Publicada: 07 Ene 2018 03:00 PM PST
Sólo a mi Dios le importa. Y él, mejor que nadie, conoce lo que siento
Con el paso del tiempo aprendo a la vida. Aprendo cosas que antes no sabían, solo con el paso del tiempo. Tiene el tiempo la buena costumbre de enseñar al alma lo que al nacer no sabe. La experiencia se guarda en el recuerdo como un gran tesoro. La amaso como una fortuna y voy sacando de mis años pasados lo que me sirve para el presente.
Escribe Jorge Luis Borges: Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma. Y uno empieza a aprender que los besos no son contratos. Y los regalos no son promesas. Y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta. Y los ojos abiertos. Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionar que al final no sean como esperabas. Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor es el futuro, sino el momento en que estabas viviendo justo en ese instante. Con el tiempo presente que aunque sea feliz con los que están a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estuviste contigo y ahora se hayan marchado.
No sé bien, es mi lista de aprendizaje. Esos nuevos valores que el tiempo me han ayudado a guardar bien dentro. Con el tiempo, él aprendió que no todo lo eficiente merece la pena. Y las prisas no traen nada nuevo. Con el tiempo sé que lo que hoy no disfrute mañana lo echaré de menos.
Y si hoy no amo bien a los que tengo cerca, quizás mañana a los antes, antes de que me dé cuenta. Con el tiempo he aprendido a vivir el presente, un degustarlo, gota a gota. Y aprendí a no pensar en lo que podía haber sido.
El tiempo me ha enseñado que las cosas tienen el valor que yo les doy, ni más ni menos. Y por eso me da miedo dejar de lado lo que de verdad importa. Las personas que me importan, los lugares que amo, las vivencias que me llenan.
Con el tiempo he aprendido a mirar la derrota y la victoria como aves de paso. No sé si lo he aprendido, pero sí aprenderlo. Los triunfos hoy están y mañana se han ido. Igual que los fracasos. He aprendido a decir lo que pienso, lo que siento, para no reprocharme más tarde no haberlo hecho a tiempo.
Con el tiempo, él aprendió que no cuando era no mantener el campo en el momento, cuando es sí lo que deseo. Decidió besar la verdad de mi vida, y despojarme de los disfraces que protegen mi alma. A un lado arrojo las máscaras. Que no me dejan solo
Con el tiempo me puso en el suelo el muro que cubre mis heridas. Para dejar que entre la luz, el aire, y se cuele Dios por la rendija. Es verdad que me da miedo el dolor, pero él aprendió que es más sano que vivir escondido.
Una poesía dice así: Por haber amado tanto me ha tocado a mí sufrir. Llorar cuando ya no tengo, sentir la ausencia en el tiempo. Es duro el paso del tiempo, que cuanto más amado, más sé que temo perder. Será mi camino frío, en la ausencia de quien amo. Será mi vida un desierto. Lo sé. Es tal vez por eso, sí, por eso, que tanto como la muerte, habiendo amado la vida.
Con el tiempo, él comprendió que amar merece la pena. Aunque me toque sufrir. Y que al final del camino soy yo mi mejor compañía. Y no quiero estar todo el día huyendo de mi verdad, de mi soledad, de mí mismo.
Él decidió por eso pintar en un cuadro el color de mi alma. Pongo vivos colores. No me gustan los tonos grises. Alargo mis formas, al estilo del Greco. Pareceré más alto, quizás más cerca del cielo.
Y dejaré a mis pies una zarza ardiendo. Expresión del amor que no quiero que pase. De la vida más honda que yo quiero vivir De la pureza eterna que anhelan hoy mis ojos. Pintaré mi vida como una sucesión de sueños. Enrañada mi alma en el más hondo de la tierra, gruesas raíces. Y anclada al mismo tiempo, no sé muy bien cómo, en un mar verde y hondo.
Hoy, con el paso del tiempo, aprendo las melodías son grabadas en el alma para siempre. No se olvidan. Nunca mueren Y los temas principales de mi vida se repiten cada día. Y no me asusto con mis lágrimas cuando vuelven. Sé que llorado mucho. Y me ha dolido la vida. Tal vez por haber amado.
No me siento seguro en mis risas. Pero me gusta reírme a carcajadas. Sé muy bien que muchas alegrías son pasajeras. Tampoco importa. El paso del tiempo no sana las heridas. Eso no. Al recordar el dolor quizás lo siento muy vivo.
Pero el paso del tiempo me enseña que mi herida es la grieta de luz por la que entra la vida y la esperanza. Y se cuelan los sueños y con ellos, Dios en mi alma. Aunque a veces lo olvide. Cuando el dolor es hondo. Con el paso del tiempo quiero más a mi Dios, que camina conmigo. Que es presencia muy viva en mi alma de una luz que aviva mis colores. Una luz más fuerte que al principio del camino.
El paso del tiempo cuenta. Lo he vivido Aunque alguien me diga que no tenga valor los años que acumulo. Me miran con desprecio al almacenar días. Mis canas me delatan, mi torpeza, mi memoria, mi sabiduría, mis conocimientos.
Algunos no los valoran. Los desprecian. Parece que ya no cuenta si soy o no más sabio. Como el valor por encima de todos los valores fuera de los años, el no dejar nunca de ser joven. Me gustaría tener una vida entera abierta antes de mí cuando era era niño. Pero a la vez comprendo que es mucho mejor que ahora veo, alzado sobre mis años.
Veo esa nueva oportunidad para tomar decisiones. Ese nuevo comienzo que Dios me regala al darme la vida. Un nuevo día. Puedo decidir siempre de nuevo. Puedo elegir un final feliz para mi historia.
Me gustaría amar lo que tengo ahora, en lugar de vivir angustiado por lo que nunca ha sido. Quiero purificar mi memoria, que el tiempo ha dejado herida. Se la entrego a mi Dios para que calme mis ansias. Alegre mis penas. Llene de luz mis sombras.
No tengo miedo a vivir. Porque ya vivió mucho. No quiero tener más poder. Ni más fama. Ni más gloria. No deseo cumplir las expectativas del mundo. Ni que todos me quieran.
En la película The Greatest Showman. escucho: No hace falta que te quiera todo el mundo, basta con pocas personas. Así quiero vivir. Me lo ha enseñado el tiempo. Si no le gusta a alguien la forma como vivo. Ni aplaude mis palabras. No temo Sigo firme. No busco complacer. Sólo a mi Dios le importa. Y él, mejor que nadie, conoce lo que siento.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia
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