jueves, 2 de agosto de 2018

Reflexiones / Reflexiones 5 formas de luchar contra un corazón inquieto

mujer recostada piso pensando deprimida


Algunas formas de encontrar nuevamente el sendero que lleva a Dios cuando nos desviamos del camino  


"Tú nos mueves para deleitarnos en alabarte;  Nos has formado para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti" (San Agustín, Confesiones)

Yo creo que la mayoría de los escritores son naturalmente introspectivos y reflexivos. Mientras yo estaba en la Adoración Eucarística hace una semana, oraba por muchas cosas, incluyendo por fuerza y coraje para mantenerme enfocado en el camino que Cristo quiere que siga y para que mi mente y mi corazón estén preparados para los retos que atravieso en lo familiar y lo laboral.

Suelo recordar algunas veces, que debo dejar que mi mente se vaya aquietando y trato de escuchar mucho mientras oro. Esa frase de San Agustín que esta al inicio, la cual es una de mis favoritas, cruzó por mi mente y no pensé en muchas otras cosas mientras estaba en la Capilla de la Parroquia. La palabra de la frase que resonaban en mi cabeza junto a mi deseo de mantenerme en el camino correcto era inquieto.


¿Por qué inquieto?
La inquietud ha estado presente siempre en mi vida. Pienso en la incómoda inquietud que comencé a sentir siendo un adolescente, deseando abandonar el hogar, irme a la universidad, o tener una carrera exitosa, pero no. Entonces pensé que casarme y tener una familia, calmaría mi inquietud, pero tampoco lo logró. No fue sino hasta 2005, cuando experimenté una profunda conversión personal, me entregué a Cristo y me uní a la Iglesia Católica junto con mi familia, que reconocí que mi mal diagnosticada inquietud era realmente una búsqueda de toda la vida en busca de la Verdad. Cuando encontré la Verdad, ¿se terminó mi inquietud? No, pero ahora se manifiesta de formas diferentes.

Habiendo experimentado la Verdad de Cristo en la Iglesia que El fundó, creí que mi búsqueda había terminado cuando realmente solo estaba comenzando. He llegado a comprender que mi conversión y entrega a Cristo debe ser un proceso continuo y no un evento que ocurrió en un momento único.

Mi inquietud aun aparece de vez en cuando, especialmente cuando no estoy activamente viviendo mi vida de fe. Cuando mi naturaleza pecaminosa me aleja de Cristo, tengo la sensación de pérdida como un dolor intenso que solo mejora cuando me comienzo a acercar nuevamente a Él.

¿Cómo puedo encontrar nuevamente el sendero que me lleva a Dios cuando me desvío del camino?

Los Sacramentos
Específicamente, he focalizado mi tiempo y atención en los Sacramentos de la Eucaristía, Reconciliación y Matrimonio. Trato de estar consciente de la increíble bendición y el milagro que recibo a través del Cuerpo y la Sangre de Cristo en Misa o al orar ante el Santísimo Sacramento durante la Adoración. Asisto más frecuentemente a la Reconciliación para confesar mis pecados y realizar (¡otra vez!) que bendición es estar casado con mi maravillosa esposa.

Vivir mi vocación
Debo recordar que mi vocación no es mi carrera. Mi vocación es ayudar a mi familia y todos los demás a llegar al cielo. Mi trabajo consiste en servir a mi familia, no lo contrario.

Practicar el desprendimiento
El mundo está constantemente tratando de llevarnos lejos de nuestra relación con Cristo. Cuando practico el desprendimiento de nuestra cultura y sus influencias negativas reconozco más claramente el valor de las bendiciones que he recibido de nuestro Señor.

Servir a otros
Darme a los demás es el mayor regalo que me puedo dar a mí mismo. Cuando me dedico al servicio en un ministerio, escribir, dar charlas o simplemente aconsejar a quienes lo necesitan, siento que estoy sirviendo a Cristo y viviendo de acuerdo a Su voluntad.

Ser humilde
Mi orgullo es un gran obstáculo en mi relación con Cristo. Es a veces tan palpable que siento que me ahogo en ese pecado que es tan común y difícil de sobrepasar. Oro por humildad todos los días.

Una buena oración
Yo oro todos los días, pero ¿hago una buena oración? Encontrar un tiempo quieto o ser capaz de perderme en la oración mientras hago ejercicio o mientras conduzco a casa es un don precioso que busco diariamente. Rezar el Rosario, bendecir cada comida, la Liturgia de las Horas y el Examen Diario Jesuita son las piezas fundamentales de mi vida de oración. Cuando estoy orando sé que hablo con Aquel a quien amo y sirvo.

Mi insatisfecha inquietud a través de los años oscureció mi visión y muchas veces me retuvo de ver los milagros de Dios a mi alrededor. Le dije que no a Dios por más de dos décadas hasta que dejé a un lado mi orgullo y me rendí a Él en el 2005. Cuando le di vuelta a las cosas y comencé a decir “Si”, redireccioné esa energía, que hasta ahora era negativa, para servirle. Ahora, tengo la bendición de ver la mano de Dios en mis hijos, mi matrimonio, mis amistades, mi trabajo, lo que escribo, mi vida de oración y el trabajo ministerial que tengo el privilegio de realizar en la Iglesia.

También he llegado a reconocer durante los últimos años que cuando uno verdaderamente experimenta la Verdad, nunca puedes tener suficiente de ella. Es un deseo que solo puede ser satisfecho por Jesucristo y por el camino en el que la Iglesia Católica te lleva a Jesús.

Tal vez tenga que luchar con un corazón inquieto, pero sé que siempre encontraré la paz que busco si soy fiel a seguir a Cristo y Su Iglesia.

San Agustín….ruega por nosotros. Amen.

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