Foto: AFP Photo/Taha Jawash
Un reportaje de la CNN sobre la venta de migrantes en tránsito hacia Europa como esclavos en Libia ha introducido en la agenda una realidad que, desde hace años, muchos venían denunciando. El cinismo europeo resalta aún más cuando la respuesta se reduce a un plan de deportación de migrantes hacia sus países de origen, la mayoría subsaharianos. Mientras Europa aplaude el liderazgo moral del Papa por su defensa de los refugiados rohinyá, mira hacia otro lado en una crisis que tiene ante sus propias narices y de la que ella misma es responsable. Primero fue el derrocamiento de Gadafi sin un plan para el día de después, a lo que ha seguido una política migratoria que el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU califica de «inhumana» y que aboca a los migrantes a ponerse en manos de las mafias. Pero si los gobiernos renuncian a encauzar de forma sensata un fenómeno que es claramente imparable –y que, bien gestionado, sería beneficioso para todos–, ello se debe al rechazo hacia el extranjero en la opinión pública. Por eso es tan urgente que la Iglesia y otras realidades sepan dar esta batalla cultural.
Alfa y Omega
Fecha de Publicación: 07 de Diciembre de 2017
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