comentario de: 

De la sabiduría a la Eucaristía

Iª Lectura: 1Reyes (19,4-8): La fuerza de Dios en el corazón del profeta
I.1. La primera lectura nos narra una de las escenas más maravillosas y excepcionales del profeta Elías, el prototipo del profetismo del Antiguo Testamento, quien en tiempo de Ajaz y la reina fenicia Jezabel, su esposa (en el reino del norte, Israel), luchó a muerte por el yahvismo (la religión judía) que la reina quería “sincretizar” con sus creencias paganas. El profeta Elías, un defensor a ultranza del monoteísmo (sólo existe un Dios, Yahvé, y ninguno más) y de sus exigencias éticas, se enfrenta con la reina y sus lacayos. Sabemos que, en el fondo, es una guerra de religión, un enfrentamiento de culturas, donde el profeta Elías había derrotado a espada a los profetas de Baal (dios cananeo-fenicio) y eso le hace huir hacia el Horeb, que es el monte Sinaí en una tradición bíblica.

I.2. Elías va al encuentro de las verdaderas raíces del yahvismo, como podemos encontrar en Ex 19. El ángel de Dios le anima, le pone un pan y agua para que prosiga en esta huida, como Moisés, hacia el monte de Dios (en el Horeb), para beber en la verdadera fuente del yahvismo. Hay mucho de simbólico en esta narración, como se ha reconocido en la interpretación de los expertos. No todo lo que hay en la historia de Elías y su lucha por el yahvismo es hoy aceptable desde el punto de vista teológico, aunque defender los principios de una religión que se fundamenta en la justicia, como hace Elías en otras ocasiones, sí es ejemplo de radicalidad. Dios viene en ayuda del profeta, porque la lucha es “a muerte”. Defender una causa justa en nombre de Dios, no es apologética o fundamentalismo, o no debe serlo al menos, sino que es humanizar la religión.



IIª Lectura: Efesios (4,30-5,2): Dios, inspirador de nuestra vida
II.1. La segunda lectura prosigue con la exhortación a la vida nueva que lleva consigo el sello del Espíritu que deben poseer los cristianos. Lo que el autor pide, como consecuencia de esta identidad cristiana en el Espíritu, es determinante para conocer lo que hay que hacer como cristianos; es lo que se llama la praxis: evitar la agresividad, el rencor, la ira, la indignación, las injurias, y toda esa serie de maldades o miserias.

II.2. La alternativa es ser imitadores de Dios, es decir, bondadosos, compasivos y perdonadores. No es un imposible lo que se propone en el sentido de que Él sea nuestra vara de medir, sino tener los mismos sentimientos que Dios, como Padre, tiene con todos nosotros; así los debemos tener los unos con los otros. Nos recuerda algunos aspectos del Cristo joánico: como el Padre me ha amado, así os amo yo.



Evangelio: Juan (6,41-51): “Yo soy” el pan de vida
III.1. El contraste entre la Ley del AT y la persona de Jesús es una constante en el evangelio de Juan. Frente a la Ley y su mundo, y especialmente frente a la interpretación y manipulación que hacían los judíos, el evangelio propone a Jesús como verdadera “verdad” de la vida. Por eso mismo, los autores de San Juan se inspiran en la Sabiduría divina a la hora de interpretar el AT y de lo que Jesús ha venido hacer como Palabra encarnada. En el AT se hablaba de la Sabiduría divina que habría de venir a este mundo (cf Pro 1,20ss; 8; 9,1ss; Eclo 24,3ss.22ss; Sab 7,22-8,8; 9,10.17) como Palabra para iluminar en enseñar la forma de llevar a cabo el proyecto salvífico de Dios. Por eso mismo, en este discurso de Jn 6 se tienen muy en cuenta estas tradiciones sapienciales como de más alto valor que el mismo cumplimiento de los preceptos de la Ley. Y en Jn 6 se está pensando que Jesús, la Palabra encarnada, es la realización de ese proyecto sapiencial de Dios.

III.2. El evangelio de hoy nos introduce en un segundo momento del discurso del pan de vida. Como es lógico, Juan está discutiendo con los «judíos» que no aceptan el cristianismo, y el evangelista les propone las diferencias que existen, no solamente ideológicas, sino también prácticas. Su cristología pone de manifiesto quién fue Jesús: un hombre de Galilea, de Nazaret, hijo de José según se creía ¿cómo puede venir del cielo? Es la misma oposición que Jesús encuentra cuando fue a Nazaret y sus paisanos no lo aceptaron (Mc 6,1ss). Las protestas de los oyentes le da ocasión al Jesús joánico, no de responder directamente a las objeciones, sino de profundizar más en el significado del pan de vida (que al final se definirá como la eucaristía). Pero ahí aparece una de las fórmulas teológicas joánicas de más densidad: yo soy el pan de vida. Y así, el discurso sapiencial se hace discurso eucarístico.

III.3. La presencia personal de Jesús en la eucaristía, pues, es la forma de ir a Jesús, de vivir con El y de El, y que nos resucite en el último día. El pan de vida nos alimenta, pues, de la vida que Jesús tiene ahora, que es una vida donde ya no cabe la muerte. Y aunque se use una terminología que nos parece inadecuada, como la carne, la «carne» representa toda la historia de Jesús, una historia de amor entregada por nosotros. Y es en esa historia donde Dios se ha mostrado al hombre y les ha entregado todo lo que tiene. Por eso Jesús es el pan de vida. Harían falta muchas más páginas para poder exponer todo lo que el texto del evangelio de hoy proclama como “discurso de revelación”. El pan de vida, hace vivir. Esta es la consecuencia lógica. Casi todos los autores reconocen que estamos ya ante la parte eucarística de Jn 6.

III.4. Aparece aquí, además, uno de los puntos más discutidos de la teología joánica: la escatología, que es presentista y futura a la vez. La vida ya se da, ya se ha adelantado para los que escuchan y “comen” la “carne” (participación eucarística”). Pero se dice, a la vez, que será “en el último día”. Esto ha traído de cabeza a muchos a la hora de definir qué criterios escatológicos se usan. Pero podemos, simplificando, proponiendo una cosa que es muy importante. La vida que se nos da en la eucaristía como participación en la vida, muerte y resurrección de Jesús no es un simulacro de vida eterna, sino un adelanto real y verdadero. Nosotros no podemos gustarla en toda su radicalidad por muchas circunstancias de nuestra vida histórica. La eucaristía, como presencia de la vida nueva que Jesús tiene como resucitado, es un adelanto sacramental en la vida eterna. Tendremos que pasar por la muerte biológica, pero, desde la fe, consideramos que esta muerte es el paso a la vida eterna. Y en la eucaristía se puede “gustar” este misterio.


Fray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

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