lunes, 30 de abril de 2018

LA CIUDAD DE DIOS CONTRA PAGANOS - LIBRO XVI [De Noé a los profetas] CAPÍTULO I ¿Se encuentran después del diluvio algunas familias desde Noé a Abrahán, que vivieran según Dios?


San Agustín - Augustinus Hipponensis


LA CIUDAD DE DIOS
CONTRA PAGANOS
Traducción de Santos Santamarta del Río, OSA y Miguel Fuertes Lanero, OSA

LIBRO XVI
[De Noé a los profetas]

CAPÍTULO I

¿Se encuentran después del diluvio algunas familias 
desde Noé a Abrahán, que vivieran según Dios?

Es difícil esclarecer por las Escrituras si, después del diluvio, se continuaron las huellas de la ciudad santa en marcha o se eclipsaron en la sucesión de los tiempos de impiedad, de suerte que no hubiera ningún hombre adorador del único verdadero Dios. Y es difícil, porque en los libros canónicos después de Noé, que, junto con su esposa, los tres hijos y nueras, mereció librarse en el arca de la devastación del diluvio, no encontramos hasta Abrahán a nadie cuya piedad proclame el testimonio divino. Sólo vemos que Noé encarece con su bendición profética a sus hijos Sem y Jafet, previendo por intuición lo que había de suceder en un futuro lejano.

Por ello también proféticamente lanza la maldición contra su hijo mediano, es decir, el menor que el primogénito y mayor que el último, porque había pecado contra su padre. No le maldijo a él en sí mismo, sino en su hijo, nieto del propio Noé: ¡Maldito sea el niño Canaán! Sea el esclavo de sus hermanos. Canaán había nacido de Cam, quien, en lugar de ocultarla, más bien puso de manifiesto la desnudez de su padre mientras dormía. Y como consecuencia, añadió la bendición de los dos hijos, el mayor y el menor, diciendo: Bendito el Señor de Sem. Canaán será su esclavo. Dios haga fecundo a Jafet, y habite en las tiendas de Sem1.

Todo esto, como la misma plantación de la viña de Noé, y la embriaguez que le produjo su fruto, y la desnudez durante el sueño, y los demás hechos que tuvieron lugar y se consignaron allí, todo está lleno de sentidos proféticos y oculto bajo un velo.

CAPÍTULO II

Figuras proféticas en los hijos de Noé


1. Ahora, realizado ya el efecto en sus descendientes, queda bien manifiesto lo que se presentaba oscuro. Atendiendo a estas figuras con un poco de cuidado e inteligencia, ¿quién las reconocerá realizadas en Cristo? Sem, de cuya descendencia carnal nació Cristo, significa «el renombrado». Y ¿quién hay más renombrado que Cristo, cuyo nombre exhala ya su fragancia por doquier2, de suerte que en el Cantar de los Cantares, según el anuncio de la profecía, se compara al ungüento derramado?; ¿y no habitan también en su casa, es decir, en las iglesias, multitud de naciones? Y eso es lo que significa Jafet, «extensión».

Pero Cam, que significa «cálido», el hijo intermedio de Noé, como separándose de uno y otro y permaneciendo entre los dos, sin pertenecer ni a las primicias de los israelitas ni a la plenitud de los gentiles, ¿qué significa sino la raza de los herejes, caldeada, no por el espíritu de la sabiduría, sino de la impaciencia, que suele poner en ebullición las entrañas de los herejes y perturbar la paz de los santos? Aunque todo esto redunda en provecho de los adelantados, según lo del Apóstol: Es necesario que haya herejías para que se descubran entre vosotros los que tienen una virtud probada3. Por eso se dijo también: El hijo ejercitado será sabio y usará útilmente del necio4.

En efecto, cuando la agitación frenética de los herejes ataca muchas cuestiones relativas a la fe católica, para defenderlas de sus embestidas, se consideran con más cuidado, se comprenden con más claridad y se predican con mayor insistencia; y la cuestión suscitada por el adversario proporciona una oportunidad de aprender. Bien que no son solos los que están abiertamente separados; también los que se glorían del nombre de cristianos y viven mal pueden verse con razón figurados en el hijo intermedio de Noé, porque proclaman con su profesión la Pasión de Cristo, significada en la desnudez de aquel hombre, y la deshonran con sus depravadas costumbres. De esta raza ya se dijo: Por sus frutos los conoceréis5. Así fue maldecido Cam en su hijo, como en su fruto, esto es, en su obra. Y por eso su mismo hijo Canaán significa muy bien sus movimientos; ¿qué es esto sino sus obras?

Sem, en cambio, y Jafet, es decir, la circuncisión y el prepucio, o como los llama el Apóstol, los judíos y los griegos, pero llamados y justificados, conocida la desnudez del padre, símbolo de la pasión del Salvador, tomando un manto, lo pusieron sobre sus hombros y, entrando de espaldas, cubrieron la desnudez del padre sin ver lo que por pudor cubrieron6. De este modo honramos en la Pasión de Cristo lo que se hizo por nosotros, y detestamos el crimen de los judíos. El vestido significa el sacramento; las espaldas, la memoria del pasado; porque ya en el tiempo en que habita Jafet en las tiendas de Sem, y su mal hermano en medio de ellos, celebra la Iglesia la Pasión de Cristo como pasada, no la mira aún como futura.

