ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios
Lo que a lo largo de los siglos ha provocado admiración y fervor espiritual por el arte cristiano hoy no evoca absolutamente nada a la mayoría de nuestros contemporáneos debido a que la cultura postcristiana carece de profundidad espiritual. Hoy celebramos la Solemnidad de la Anunciación del Señor y el arte nos ha dejado bellísimos cuadros que presentan a una joven profundamente conmovida inclinándose ante un ángel para recibir el mensaje de Dios. Estas hermosas imágenes me invitan a una reflexión: ¿Qué me transmite hoy la escena de la Anunciación? ¿A que me invita este poema del amor de Dios, esta pieza armoniosa de la bondad divina?
En primer lugar a creer. A cuestionarme mi propia fe, a tratar de no convertirme en un creyente ingenuo que dude ante la búsqueda de la verdad. A tener una fe alegre, confiada, aceptándolo todo sin preguntar el por qué, una fe que me permita abordar todas las preguntas con el corazón abierto, sin tener miedo a abrirme a la voluntad de Dios. Acaso no preguntó María: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?», respuesta que le permitió al ángel reforzar el misterio divino: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra… porque para Dios nada hay imposible». ¡Para Dios no hay nada imposible! Y ese imposible se puede hacer real en mi propia vida si acudo con fe a Él.
En segundo lugar que la Anunciación transmite algo totalmente novedoso que sucede en Jesucristo, que hace no más de una semana ¡ha resucitado y vive en nuestro corazón! Que lo más extraordinario, lo más maravilloso, lo más excepcional, es que esta fecundidad espiritual íntima y personal está llamada a ser compartida, a multiplicarse. Porque al igual que la Resurrección es un ¡aleluya! que hay que anunciar la Anunciación es la celebración del amor de Dios que hay que expandir. Un misterio que exige humildad y me invita a decir sí a la voluntad del Señor.
En tercer lugar que este evento me desafía a abrirme a la acción transformadora del Espíritu Creador que me convierte en un nuevo ser que me hace uno con él, y me llena de su vida. Y me invita, con exquisita cortesía, a que de mi consentimiento para que entre en mi corazón con el fin de acoger en mi interior la Palabra de Dios para estar en condiciones de responder a su amor y abrirme al amor por el prójimo.
Y, finalmente, a imitar el recogimiento de María. El activismo me lleva con relativa frecuencia a moverme continuamente y tantas veces me impide escuchar el silencio desde el cual el Señor quiere comunicarme su voluntad. En la Anunciación, la Virgen me muestra la importancia del recogimiento, la apertura del corazón para estar disponible a la escucha de los susurros de Dios.
Hoy la Iglesia celebra la Encarnación del Verbo. Y en el centro de esta gran solemnidad está María que me dice: mira al mundo con mis ojos y así encontrarás a Jesús.
¡Celebro hoy, Señor, con gran gozo la Solemnidad de tu Encarnación, el sí gozoso de Tu Madre que abrió su corazón a la llamada de Dios; concédeme la gracia de tener un corazón sencillo, humilde, recogido y amoroso como el de Ella! ¡Como Tu Madre, Señor, deseo con todo mi alma recibir Tu Santo Espíritu, llenarme de sus dones y de sus gracias para estar enteramente a tu servicio! ¡María, Madre, enséñame siempre a decir sí a la voluntad de Dios, que mi hágase sea para aceptar los planes que Dios tiene preparados para mí! ¡Entra en mi corazón, Señor, como entraste en las entrañas de Tu Santísima Madre! ¡Enséñame, María, a abrir el corazón a Jesús, Tu Hijo, para hacerme partícipe en su gran proyecto de amor, de salvación y de esperanza! ¡Enséñame, María a fiarme de la palabra del Padre, a responder esperanzado y confiado un hágase en mí según tu palabra! ¡Enséñame, María, a ser sencillo como lo fuiste Tu, a sentirme pequeño siempre como te sentías Tu, a ser dócil a la llamada de Dios como fuiste Tú porque en mi ánimo está, Señora, que Dios pueda hacer algo nuevo en mi vida, transformarla y renovarla! ¡Dios te Salve María, porque contigo la vida es renovación constante, es un levantarse continuo, es un resplandecer a la alegría, es un sentir permanente la ternura de Dios, es aprender a responder con libertad a Dios dándose por completo, es comprender que con Dios todo se hace nuevo! ¡Que no olvide de repartir con frecuencia que el Señor está contigo porque quiero estar siempre lleno del Espíritu Santo como lo estuviste Tu!
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