Publicada: 26 Dec. 2017 03:07 PM PST
Reflexiones del obispo auxiliar de Los Ángeles Robert Barron
No se entiende fácilmente la existencia de un Dios infinitamente bueno con la existencia de un infierno también eterno.
El obispo auxiliar de Los Ángeles, Robert Barron, uno de los líderes más tecnológicos que tiene la Iglesia, conocido por sus apariciones en las redes sociales, en blogs y podcasts, reconoce que “incluso muchos cristianos que aceptan con agrado las doctrinas sobre el cielo y el infierno, encuentran la enseñanza sobre el purgatorio extravagante y arbitraria, sin fundamento bíblico”.
El obispo auxiliar de Los Ángeles, Robert Barron, uno de los líderes más tecnológicos que tiene la Iglesia, conocido por sus apariciones en las redes sociales, en blogs y podcasts, reconoce que “incluso muchos cristianos que aceptan con agrado las doctrinas sobre el cielo y el infierno, encuentran la enseñanza sobre el purgatorio extravagante y arbitraria, sin fundamento bíblico”.
“Dios no envía a nadie al infierno, más bien la gente escoge ir allí libremente. Las puertas del infierno están siempre cerradas con llave, desde dentro”, señaló el escritor Lewis. “Si hay seres humanos en el infierno, es porque han insistido claramente en ello”, escribe Barron en un libro que ahora se ha traducido al español, Catolicismo, publicado por Rialp.
Robert Barron (Chicago 1959), doctor en Teología y máster en Filosofía y es obispo auxiliar de Los Ángeles desde 2015.
Monseñor Barron considera que “no podemos declarar con total certeza que nadie, ni siquiera Judas o Hitler, haya escogido cerrar con llave definitivamente la puerta al amor divino”. Y prosigue: “La liturgia nos anima a rezar por todos los muertos, y como la ley de la oración es la de la fe, hay que agarrarse a la esperanza de que todos se salven”.
Para muchos cristianos, el purgatorio aparece como un residuo de la Edad Media, una enseñanza supersticiosa y superflua, sin claro soporte bíblico. Según el Catecismo de la Iglesia Católica, los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque estén seguros de su eterna salvación, sufren después de la muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del Cielo.
La Iglesia llama “purgatorio” a esta purificación final de los elegidos (CIC 1030-1031).
Sin duda, la palabra purgatorio no está en la Escritura, “pero tampoco lo están Encarnación y Trinidad”, aclara Barron. Y sin embargo se puede argumentar que las semillas de la idea del purgatorio sí se encuentran en las Escrituras , en el libro de los Macabeos (2 Mac 12, 44-46).
El cielo
El cielo no tiene siempre buena fama entre los pensadores: Marx y Freud apuntan a la existencia del cielo “como señal de ingenuidad”.
El obispo Barron cree que “parte del genio de la tradición católica reside en no rechazar nada”. Todo lo que se trata en un compendio sobre catolicismo (Dios, Jesús, la Iglesia, los sacramentos, la liturgia…) “está ahí para llevar a la gente al cielo”, recuerda este obispo estadounidense.
El cielo es el destino y el sentido que alienta a tantos creyentes, y ha sido imaginado de muchas maneras. Hay muchas imágenes del cielo en la Biblia y en la tradición: el banquete, la boda, el vino del Reino, la luz, la paz, la casa del Padre, el paraíso, la Jerusalén celestial, el descanso eterno, el refrigerio… (CIC 1027).
“Muchos cristianos son más platónicos que bíblicos al concebir el fin de la vida espiritual como salirse de este mundo e ir al cielo”, apunta Barron.
El obispo Barron, de 59 años, sugiere “pensar en el cielo como una especie de juego”, con muchos participantes en torno a un objetivo común, y con todas sus capacidades y energías totalmente empeñadas.
Miriam Díez Bosch
No hay comentarios. :
Publicar un comentario