2. Pero el mal hermano se hace esclavo de sus hermanos buenos en su hijo, en el muchacho que es su obra, cuando los buenos usan conscientemente de los malos, ya para el ejercicio de la paciencia, ya para el fruto de la sabiduría. Son los que dice el Apóstol que anuncian a Cristo con intención torcida: Con tal que sea Cristo anunciado, sea por algún pretexto, sea por un verdadero celo, en esto me gozo y me gozaré siempre7.

El mismo plantó la viña, de la cual dice el profeta: La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel8, y bebió de su vino: ya se trate aquí del cáliz de que dice: ¿Podéis beber del cáliz que yo tengo que beber?9, y también: Padre, si es posible, pase de mí este cáliz10, en el cual significa sin duda su Pasión; ya -dado que el vino es el fruto de la viña- esté más bien significado por esto lo que tomó de la misma viña, esto es, del linaje de los israelitas, la carne y la sangre por amor nuestro para poder padecer. Y se embriagó, osea, padeció y se quedó desnudo11, pues allí quedó al desnudo, es decir, apareció su flaqueza, de la que dice el Apóstol: Es verdad que fue crucificado por su debilidad12. Por eso dice él mismo: La debilidad de Dios es más potente que los hombres, y la locura de Dios, más sabia que los hombres13.

Añade la Escritura en su casa, después de haber dicho: Y se quedó desnudo, demostrando con elegancia que había de soportar la cruz y la muerte de parte de los de su raza y de los domésticos de sangre, los judíos. Esta Pasión de Cristo la anuncian externamente sólo con el sonido de la voz, los réprobos, sin entender lo que anuncian. Los justos, en cambio, llevan tan gran misterio en el hombre interior, y honran en lo íntimo de su corazón la debilidad y locura de Dios, que es más fuerte y sabia que los hombres. Tenemos figura de ello en Cam, que sale para anunciar esto afuera, mientras Sem y Jafet, para ocultarlo, es decir, para honrarlo, entraron y practicaron aquello dentro.

3. Tratamos de penetrar estos secretos de la divina Escritura cada uno como mejor puede, pero teniendo como cierto con espíritu de fe que no se han realizado ni escrito estas cosas sin una figura del futuro, y que no pueden referirse sino a Cristo y a su Iglesia, que es la ciudad de Dios. Desde el principio del género humano han existido sobre los mismos vaticinios que vemos cumplidos en todos sus detalles.

Y así, después de la bendición de los dos hijos de Noé y de la maldición del hijo segundo, no se vuelve a hablar hasta Abrahán de justo alguno por más de mil años. No precisamente, pienso yo, porque no los haya habido; y sería tarea muy larga mencionarlos a todos, y aparecería esto más bien diligencia histórica que profética providencia. Por ello, el autor de las sagradas letras, o mejor, el Espíritu Dios por él, consigna hechos que tuvieron lugar, desde luego, pero que a la vez anuncian cosas futuras, referentes ciertamente a la ciudad de Dios. Aun lo que se dice de los hombres que no son sus moradores, se escribe con la intención de que resalte ella o se ponga de relieve con el contraste.

Con todo, no se vaya a pensar que cuanto se narra como realizado tiene alguna significación: algunas cosas que no tienen significación determinada se han escrito por las que la tienen. Vemos que sólo la reja remueve la tierra; pero para realizar esto son necesarias las otras partes del arado; y sólo las cuerdas son aptas para el sonido musical en las cítaras y demás instrumentos; pero para que puedan adaptarse se encuentran las otras piezas en la estructura de los órganos, que ciertamente no son pulsadas por los artistas, pero se conectan con las que son pulsadas y hacen resonancia. Lo mismo sucede en la profecía histórica: se expresan algunas cosas que no tienen significación especial, pero se unen a ellas y se acoplan en cierto modo las que significan algo.

CAPÍTULO III

Generaciones de los tres hijos de Noé

1. A continuación hay que examinar las generaciones de los hijos de Noé y consignar cuanto parece interesante en esta obra, en que, a través de los tiempos, se va mostrando el desarrollo de ambas ciudades, la terrena y la celeste. Se comenzaron a enumerar por el hijo menor, llamado Jafet: de él se citan ocho hijos y siete nietos de sus dos hijos, tres del uno y cuatro del otro; en total, quince. Los hijos de Cam, el mediano, son cuatro, y los nietos, nacidos de un solo hijo, cinco, así como dos bisnietos, de un solo nieto; en resumen, son once. Enumerados todos ellos, se torna como a la cabeza, y se dice: Cus engendró a Nebrot, el cual comenzó a ser gigante sobre la tierra. Éste era un gigante cazador contra el Señor. De aquí el proverbio: Gigante cazador contra el Señor como Nebrot. El principio de su reino fue Babilonia, Prec, Arcad y Calame, en tierra de Senaar. De su país salió Asur, y fundó a Nínive, y la ciudad de Roboot, y Halac, y Dase, entre Nínive y Halac. Ésta es la ciudad grande.

