Mar Velasco
mujeresteniamosqueser.com
Que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma,
compañero…
SERVICIO CATOLICO.
Mis queridos hombres, varones de bien que en estos tiempos de ruido andáis, como canta el tango, solos, fané y descangallados; señalados, juzgados, cuestionados, vulnerables, desnortados, sin saber muy bien dónde pisar sin oír un ay; mis queridos hombres, herederos de aquellos que no cambiaron un pañal en su vida y que hoy tenéis un máster en marcas, precios y texturas; que no solo no aguardáis fumando en la sala de espera sino que pedís hacer el piel con piel mientras ella se recupera de la cesárea; que gastáis amor del mayúsculo tratando de comprender y que pasáis con humildad al segundo o tercer plano sin despeinaros más que por dentro.
Mis queridos hombres, herederos del cazador de mamuts que volvía a casa solo para entregar la presa y que hoy sois tan parte del hogar como vuestra santa, que ponéis lavadoras con la misma naturalidad que redactáis un informe, que bañáis a la prole casi con el mismo mimo que laváis el coche, que lo mismo plancháis un huevo que freís una camisa, que entendéis y respetáis que hoy no nos apetezca y aceptáis un cariñoso bufido por respuesta.
Mis queridos hombres que nos enseñáis que no hay un único modo innegociable de hacer las cosas, que no todo ha de estar siempre perfecto, que tenéis la valentía de hacernos ver que nuestra brutal autoexigencia muchas veces termina convertida en una soberbia incapacidad de delegar. Hombres queridos que tomáis la iniciativa y conocéis tan bien como nosotras el trabajo invisible que sustenta un hogar: las citas del médico, los cumpleaños, las facturas del banco, las actividades extraescolares, las terapias, los partidos de fútbol, la cartilla de vacunas o la lista de la compra. Hombres que, por las circunstancias que sean, lleváis solos el peso del hogar o la crianza de los hijos; que sabéis que se acabó la leche, que hay que comprar jabón del lavaplatos, que no abriga tanto el denim como la pana y que miráis atentamente el menú del colegio para programar las cenas.
Mis queridos hombres, empresarios de pro, que reconocéis a vuestras empleadas por su valía y recibís con agrado la noticia de un embarazo porque sabéis que la maternidad es, entre otras cosas, el mayor bien con el que puede contar la economía de un país (por no hablar de la garantía de las pensiones de vuestros hijos); estimados médicos que todavía conocéis la palabra delicadeza y no construís frases tipo “Hágase la amnio que aún estamos a tiempo” o “Me imagino que querrá usted aprovechar la cesárea para ligarse las trompas”…
Mis queridos hombres, apreciados maestros que educáis en el respeto a nuestros hijos y queridos hombres jóvenes y adolescentes que quizá no habéis oído decir que el amor consiste en buscar el bien del otro antes que el vuestro pero lo intuís y lo ponéis en práctica; queridos abuelos, viudos y jubilados que pasasteis haciendo el bien y seguís haciéndolo a diario; maravillosos educadores de nietos, abuelos nodriza, cuidadores veinticuatro horas de abuelas con alzheimer, demencia o enfermedades degenerativas, que os alimentáis de frases como “ella no sabe quién soy yo, pero yo sí sé quién es ella”.
Mis queridos hombres, inmensa mayoría silenciosa, padres, esposos, novios, compañeros, amigos, hermanos, que en un par de tardes habéis visto cambiar el cuento más que en varios siglos de literatura y que en un par de generaciones os habéis tenido que reeducar a base de esfuerzo, que habéis logrado lo impensable y que contempláis con serena y consciente responsabilidad el camino que queda por andar: qué orgullosas estamos de vosotros.
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