jueves, 30 de agosto de 2018

3 consejos para que no te encuentren desprevenido




Cuántas veces limpio a profundidad mi corazón y lo preparo para la visita de Jesús?


Por: Julia Volcán | Fuente: New Fire 


Cada vez que me presento en un lugar nuevo y me toca decir de dónde soy, hay una breve pausa, no sé qué decir, porque he vivido en varios lugares del país y la verdad es que las personas terminan confundidas.

Me gradué de arquitecto y cuando estudiaba en la universidad vivía en una ciudad llamada Valencia, a 4 horas del lugar donde vive mi familia. Mi mamá y mi papá me visitaban frecuentemente, pero siempre pasaban dos cosas: me avisaban cuando iban saliendo o simplemente llegaban, tal cual, paracaídas. ¡No me daba tiempo de arreglar la casa!

Sentía pena con ellos porque siempre había algo fuera de su lugar: cartones en el piso, papel, lápiz y todo tipo de material que utilizaba para hacer mis trabajos. Lo que significaba que la casa no estaba en condiciones para recibirlos de la mejor manera. Terminaba ordenando a medias para que no me dijeran nada.


Les cuento esto porque era una situación que se repetía a menudo, y pensaba en lo triste que era recibirlos así cuando sé que se merecen lo mejor. Poco a poco, fui creando hábitos para que no me tomara por sorpresa y estar preparada… aplicaba la frase “no se sabe ni el día ni la hora”.

Así fue como me comencé a cuestionar: ¿Cuántas veces limpio a profundidad mi corazón y lo preparo para la visita de Jesús? Si hoy me tocara encontrarme con Dios, ¿qué le voy a ofrecer?.


Es cuestión de prioridades

“Hay tiempo para todo, es cuestión de prioridades”, es una de las frases que mi mamá siempre me repetía. Sin duda, tiene mucha razón.

Desde pequeños nos han enseñado a cumplir ciertos parámetros que nos ayudan a crecer como personas, sobre todo en el ámbito humano: ir al colegio, graduarnos, comenzar la carrera universitaria, comenzar a trabajar para luego formar una familia, o por lo menos es el común denominador dentro de los objetivos a alcanzar en la vida.

Estamos ocupados en lo práctico, las 24 horas del día no rinden para hacer todo lo que queremos estudios, viajes, fiestas… ¿y qué hay después de alcanzar todo esto?, ¿qué pasa dentro de ti?.

    “Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas cosas, cuando en realidad una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, y nadie se la quitará”. Lc 10, 41-42

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Por eso, quiero dejarte algunos consejos que podrán ayudarte a organizarte mejor:  
1. Haz una lista

Selecciona las tareas que consideres más importantes o “de mayor prioridad”. Organizar tu día es vital para tener en mente los objetivos a alcanzar, pero no descuides limpiar y organizar lo que hay en tu corazón.

    “Lo que exteriorizas es reflejo de lo que hay en tu interior”

La vida espiritual te fortalece y te ayuda a enfrentar todos los retos del camino, te ayuda a hacer extraordinario lo ordinario, y eso precisamente es lo que Cristo quiere de ti: que seas tú mismo y hagas lo que una persona de tu edad hace sin perder la mirada en Él.

“Necesitamos Santos que van al cine, oyen música y pasean con los amigos. Necesitamos Santos que coloquen a Dios en primer lugar, pero que sobresalen en la universidad. Necesitamos Santos que buscan tiempo cada día para rezar y que sepan enamorar en la pureza y castidad, o que consagren su castidad. Necesitamos Santos modernos, Santos del siglo XXI con una espiritualidad insertada en nuestro tiempo”.


2. Crea hábitos

Los actos más pequeños y que tal vez piensas que no tienen relevancia, ayudan a forjar tu voluntad, a mantener un orden en todos los aspectos de tu vida, aprendes a tener dominio de ti mismo y lo más interesante es que ¡tú tienes el control sobre tus “pasiones”!