Cus, pues, el padre del gigante Nebrot, fue nombrado el primero entre los hijos de Cam, de quien ya se habían contado cinco hijos y dos nietos. Pero engendró a este gigante o después de haberle nacido dos nietos o, lo que es más probable, habló de él la Escritura aparte por su eminencia, ya que se citó su reino, cuyo comienzo fue la famosísima ciudad de Babilonia y las ciudades o regiones que se mencionan junto a ella. Se dice que de esa tierra, es decir, de Senaar, que pertenecía al reino de Nebrot, salió Asur, y fundó Nínive y otras ciudades que se citan; pero esto sucedió mucho después. Lo toca de paso por la celebridad del reino asirio, que ensanchó grandemente Nino, hijo de Belo, fundador de la gran ciudad de Nínive; ya se ve que el nombre de esta ciudad se deriva del nombre de aquél, y por Nino se llamó Nínive.

En cambio, Asur, de donde proceden los asirios, no se encuentra entre los hijos de Cam, el hijo mediano de Noé, sino entre los hijos de Sem, el mayor. Ahí aparece que salieron de la descendencia de Sem los que más tarde dominaron el reino de aquel gigante y de allí procedieron, fundando otras ciudades, la primera de las cuales fue llamada Nínive por Nino.

Se torna de ahí a otro hijo de Cam, llamado Mesraín, y se cita a los que engendró, pero no cada uno en particular, sino siete pueblos. Del sexto, como de un sexto hijo, se dice que salió el pueblo llamado filisteo; por lo cual serían ocho. Se torna de nuevo a Canaán, en quien fue maldecido Cam, y se menciona a los once que engendró. Luego se habla de las fronteras a que llegaron, mencionando ciertas ciudades. Contando, pues, hijos y nietos, son treinta y uno los que se dice nacieron de Cam.

2. Resta por mencionar los hijos de Sem, el hijo mayor de Noé; pues a él llega por sus pasos el recuento de las generaciones, comenzando desde el más joven. Pero el comienzo de la enumeración de los hijos de Sem ofrece cierta dificultad, que ha de ser aclarada en la exposición; porque está muy relacionada con la cuestión que examinamos. Se lee, en efecto: También engendró hijos Sem, hermano mayor de Jafet y padre de Héber. El orden de las palabras es: Sem tuvo por hijo a Héber, o sea, también al mismo Sem le nació Héber, y este Sem es padre de todos sus hijos.

Quiso dar a entender que Sem es el patriarca de todos los que nacieron de su estirpe, ya nombrados, sean hijos, nietos, bisnietos y demás descendientes. Personalmente Sem no engendró al tal Héber, que se encuentra el quinto en la línea de sus descendientes. Sem, entre otros hijos, engendró a Arfaxat; Arfaxat a Cainán; Cainán a Sala, y Sala a Héber. No se cita en vano éste el primero en la descendencia de Sem, y se antepuso aun a los hijos, a pesar de pertenecer a la quinta generación. Quizá el motivo sea justificar la tradición de que de ese nombre procede el de hebreos; aunque exista también la opinión de que pueden ser de Abrahán, como si dijéramos abraheos. Pero la verdad es que se llamaron hebereos, y luego, cayendo una letra, hebreos. Esta lengua hebrea sólo pudo conservarla el pueblo de Israel, en el cual estuvo como peregrina la ciudad de Dios en los santos y fue simbolizada misteriosamente en todos.

Por consiguiente, se nombran primero seis hijos de Sem, y luego de uno de ellos le nacen cuatro nietos. Otro hijo de Sem le engendró también un nieto, así como de éste nace un bisnieto, que, a su vez, le da un tataranieto, que es Héber. Héber engendró dos hijos, a uno de los cuales llamó Fálec, que quiere decir «el que divide». Añade a continuación la Escritura dando razón de este nombre: Porque en su tiempo se dividió la tierra. Qué pueda significar esto lo veremos después. El otro que nació de Héber engendró doce hijos. Y así todos los que proceden de Sem suman veintisiete. En resumen, los descendientes de los tres hijos de Noé son setenta y tres, a saber: quince de Jafet, treinta y uno de Cam, veintisiete de Sem.

Continúa la Escritura diciendo: Hasta aquí los descendientes de Sem, por familias, lenguas, territorios y naciones. Y de todos en general dice: Hasta aquí las familias descendientes de Noé, por naciones; de ellas se ramificaron las naciones del mundo después del diluvio. De donde se sigue que hubo entonces setenta y tres, o mejor (como se demostrará más adelante) setenta y dos familias, no individuos; pues al mencionar los hijos de Jafet, se termina así: De ellos se separaron los pueblos marítimos, cada uno con lengua y tierra propias, por familias y pueblos.

