jueves, 21 de diciembre de 2017

La felicidad, las ratas y nuestra frenética vida




Me llamaron la atención tres cosas de este video: la primera, que el ratón nunca se detuvo a mirarse a él mismo. Me puse a pensar en la importancia de reconocer, agradecer y disfrutar lo que tenemos. Como dice Martín Descalzo, en su libro «Razones para la alegría»: «No tener que esperar a encontramos con un ciego para enterarnos de lo hermosos e importantes que son nuestros ojos. No necesitar conocer a un sordo para descubrir la maravilla de oír».

Lo segundo es que a veces vivimos como verdaderas ratas. Somos egoístas y autómatas. Nos hace falta algo que centre nuestra existencia y tener algo hacia lo que dirigir nuestras energías. La importancia de caminar hacia eso incesantemente, aunque sea con algunos retrocesos. Aprender a aceptar la lenta maduración de las cosas, comenzando por nuestra propia alma. Aspirar siempre a más, pero no a demasiado más. Dar cada día un paso.

y la tercera, y creo la más importante, es que la pobre rata de nuestra historia, nunca encuentra la felicidad porque no se da cuenta de las pequeñas felicidades que se pierde en el camino por no detenerse y mirar. Porque busca donde no está y porque termina esclavizada a un trabajo “que la hace infeliz” porque nunca supo encontrar la alegría en lo cotidiano, esperando una felicidad absoluta, completa, una que se construye y no llega por arte de magia.




Y para terminar mi reflexión, solo recordar esto tan acertado que nos dice Descalzo:

«Me parece que la primera cosa que tendríamos que enseñar a toda persona que llega a la adolescencia es que los humanos no nacemos felices ni infelices, sino que aprendemos a ser una cosa u otra y que, en una gran parte, depende de nuestra elección el que nos llegue la felicidad o la desgracia. Que no es cierto, como muchos piensan, que la dicha pueda encontrarse como se encuentra por la calle una moneda o que pueda tocar como una lotería, sino que es algo que se construye, ladrillo a ladrillo, como una casa.

Habría también que enseñarles que la felicidad nunca es completa en este mundo, pero que, aun así, hay raciones más que suficientes de alegría para llenar una vida de entusiasmo y que una de las claves está precisamente en no renunciar o ignorar los trozos de felicidad que poseemos por pasarse la vida soñando o esperando la felicidad entera.

Sería también necesario decirles que no hay «recetas» para la felicidad, porque, en primer lugar, no hay una sola, sino muchas felicidades y que cada hombre debe construir la suya, que puede ser muy diferente a la de la de sus vecinos. Y porque, en segundo lugar, una de las claves para ser felices está en descubrir «qué» clase de felicidad es la mía propia».

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