viernes, 31 de agosto de 2018

Oración para invocar al Espíritu Santo compuesta por San Juan Pablo II

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¿Te enfrentas a un reto o un problema bastante complicado? La oración al Espíritu Santo puede ayudarte a manejar esas situaciones  


El Espíritu Santo proviene de la misma naturaleza del Padre y el Hijo y se le conoce como la tercera persona de la Santísima Trinidad.

El Espíritu Santo es igual a Dios en todas sus formas; el Espíritu Santo es Dios. Él es quien impulsa, quien alienta, quien da la fuerza e inspira al hombre en su proceso de conversión

El Espíritu Santo en el Plan de Salvación
Hay numerosas referencias al Espíritu Santo en el Antiguo y el Nuevo Testamento. El Espíritu Santo ha estado involucrado con el Padre y el Hijo desde el comienzo del tiempo para realizar el plan de la salvación para la humanidad. Durante la creación, el Espíritu Santo se conoce como el viento de Dios:

"En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas" (Génesis 1,1-2)

¿Enfrentando un reto o problema difícil?

La oración al Espíritu Santo puede ayudarte a manejar esas situaciones con la asistencia divina de Dios. Cuando Jesús les dijo a los apóstoles en la última cena que el Espíritu Santo los instruiría en su Palabra y se convertiría en su defensor y consolador, Él quiso decir que su Espíritu los ayudaría de esta forma.

Una forma simple y elegante comunicarse con el Espíritu Santo puede ser invocándolo a través de una oración:
"Ven, Espíritu Santo, Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu, para que se renueve la faz de la Tierra.

Oremos: Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo.

Por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén"

A continuación, puedes rezar esta oración compuesta por Santo Juan Pablo II con ocasión del segundo año de preparación al Jubileo del año 2000

Espíritu Santo, dulce huésped del alma, muéstranos el sentido profundo del gran Jubileo y prepara nuestro espíritu para celebrarlo con la fe, en la esperanza que no defrauda, en la caridad que no espera recompensa.

Espíritu de verdad, que conoces las profundidades de Dios, memoria y profecía de la Iglesia, dirige la Humanidad para que reconozca en Jesús de Nazaret el Señor de la gloria, el Salvador del mundo, la culminación de la Historia.

Ven, Espíritu de amor y de paz.

Espíritu creador, misterioso artífice del Reino, guía la Iglesia con la fuerza de tus santos dones para cruzar con valentía el umbral del nuevo milenio y llevar a las generaciones venideras la luz de la Palabra que salva.

Espíritu de santidad, aliento divino que mueve el universo, ven y renueva la faz de la tierra. Suscita en los cristianos el deseo de la plena unidad, para ser verdaderamente en el mundo signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano.

Ven, Espíritu de amor y de paz.

Espíritu de comunión, alma y sostén de la Iglesia, haz que la riqueza de los carismas y ministerios contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo, y que los laicos, los consagrados y los ministros ordenados colaboren juntos en la edificación del único Reino de Dios.

Espíritu de consuelo, fuente inagotable de gozo y de paz, suscita solidaridad para con los necesitados, da a los enfermos el aliento necesario, infunde confianza y esperanza en los que sufren, acrecienta en todos el compromiso por un mundo mejor.

Ven, Espíritu de amor y de paz.

Espíritu de sabiduría, que iluminas la mente y el corazón, orienta el camino de la ciencia y la técnica al servicio de la vida, de la justicia y de la paz. Haz fecundo el diálogo con los miembros de otras religiones. y que las diversas culturas se abran a los valores del Evangelio.

Espíritu de vida, por el cual el Verbo se hizo carne en el seno de la Virgen, mujer del silencio y de la escucha, haznos dóciles a las muestras de tu amor y siempre dispuestos a acoger los signos de los tiempos que Tú pones en el curso de la Historia.

Ven, Espíritu de amor y de paz.

A Ti, Espíritu de amor, junto con el Padre omnipotente y el Hijo unigénito, alabanza, honor y gloria por los siglos de los siglos.

Amén

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