3. Sobre los hijos de Cam se mencionan más claramente los pueblos, como mostré antes: Mesraín engendró a los llamados Ludín14; y así va citando hasta siete pueblos. Y una vez nombrados todos, concluye: Hasta aquí los hijos de Cam, por familias y lenguas, territorios y naciones. En conclusión: no se mencionan los hijos de muchos, porque al nacer se fueron agregando a otros pueblos y no llegaron a ser un pueblo. ¿Qué otro motivo puede haber para que, citando ocho hijos de Jafet, de sólo dos de ellos se mencionan los hijos, y nombrando cuatro hijos de Cam, se añaden sólo los hijos de tres; y al nombrar seis de Sem, se habla sólo de la posteridad de dos de ellos? ¿Acaso los restantes se quedaron sin hijos? No se puede creer esto, sino que no formaron ellos pueblo alguno que les hiciera acreedores a ser mencionados: según iban naciendo se agregaban a otros pueblos.

CAPÍTULO IV

La diversidad de lenguas y el principio de Babilonia

Habiendo contado el autor que estos pueblos tenían su lengua, torna de nuevo al tiempo en que tenían todos una sola lengua, y expone a continuación cómo tuvo lugar la diversidad de las mismas: El mundo entero hablaba la misma lengua con las mismas palabras. Al emigrar de Oriente, encontraron una llanura en el país de Senaar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: Vamos a preparar ladrillos y cocerlos (empleando ladrillos en lugar de piedras, y alquitrán en vez de cemento). Y dijeron: Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance al cielo, para hacernos famosos y para dispersarnos por la superficie de la tierra. El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hijos de los hombres; y se dijo: Son un solo pueblo con una sola lengua. Si esto no es más que el comienzo de su actividad, nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Vamos a bajar y a confundir su lengua, de modo que uno no entienda la lengua del prójimo. El Señor los dispersó por la superficie de toda la Tierra, y dejaron de construir la ciudad y la torre. Por eso se llama Babel (confusión), porque allí confundió el Señor la lengua de toda la Tierra, y desde allí los dispersó por la superficie de la tierra15.

Esta ciudad llamada confusión es la misma Babilonia, cuya admirable construcción celebra también la historia profana. Babilonia significa confusión. De donde se sigue que fue su fundador el famoso gigante Nebrot, lo que ya había sugerido antes de pasada la Escritura, cuando dice que el principio de su reino fue Babilonia, esto es, que tenía ella la primacía de las demás ciudades, entre las cuales era como la sede del reino en la metrópoli. Claro que no había llegado a la grandeza a que aspiraba la soberbia impiedad. Porque se proyectaba una altura que alcanzara al cielo: ya se refiriera sólo a una torre, destinada a sobresalir entre las demás, ya a todas las torres, que quedaban significadas por el número singular, como se habla de un soldado, y se entiende a miles; y lo mismo de la rana y de la langosta, así se designó a la multitud de ranas y langostas en las plagas que asolaron a los egipcios por medio de Moisés16.

Pero ¿qué podría hacer la ilusa presunción de los hombres, aunque elevara esa inmensa mole tanto hacia el cielo contra Dios, que llegara a superar todos los montes y trascendiera los espacios de las nubes? ¿Qué daño podría hacerle a Dios la más grande elevación tanto espiritual como corporal? El camino verdadero y seguro hacia el cielo lo prepara la humildad, elevando el corazón hacia el Señor, no contra el Señor, como lo hizo aquel gigante cazador contra el Señor.

No entendieron esto algunos, engañados por la palabra ambigua griega, y así no lo interpretaron contra el Señor, sino ante el Señor, pues la palabra ἐνατίον significa «ante» y «contra». Así se encuentra esta palabra en el salmo: Lloremos ante el Señor, que nos ha creado17, y en el libro de Job, donde se dice: Vuelves contra Dios tu furor. Y así debe interpretarse este gigante cazador contra el Señor18. ¿Qué se quiere significar por el nombre de cazador, sino engañador, opresor, exterminador de los animales terrestres? Trataba de levantar con sus pueblos contra el Señor una torre, símbolo de la impía soberbia. Con razón queda castigado el torcido afecto con el fracasado efecto. ¿En qué consistió el castigo? Como el poder del que manda se realiza por la palabra, en ella fue condenada la soberbia: no se entendía quien mandaba al hombre, como tampoco él quiso entender y obedecer el mandato de Dios. Así quedó disuelta aquella conspiración, separándose cada uno de quien no comprendía y juntándose con quien podía hablar. Por las lenguas se dividieron los pueblos, dispersándose por las tierras como le plugo al Señor, que se sirvió para esto de modos ocultos fuera de nuestro alcance.

CAPÍTULO V

Baja el Señor para confundir la lengua de los que construían la torre

Hemos visto escrito: El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hijos de los hombres;es decir, no los hijos de Dios, sino la sociedad que vivía según el hombre, a la cual llamamos ciudad terrena. Cierto que no se mueve de lugar Dios, que está siempre todo en todas partes. Pero se dice que baja cuando realiza en la tierra algo que, por salirse maravillosamente del curso ordinario de la Naturaleza, revela en cierto modo su presencia; así como no aprende nada por la vista en un momento determinado quien nunca puede ignorar nada, sino que se dice ve y conoce en ese momento lo que hace que sea visto y conocido. Y así, no se veía aquella ciudad como Dios quiso que se viera al manifestar cuánto le desagradaba.

