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Pregunta
“Saludos, estimado Dante. Veo que, según dices en tu libro ¿Dios existe?, no te seduce mucho el argumento moral.
¿Qué piensas con respecto a la moral? El apóstol Pablo dice que los gentiles que no tienen ley hacen por naturaleza lo que es de la ley, mostrando la obra de Dios en sus corazones. En esa misma línea, el iusnaturalismo propone de una manera interesante la existencia de una ley natural. Ahora, si la moral no encuentra en el hombre su fundamento, ¿no es plausible pensar que Dios es dicho fundamento?
Antes yo creía que la objetividad de los valores y deberes morales era equivalente a universalismo, pero no es así. No hace falta que todos piensen igual. Así como existen personas que poseen una incapacidad en su percepción sensorial, como los ciegos que no pueden ver objetos reales como árboles, creo que existen personas con una incapacidad moral que no pueden distinguir el bien del mal. Aunque si una persona realmente es alguien con una percepción moralmente no dañada, podrá ver que torturar a un niño por diversión o el holocausto nazi son cosas realmente malas.
Es interesante abordar ese argumento porque a menudo los ateos usan el Antiguo Testamento para decir que Dios es malo, pero al hacerles ver que ellos no tienen un fundamento moral, su juicio se cae. ¿Qué opinas al respecto?
Que Dios bendiga y prospere cada uno de tus proyectos”.
DP – Costa Rica
Respuesta de Dante A. Urbina
Paso a responder y/o comentar los puntos que mencionas:
1) En efecto, has sido exacto con tu frase cuando dices que el llamado argumento moral, de acuerdo con el cual se infiere la existencia de Dios a partir de los valores morales objetivos y que ha sido bastante popularizado por el apologista cristiano William Lane Craig, “no me seduce mucho”. O sea, como dejo bien en claro en mi libro ¿Dios existe?, no es que rechace tajantemente tal argumento, sino que tengo ciertas reservas sobre su conveniencia apologética. Y es que, en principio, no me parece una vía muy conveniente ni segura inferir la existencia de Dios a partir de la de los valores morales objetivos, sino que más bien me parece más consistente y metodológicamente sólido el camino inverso. Así, como digo en mi libro, creo que “lo que puede hacer el apologista es primero probar la existencia de Dios en base a los argumentos aquí desarrollados [es decir, las cinco vías de Santo Tomás de Aquino con el refinamiento filosófico y científico que les doy en la obra] y luego mostrar que ello implica la existencia de valores y deberes morales objetivos. O sea, primero se prueba por medio de la razón la existencia de Dios y luego, una vez establecido esto, se muestra que ello tiene profundas implicancias sobre el cómo debemos vivir” (1).
2) “¿Qué piensas con respecto a la moral?”, me preguntas. Pues, como queda claro de lo dicho en el punto anterior, creo firmemente en la existencia de valores morales objetivos. Mi digresión es metodológica, no de contenido. O sea, no es que yo diga “Porque hay valores morales objetivos, hay Dios”, sino “Porque hay Dios, hay valores morales objetivos”. Y, como creo firmemente en Dios, en consecuencia, ello aplica también para los valores morales objetivos. En ese sentido, en el debate filosófico-jurídico entre iusnatualismo (de acuerdo el cual existe una “ley natural” básica trascendente y previa a la sociedad) e iuspositivismo (de acuerdo con el cual toda ley se reduce absolutamente a una mera “construcción social”), yo me inclino fuertemente por el primero. Así, por ejemplo, no creo que el derecho a la vida se derive de un mero “contrato social” sino que considero que es trascendente y previo a toda sociedad. La sociedad lo reconoce (o debe reconocerlo), pero no lo crea. Además, como tomista, es claro que reconozco la existencia de la “ley natural” pues este era un punto clave del pensamiento de Santo Tomás de Aquino (2). Y, por supuesto, es claro que esta noción se infiere de lo dicho por Pablo respecto de que “cuando los que no son judíos ni tienen la ley hacen por naturaleza lo que la ley manda, ellos mismos son su propia ley, mostrando así que tienen la ley escrita en su corazón” (Romanos 2:14-15). ¿Pero de dónde sale esa ley inscrita en el corazón del hombre? Pues no de la mera naturaleza, dado que allí todo simplemente “es”, no hay un “deber ser”. Tampoco puede venir del hombre, pues él ya viene con esto dado. Luego, la opción más plausible es, efectivamente, Dios. Ahora bien, si uno apela los valores morales objetivos para fundamentar la existencia de Dios y a la existencia de Dios para fundamentar los valores morales objetivos estaría cayendo en una falacia de razonamiento circular. Y téngase en cuenta que, en lugar de tomarlos como meros “hechos brutos”, fundamentar la existencia de los valores morales objetivos resulta muchas veces necesario en los debates con ateos precisamente porque varios de ellos rechazan desde ya la premisa “Existen los valores morales objetivos”. No obstante, en mi metodología no se corre el mencionado riesgo de razonamiento circular pues apelo a Dios para fundamentar la existencia de valores morales objetivos pero la existencia de Dios ya la habría demostrado previamente por medio de argumentos independientes a toda apelación a una moral objetiva (las cinco vías de Santo Tomás de Aquino). Este enfoque tomista me parece realmente el más sólido y seguro.
