domingo, 21 de enero de 2018

Constantes en la constancia

orar con el corazon abierto


ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios


Tercer sábado de enero con María en el corazón. Se habla mucho de la humildad y la obediencia de la Virgen pero se olvida esa característica tan suya que fue la constancia.
María, mujer de oración, fue constante en su vida espiritual. En la constancia reside toda clave del éxito espiritual. Un alma timorata, amedrentada o pusilánime poco acrecienta su cercanía con el Señor. Se trata de que el propio espíritu no decaiga y que los avatares de nuestra vida no mermen nuestra paz interior y la confianza en Dios. Es la mejor manera de sentir que Dios nos acompaña y que lo hace en la alegría y en el dolor, en la salud y la enfermedad, en la serenidad y la tribulación.
Como María hay que trabajar por la gloria de Dios y la salvación de nuestros hermanos sin componendas humanas, sin preocuparse si al esfuerzo no le sobreviene el éxito que de forma habitual no va ligado con el esfuerzo porque si dependiera de él en nuestros apostolados no encontraríamos tanto desánimo. La obra de la gracia actúa en el corazón del hombre a través del camino de la constancia. El Señor nos puede colmar de dones pero si no ponemos de nuestra parte no puede obrar en nuestro corazón. Dios busca la tierra fértil para sembrar en nuestro interior, una tierra que se abra al don de la gracia. Y esa gracia hay que cultivarla, como el sembrador constante en el día a día de su vida para recoger los frutos, por medio del encuentro diario con Cristo en la oración, la meditación y la práctica sacramental. A la santidad no se llega de golpe, es preciso caminar de manera constante con mirada de eternidad.


¡En este sábado, María, quiero seguir tu ejemplo de constancia porque Tu te me presentas como la persona que, habiendo recibido de Dios una vocación, sigues con fidelidad y constancia lo que el Padre te reclama, y en colaboración con Cristo, ofreces toda tu vida, tu corazón y tu mente, para realizar tu misión de Madre y Virgen; me enseñas que la paciencia y la constancia son los elementos que sintetizan el compromiso humano y el confiarse en Dios; y me ayudas a potenciar mi pobre tenacidad interior, esa resistencia del ánimo que me permiten no desesperar en la espera de una petición al Padre que tarda en llegar, sino de aguardarla en mi corazón con esperanzada confianza! ¡Concédeme, Señor, la paciencia necesarias para soportar las largas esperas, para asumir los desafíos de cada día, para adaptarme a los imprevistos que surgen en mi vida, para apreciar la belleza de las cosas sencillas, para soportar aquello que me provoca incomodidad y aceptar vivir con mis propios límites! ¡Totus tuus, María!

De la compositora inglesa Rebecca Clarke disfrutamos hoy de su Ave María dedicado a la Virgen:






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