Aunque también puede interpretarse la bajada de Dios a aquella ciudad en el sentido de que bajaron sus ángeles en quienes él habita; la frase añadida: Dijo el Señor: Son un solo pueblo con una sola lengua19, sea como una recapitulación, explicando cómo se había realizado lo que se había dicho: Bajó el Señor. Porque, si ya había bajado, ¿qué quiere decir Vamos a bajar y a confundir su lengua (palabras dichas a los ángeles), sino que descendía por medio de los ángeles Él, que estaba en los ángeles que descendían? Y no dijo precisamente: «Venid, bajemos a confundir», sino: Confundamos allí su lengua, mostrando que así obraba él por medio de sus ministros, como cooperadores suyos que son; a este propósito dice el Apóstol: Pues somos cooperadores de Dios20.

CAPÍTULO VI

¿Cómo debe entenderse el lenguaje con que Dios habla a los ángeles?

1. Podía también entenderse de los ángeles lo que se dijo en la creación del hombre: Hagamos al hombre, ya que no dijo: «Haré». Pero como sigue: a nuestra imagen, con toda razón está entendida allí la pluralidad de la Trinidad, ya que no se puede admitir que el hombre haya sido hecho a imagen de los ángeles o que es lo mismo decir imagen de los ángeles que imagen de Dios. Y esta Trinidad, como es un solo Dios, aunque había dicho: Hagamos, dice: Y creó Dios al hombre a imagen de Dios21. No dijo: «Crearon los dioses a imagen de los dioses».

También podía entenderse aquí a la misma Trinidad, como si el Padre hubiera dicho al Hijo y al Espíritu Santo: Vamos a bajar y a confundir su lengua, si hubiera motivo que impidiera aplicar esto a los ángeles, a quienes tan bien cuadra dirigirse a Dios con movimientos santos, esto es, con piadosos pensamientos, en que consultan la Verdad inmutable como ley suprema en su curia celestial. Porque no son ellos para sí la verdad, sino que son partícipes de la verdad creadora, hacia ella se mueven como a la fuente de vida, para recibir de ella lo que no tienen en sí mismos. Y es estable este su movimiento, que hace que caminen sin alejarse.

No habla Dios a los ángeles como hablamos nosotros entre nosotros, o hablamos a Dios, o a los ángeles, o nos hablan los mismos ángeles a nosotros, o Dios por su medio: Dios les habla de un modo inefable, y a nosotros nos muestra esto a nuestro modo. El lenguaje de Dios es más sublime antes de la obra, y es la razón inmutable de esa misma obra; y sin sonido que resuena y pasa, tiene una fuerza que permanece eternamente y actúa en el tiempo. Con este lenguaje habla a los ángeles y de distinta manera a nosotros que estamos lejos. Pero, cuando con nuestro oído interior percibimos algo de este lenguaje, nos acercamos a los ángeles. Así que no voy a estar dando explicación sobre el lenguaje de Dios en esta obra. De dos maneras puede hablar la Verdad inmutable: ya habla por sí misma de manera inefable a la mente de la criatura racional, ya por medio de imágenes espirituales a nuestro espíritu, o con voces corporales al sentido del cuerpo.

2. Se dice ciertamente: Nada de lo que decidan hacer les resultará imposible22. Pero estas palabras no tienen un sentido afirmativo, sino como interrogativo, a la manera que suelen hacer los que amenazan, y así dice un autor: «¿No empuñarán las armas, no saldrán de todas partes a perseguirlos?». Así deben tomarse aquellas palabras, como si dijera: «¿Acaso no les faltará todo lo que han intentado hacer?». Pero, claro, dicho así, no expresa una amenaza. De hecho, con miras a los que son un poco tardos, hemos añadido la partícula ne (acaso) para decir nonne (acaso no), ya que no se puede describir la entonación del que habla.

De aquellos tres hombres, pues, hijos de Noé, comenzaron a existir a través de las tierras setenta y tres, o mejor, como debe calcularse, setenta y dos pueblos con otras tantas lenguas, que al ir creciendo han llenado incluso las islas. Sin embargo, se aumentó mucho más el número de pueblos que el de las lenguas. Hemos visto, por ejemplo, en África muchos pueblos bárbaros con una sola lengua; y además, ¿quién puede dudar que, al multiplicarse el género humano, pudieron pasar los hombres con navíos a habitar las islas?

CAPÍTULO VII

¿Recibieron las islas más apartadas de las tierras todo género de animales 
de aquellos que se salvaron de la inundación del diluvio en el arca?

La cuestión que se presenta ahora es sobre los animales de toda especie que no están bajo la tutela del hombre ni nacen, como las ranas, de la tierra, sino que se propagan por sola la unión del macho y la hembra, como los lobos y los demás de esta clase: cómo después del diluvio, en que fueron destruidos cuantos no estuvieron en el arca, pudieron estar incluso en las islas, si no fueron renovados sino por aquellos que en ambos sexos conservó el arca.

Se puede creer ciertamente que pasaron a las islas nadando; pero, claro, a las islas próximas. Mas las hay tan alejadas del continente, que parece imposible pudieran ir nadando hasta ellas algunas bestias. También es posible que los hombres, por el afán de la caza, las hayan cogido y llevado consigo, y de este modo establecieran esas especies en la tierra en que habitaban. Aunque tampoco se puede negar que pudieron ser trasladadas por obra de los ángeles con un mandato o permiso especial de Dios.