Te recomiendo que empieces con cosas pequeñas, que te sientas capaz de lograrlo, como por ejemplo: arreglar tu cama al levantarte o rezar un Ave María en acción de gracias por un día más de vida.

Todo proceso es gradual, lo importante es la constancia en ellos, son actos pequeños, posibles pero agradables a Dios.

3. No des todo por sentado

Aunque el tiempo no es suficiente para ciertas cosas, a veces sentimos demasiada seguridad de que hay tiempo de sobra para otras… lo que nos corresponde hacer hoy lo dejamos para después, comenzando por hacer el bien, siempre esperamos el último momento para comenzar a creer: “¿Qué tanto?, después pido perdón, después hago el bien” y después se me va la vida y no hay después.

    “¡Dichoso ese criado si, al llegar su Señor, lo encuentra haciendo lo que debe! “Lc 12, 43

Nadie tiene la garantía de que habrá un mañana, ¿y qué hay con eso?, cada día que vives es una oportunidad para comenzar de nuevo pero depende de ti y de las ganas que tengas para hacer lo mejor; tal vez de ti depende que alguien sonría porque le diste un buenos días o tan sólo dijiste por favor y gracias, recuerda: los pequeños detalles hacen grandes diferencias.
Solo una cosa es esencial

Todas nuestras acciones tienen sello de eternidad, es decir, todo lo que hoy hagas puede sumar o restar para esa “preparación del corazón” en tu camino hacia la santidad.

No quiero asustarte con esto sino invitarte a darle sentido a todos tus actos y que en ellos busques agradar a Dios, por amor, “obedecer en lo pequeño en el tiempo que Dios te ha concedido”.

Estamos aquí por un acto de obediencia, la obediencia del hijo al Padre. Una obediencia que fue sufrida pero que trajo una gran bendición.Y sí, la obediencia bendice… y ese debe ser nuestro mayor ejemplo.

Para obedecer necesitamos escuchar, y solo podemos escuchar si estamos dispuestos. No te predispongas al plan que Dios tiene para ti.

Cuando Dios creó la humanidad pensó en su felicidad, nos creó con varios fines, uno de ellos para hacer el bien, y es que todo el mundo necesita hacer el bien para sentirse bien (por filantropía o por convicción), es una necesidad.

Ante los ojos de Dios estamos hechos para un bien mayor, nos creó para ser felices eternamente, pero para alcanzar esa plena felicidad tuvo que dejarnos ciertas reglas que encausan nuestro andar, un regla esencial… la regla del AMOR.

Muchas veces no sabemos cómo amar, pensamos que Dios nos exige por capricho, y como no lo entendemos decidimos hacer las cosas a nuestra manera. En la terquedad del hombre, pensando que podremos con todo y en el tiempo que nosotros dispongamos.
Haz que cuente

El tiempo, ha sido uno de los tantos regalos que se nos ha dado, con un valor particular; el tiempo es camino y oportunidad, es ocasión de gracia.

¿Cuánto tiempo es nuestra vida en comparación con la eternidad? Pasaremos más tiempo muertos que vivos, el tiempo es la oportunidad para realizar la misión; se nos ha dado mucho y mucho se nos exigirá.

Tu tiempo es hoy y ahora, el de ser mejor, el de agradar a Dios, el de trabajar con tu realidad de vida para tu santidad, con tus imperfecciones, es tiempo de creer en tí y usar los talentos que Dios te ha dado, no hay tiempo para perder el tiempo persiguiendo falsas promesas, es tiempo de vencer el mal haciendo el bien.

    “Si aún puedes ser mejor de lo que eres, es evidente que aún no eres tan bueno como debes” San Agustín

Nunca es tarde, hoy puedes ser mejor que ayer, puedes comenzar a preparar tu corazón y que no te agarren desprevenido. Hoy tienes el tiempo en tus manos, hoy puedes comenzar a determinar cuáles son tus prioridades, lo que hoy vives es lo único seguro que tienes…

¿Qué esperas? ¡Haz que cuente!

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