3) En cuanto a lo del “universalismo”, es correcto distinguirlo de la objetividad: si algo existe objetivamente, ello es así independientemente de si lo reconocen todos o nadie. De este modo, así como Dios no dejaría de existir incluso si todos los seres humanos se volviesen ateos, lo objetivo de los valores morales seguiría “estando allí” incluso si nadie creyera en ello (algo así como una distopía relativista). Ahora bien, es cierto que hay ciertas personas que pueden tener “dañada” su capacidad de juicio moral; sin embargo, no creo que esta capacidad se pierda de modo absoluto en ningún ser humano consciente. Es decir, la capacidad de juicio moral puede estar dañada pero no anulada. Precisamente es por ello que podemos atribuir responsabilidad moral por sus actos a todo ser humano consciente (otro es el caso, excepcional, de quienes, por ejemplo, padecen de locuras o afecciones similares, pudiéndose discutir su inimputabilidad, como es que efectivamente se hace en el Derecho) y de ahí que Pablo explique en el Juicio Final los gentiles que no tuvieron la oportunidad de conocer la ley judía serán juzgados por Dios conforme a la “ley escrita en su corazón” que “los acusará o los defenderá” (cfr. Romanos 2:15-16). Eso no sería posible si la conciencia moral se perdiese al 100%. Por tanto, siempre habrá una conciencia moral “en el fondo”, que estará allí, aunque sea en una forma mínima, por más que con nuestras palabras y actos le demos la contra e intentemos ignorarla. De este modo se concilian ambos puntos: la permanencia de la ley moral básica que Dios ha escrito en el corazón de todos los hombres y el hecho de que veamos casos concretos de personas que le dan la contra o hasta explícitamente la niegan. Ergo, suscribo la perspectiva del Aquinate cuando este dice que “En cuanto a los principios básicos, la ley natural no puede en modo alguno ser borrada de los corazones de los hombres (…). Puede ser abolida, sin embargo, en algún caso concreto cuando, por efecto de la concupiscencia o de otra pasión, la razón se encuentra impedida para aplicar el principio general a un asunto particular” (3). O sea, el “marco teórico” básico de la moral permanecería en la razón aun cuando en casos particulares haya individuos que no lo apliquen en la práctica.
4) Respecto de la discusión con los ateos sobre el -según dicen- “Dios malo del Antiguo Testamento”, yo tomo otra metodología. Efectivamente, coincido en que el ateísmo no puede fundamentar la moral, y eso lo puedo discutir perfectamente a nivel filosófico general. De hecho, en mi otro libro sobre la existencia de Dios, titulado ¡Dios sí existe!: Cómo defender racionalmente esta verdad ante ateos, agnósticos e incluso creyentes, discuto ampliamente esto mostrando cómo varios intentos ateos de fundamentar propiamente la moral son arbitrarios e inconsistentes (4). Pero no es propio de mi esquema apologético discutir sobre dilucidación bíblica con un ateo. Y es que en esto procuro ser muy ordenado: primero se discute el teísmo en general y luego, si es que la otra parte ya ha aceptado realmente (y no meramente de forma hipotética) la validez del teísmo, se puede entrar a dilucidar cuestiones religiosas en particular (como sería todo lo relativo al entendimiento de la Biblia). Caso contrario, se terminan combinando dos debates en uno a costa el orden y la rigurosidad. Sea lo que fuere, ya desde mi metodología puedo mostrar al ateo que no puede propiamente fundamentar la moral refutando desde la razón las diversas alternativas que presente sin tener que depender de formulaciones específicas del argumento moral como la de Craig (5). De hecho, ya he realizado tal tarea como se puede comprobar en las refutaciones que ofrezco en mi libro ¿Dios existe? a los intentos de fundamentación atea de la moral desde las perspectivas subjetiva, sociológica, evolutiva y utilitarista (6).
Referencias:
1. Dante A. Urbina,¿Dios existe?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer, Ed. CreateSpace, Charleston, 2016, p. 18. (http://danteaurbina.com/dios-existe-el-libro-que-todo-creyente-debera-y-todo-ateo-temera-leer/)
2. Véase: Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I-IIae, q. 94.
3. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I-IIae, q. 94, art. 6, rpta.
4. Véase: Dante A. Urbina, ¡Dios sí existe!: Cómo defender racionalmente esta verdad ante ateos, agnósticos e incluso creyentes, Ed. CreateSpace, Charleston, 2017, pp. 64-67, 71-74, 76. (http://danteaurbina.com/dios-si-existe-como-defender-racionalmente-esta-verdad-ante-ateos-agnosticos-e-incluso-creyentes/)
5. Cfr. William Lane Craig, Reasonable Faith, Ed. Crossway Books, Weathon, 2008, p. 172.
6. Véase: Dante A. Urbina,¿Dios existe?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer, Ed. CreateSpace, Charleston, 2016, pp. 190-192.
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