Y si nacieron de la tierra en el primer brotar de la vida, cuando dijo Dios: Produzca la tierra vivientes según sus especies23, si la tierra produjo muchos animales en las islas adonde no podían pasar, entonces aparece mucho más claro que todas las especies estuvieron en el arca, no tanto para restaurar los animales cuanto para ser figura de los distintos pueblos a causa del misterio de la Iglesia.

CAPÍTULO VIII

¿Salieron algunas clases de hombres monstruosos de la descendencia 
de Adán o de los hijos de Noé?

1. Se plantea también otra cuestión: ¿puede admitirse que de los hijos de Noé, o más bien del primer hombre, del que ellos nacieron, se hayan propagado algunas clases de hombres monstruosos que nos refiere la historia de los pueblos? Tales son, por ejemplo: que algunos tienen un solo ojo en medio de la frente; que otros tienen las plantas de los pies vueltas hacia atrás; otros con la naturaleza de ambos sexos, el pecho derecho del varón y la mama izquierda de la mujer, y que uniéndose alternativamente engendran y dan a luz; otros no tienen boca, y viven respirando sólo por la nariz; otros hay de estatura de un codo, a quienes los griegos, por ser tan pequeños, han llamado pigmeos; en otras partes, las mujeres conciben a los cinco años, y no viven más de ocho.

También se dice que hay un pueblo donde tienen una sola pierna en los dos pies, que no doblan la corva, y son de admirable rapidez; los llaman esciópodos, porque en el verano echados boca arriba se protegen con la sombra de los pies. Hay otros sin cabeza, que tienen los ojos en los hombros. Y, finalmente, toda esa caterva de hombres o especies de hombres pintados en los mosaicos del puerto de Cartago, tomados de libros de curiosa historia. ¿Qué diré de los cinocéfalos, cuyas cabezas y ladrido de perro delatan más bien animales que hombres?

De todos modos, no es preciso creer en la existencia de todas esas clases que se dice de hombres. Sin embargo, cualquiera que nazca como hombre, esto es, un animal racional mortal, por extraña que pueda aparecer a nuestros sentidos la forma de su cuerpo, su color, movimiento, voz, o dotado de cualquier fuerza, parte o cualidad de la naturaleza, ningún fiel podrá dudar que trae su origen del único primer hombre. Aunque bien claro está qué es lo que ha hecho la naturaleza en la mayoría, y qué es lo que engendra admiración por su rareza.

2. La explicación que entre nosotros se da de los partos monstruosos de los hombres puede valer igualmente para explicar la monstruosidad de algunos pueblos. Dios, que es el creador de todas las cosas, conoce dónde y cuándo conviene o ha convenido crear algo, sabiendo de qué semejanza o desemejanza de partes ha de formar la hermosura del universo. En cambio, quien no alcanza a verlo todo en conjunto, se siente contrariado por lo que cree deformidad de alguna parte, ya que ignora su adaptación o referencia. Sabemos que nacen hombres con más de cinco dedos en las manos y en los pies; pero esto es una diferencia de menor importancia que las otras. Sin embargo, que nadie -por más que ignore la causa- llegue a la insensatez de pensar que el Creador se equivocó, en el número de los dedos de los hombres.

En Hipona-Diarrito hay un hombre que tiene las plantas de los pies en forma de luna, con sólo dos dedos en cada pie y lo mismo en las manos. Si hubiera un pueblo con estas particularidades, pasaría a la historia de lo curioso y chocante. ¿Negaríamos acaso por ello que procede del primer hombre creado? Los andróginos, llamados también hermafroditas, aunque raros, existen de tiempo en tiempo; en ellos se presenta uno y otro sexo con tal claridad, que no se sabe qué nombre darles atendiendo al sexo. Prevaleció la costumbre de designarlos con el masculino, considerado superior, y así nadie ha hablado de una andrógina o una hermafrodita.

Hace algunos años -lo recuerda nuestra memoria- nació un hombre en Oriente con sus miembros superiores dobles, y los inferiores, simples; tenía, en efecto, dos cabezas, dos pechos, cuatro manos y, en cambio, un solo vientre, dos pies, como otro cualquiera, y vivió tantos años, que su fama atrajo a muchos a visitarlo. Y ¿quién será capaz de mencionar los innumerables partos de seres humanos tan desemejantes a sus mismos padres?

Así, pues, como no se puede negar que todos ésos proceden de un solo hombre, así es preciso confesar que tienen su origen en aquel único padre de todos cuantos pueblos se dice haberse desviado, por sus diferencias corporales, del curso ordinario de la naturaleza, conservado en la inmensa mayoría; siempre, claro es, que estén incluidos en aquella definición de animales racionales y mortales. Suponiendo también que es verdad cuanto se dice de la variedad de pueblos y la diversidad tan grande con respecto a nosotros. En efecto, si no supiésemos que los monos, los micos, las esfinges no son hombres, sino bestias, podrían los historiadores, gloriándose de su curiosidad, presentárnoslos con impune insensatez como razas humanas.

