jueves, 28 de junio de 2018

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

¿Cómo se movería Jesús por las tierras de Galilea? ¿Cómo entraría en sus aldeas, como saludaría a la gente, cómo pediría algo de comer? ¿En qué lugares se apartaría a rezar, como tocaría con los nudillos de los dedos las puertas de las casas de aquellos hombres sedientos de esperanza y de amor a la espera de escuchar una palabra o experimentar un milagro de sanación? Lo medito en la plegaria. Es la literatura de la oración que te permite convivir con las imágenes y la Palabra que emerge del Evangelio. En todas estas acciones Jesús «pedía», «buscaba» y «llamaba». Son los elementos clave de la confianza.
Si algo se aprende permanentemente de la figura de Jesús en esta época de dificultades, de crisis galopante, de tanto sufrimiento humano, de tantos valores corrompidos, de tanto vacío existencial, de tanto desconcierto, incluso en la propia fe y en la Iglesia misma, es la confianza. La confianza ciega en la providencia de Dios. «Pedir», «buscar» y «llamar».

«Pedir» con confianza al Señor, con una actitud de abandono, con humildad de espíritu, con palabras sencillas que surgen de los labios y que desprecian el orgullo y autosuficiencia. Jesús otorga desde la fragilidad y la indigencia no desde un corazón altivo.
«Buscar» no implica exclusivamente pedir. Es avanzar por el camino espiritual para esforzarnos en cumplir la voluntad divina, para comprender que todo cuanto nos ocurre en la vida es para conocer mejor a Dios; que en las pruebas de la dificultad, en el dolor, en el sufrimiento, en la dificultad, uno también está capacitado para aceptar la voluntad del Señor.
«Llamar» es reclamar la atención para que nos escuchen y nos atiendan, para que se hagan cargo de nuestras heridas. Pero el Señor desea tomar tu vida y unirla íntimamente a la suya. Y en esa llamada no quiere que mires únicamente tus heridas interiores sino que las unas a la suyas, que no contemples sólo lo que nos separa de Él y de los demás. Quiere que mi dolor se una estrechamente al suyo, que le pida perdón y que se viva junto a Él la experiencia más sublime y hermosa que es gozar de la misericordia del Señor en ek peregrinar cotidiano.
«Pedir», «buscar» y «llamar». Pedir que nos otorgue la bondad y la esperanza, buscarle en todo lugar, llamarle en la necesidad. En esto se resume la confianza y la esencia de la vida espiritual.

¡Señor, quiero buscarte cada día para que me enseñes a ver en cada persona que se cruce en mi camino el hombre y la mujer que tú amas! ¡Dame un corazón generoso para amar igual que haces Tú! ¡Aýudame, Señor, a no cerrar mi corazón con el candado de la indiferencia ante los sufrimientos y necesidades de las personas que me rodean! ¡Señor, quiero encontrarte cada día en la oración y la Eucaristía para llenarme de Ti! ¡Dame. Señor, Tu sabiduría de Dios, para vivir una vida llena de amor y coherencia cristiana! ¡Enséñame, Padre, a dirigirme a la genteque sufre, que tiene heridas, que te busca, que no te conoce, que tiene una fe tibia, al inseguro, al enfermo, al lleno de ilusiones, al soberbio… como lo harías tu! ¡Cierra de mi corazón la soberbia y dame un corazón sencillo! ¡Recuérdame, Padre, que al comenzar cada jornada mis acciones y mis palabras sean el espejo de tu Evangelio! ¡Quiero pedirte, Señor, serenidad, sencillez, humildad, generosidad, comprensión, paciencia, magnanimidad, amor, esperanza, bondad… y todos aquellos valores que me haga un verdadero discípulo tuyo!

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