Pero, si son hombres aquellos de quienes se han escrito esas extrañas propiedades, ¿por qué Dios no pudo crear algunos pueblos así? Evitaría de ese modo nuestra posible creencia de que en tales monstruos, nacidos entre nosotros evidentemente del hombre, se había equivocado su sabiduría, autora de la naturaleza humana, como le ocurre a un artista de poca pericia. Por consiguiente, no debe parecernos absurdo que, así como hay en algunas razas hombres-monstruos, así pueda haber en todo el género humano pueblos-monstruos. Para concluir con prudencia y cautela: o los monstruos tan raros que se citan de algunos pueblos no existen en absoluto; o, si existen, no son hombres, y si son hombres, proceden de Adán.

CAPÍTULO IX

¿Se puede admitir que la parte inferior de la Tierra 
que es contraria a la que habitamos, tiene antípodas?

En cuanto a la existencia de los antípodas; es decir, de hombres que marcan sus huellas contrarias a nuestros pies por la parte opuesta de la Tierra, donde sale el sol cuando se nos oculta a nosotros, no hay razón alguna que nos fuerce a creerlo. Nadie dice que haya conocido esto por noticia histórica alguna, sino que se conjetura por el razonamiento, ya que la Tierra está suspendida en la bóveda celeste, y para el mundo es lo mismo el lugar ínfimo que el lugar medio. Por ello piensan algunos que la otra parte de la Tierra, que está debajo, no puede estar sin habitantes. No prestan atención a que, aunque el mundo tenga una forma esférica y redonda, y aun demostrado esto con algún argumento, no se sigue de ahí que la Tierra por esa parte esté libre de la avalancha de las aguas; y aunque estuviera seca, no por ello se ve la necesidad de que esté habitada. Porque la Escritura no puede mentir en modo alguno, y con la narración de las cosas pasadas garantiza el cumplimiento de las predicciones. Sería demasiado inverosímil la afirmación de que algunos hombres, a través de la inmensidad del océano, hayan podido navegar y llegar a la otra parte, de suerte que también allí se estableciera el género humano procedente del primero y único hombre.

Por lo tanto, veamos si entre aquellos pueblos de entonces, que se dividieron en setenta y dos naciones y otras tantas lenguas, podemos encontrar aquella ciudad de Dios peregrina en la tierra, que había llegado hasta el diluvio y el arca, y que perseveró claramente entre los hijos de Noé debido a sus bendiciones, y sobre todo en el mayor, que se llamó Sem. Jafet fue bendecido también, pero para habitar en las tierras de su hermano.

CAPÍTULO X

Generaciones de Sem, en cuya descendencia el linaje de la ciudad de Dios 
camina hacia Abrahán

1. Hemos de atenernos a la genealogía desde el mismo Sem. Ella nos mostrará la ciudad de Dios después del diluvio, como la mostraba antes la genealogía procedente de Set. Por eso la divina Escritura, habiéndonos señalado la ciudad terrena en Babilonia, esto es, en la confusión, retorna en su recapitulación al patriarca Sem, y comienza en él las generaciones hasta Abrahán, indicando el año en que cada uno engendró al hijo que pertenecía a esta serie y cuántos años vivió.

Aquí hemos de reconocer lo que ya había prometido, para que quede en claro por qué se dijo de los hijos de Héber: Uno se llamó Fálec, porque en su tiempo se dividió la tierra24. ¿Qué otra cosa se puede entender por la tierra dividida, sino que lo fue por la diversidad de las lenguas? Pasados, pues, por alto los otros hijos de Sem -ellos no entraban en esta cuenta-, en el orden de las generaciones se entrelazan aquellos por los cuales se puede llegar hasta Abrahán; como se entrelazaban antes del diluvio aquellos por los cuales se llegaba hasta Noé en las generaciones que se propagaron desde el hijo de Adán, Set.

En efecto, de este modo comienza la lista de las generaciones: Tenía Sem cien años cuando engendró a Arfaxad, dos años después del diluvio; después vivió quinientos años, y engendró hijos e hijas, y murió25. Así va enumerando a los demás, diciendo en qué año de su vida engendró a su hijo perteneciente a este orden de generaciones que se extiende hasta Abrahán, y cuántos años vivió después, añadiendo que engendró hijos e hijas. Así comprenderemos cómo pudieron crecer los pueblos, no sea que ocupados en los pocos hombres que se citan, fuéramos a dudar puerilmente cómo se pudieron llenar con la raza de Sem tan espaciosas tierras y reinos. Sobre todo si tenemos en cuenta el reino de los asirios, en que el famoso Nino, vencedor de todos los pueblos orientales, reinó con prodigiosa prosperidad y dejó a sus sucesores un reino extensísimo y sólidamente fundado, que se prolongaría por largo tiempo.

2. Pero, para no detenernos más de la necesario, no vamos a mencionar cuántos años vivió cada cual, sino en qué año de su vida engendró al hijo que debe figurar en esta lista, para así colegir el número de años desde el suceso del diluvio hasta Abrahán, tocando brevemente y de paso algunas cuestiones en beneficio de las otras cuando la necesidad nos obliga a detenernos.

En el segundo año después del diluvio, Sem, a los cien años, engendró a Arfaxad; Arfaxad, a los ciento treinta y cinco años, engendró a Cainán; y éste, a los ciento treinta, a Sala. También Sala tenía los ciento treinta años cuando engendró a Héber. Y cumplía Héber ciento treinta y cuatro años cuando engendró a Fálec, en cuyos días se dividió la tierra. Vivió Fálec ciento treinta, y engendró a Ragán; y Ragán, ciento treinta y dos, y engendró a Séruc; y Séruc, ciento treinta, y engendró a Nacor; Nacor, setenta y nueve, y engendró a Taré; y Taré, a los setenta años, a Abram26, a quien después Dios cambió el nombre y llamó Abrahán27. Así pasan desde el diluvio a Abrahán mil setenta y dos años, según la edición de la Vulgata, esto es, la de los Setenta intérpretes. Los textos hebreos nos dan un número muy inferior de años; sobre lo cual no dan razón alguna o muy poco convincente.

3. Al buscar, pues, en aquellos setenta y dos pueblos la ciudad de Dios, no podemos afirmar que en el tiempo en que tenían una sola lengua28 ya se hubiera alejado el género humano del culto del verdadero Dios, de tal suerte que la auténtica religión permaneciera sólo en las generaciones descendientes de Sem por Arfaxad y orientados hacia Abrahán. En cambio, sí apareció la sociedad, es decir, la ciudad, de los impíos desde la soberbia de la edificación de la torre que pretendía llegar hasta el cielo, en la cual queda simbolizada la impía arrogancia. No es fácil, por el contrario, decidir si no existió antes, o si estuvo oculta, o si más bien subsistieron las dos: la sociedad religiosa en los dos hijos de Noé que fueron bendecidos y en sus sucesores, y la sociedad impía, en el maldecido y su descendencia, donde tuvo también su nacimiento el gigante cazador contra el Señor.

Lo más probable es que ya entonces entre los hijos de aquellos dos, antes de comenzar a edificarse Babilonia, hubiera menospreciadores de Dios, y entre los hijos de Cam, adoradores del mismo. Deberemos admitir que nunca faltaron en la tierra uno y otro género de hombres. Si se dijo: Se corrompen cometiendo execraciones, no hay quien obre bien, no hay siquiera uno, también se lee en los dos salmos que contienen esas palabras: Pero ¿no aprenderán los malhechores que devoran a mi pueblo como pan y no invocan al Señor? Luego ya existía entonces el pueblo de Dios. Por ende, lo que se dice: No hay quien obre el bien, no hay siquiera uno, se dijo de los hijos de los hombres, no de los hijos de Dios, ya que se había dicho antes: El Señor observa desde los cielos a los hijos de los hombres para ver si hay alguno sensato que busque a Dios29. Y a continuación vienen las palabras que demuestran que todos los hijos de los hombres, o sea, los que pertenecen a la ciudad que vive según el hombre, no según Dios, son réprobos.

CAPÍTULO XI

La primitiva lengua humana fue la que se llamó luego hebrea, del nombre de Héber 
y permaneció en esa familia cuando tuvo lugar la diversidad de las lenguas

1. Cuando la lengua era única y universal, no por ello faltaron hijos de la corrupción. Antes del diluvio no había más que una lengua, y, sin embargo, merecieron ser exterminados por el diluvio todos con excepción de la casa de Noé.

Así también, cuando por la impiedad arrogante fueron castigadas y divididas las gentes con la diversidad de las lenguas, recibió la ciudad de los impíos el nombre de confusión, es decir, Babilonia. Se mantuvo, no obstante, la casa de Héber, en la que permaneció la que antaño había sido única lengua de todos. Por ello, como recordé antes, al contarse los hijos de Sem, cada uno de los cuales dio origen a un pueblo, fue nombrado en primer lugar Héber, aunque era tataranieto del mismo, es decir, el que nació en la quinta generación después.

Y como quedó en su familia, divididos los otros pueblos según sus lenguas, la lengua que justamente se cree fue primero común al género humano, recibió por ese motivo el nombre de hebrea. Era necesario distinguirla entonces con su nombre propio de las demás, también con sus propios nombres. Sin embargo, cuando era única, se llamaba lengua humana o lenguaje humano, y en ella hablaban todos los hombres.

2. Quizá replique alguno: si la tierra, es decir, los hombres que había entonces en ella, se dividieron atendiendo a las lenguas en los días de Fálec, hijo de Héber, más bien debió recibir nombre de éste la lengua que había sido común antes a todos. Pero hay que parar la atención en que el mismo Héber impuso a su hijo el nombre de Fálec, que quiere decir división, porque le nació cuando se dividió la tierra por las lenguas, es decir, cuando precisamente sucedió aquello de: En su tiempo se dividió la tierra30. Porque, si no viviera aún Héber cuando tuvo lugar la multitud de las lenguas, no hubiera recibido de él su nombre la lengua que pudo permanecer en su familia. Por ello se debe creer que aquélla fue la primera lengua común, porque tal multiplicación y cambio de lenguas tuvo lugar como castigo, y el pueblo de Dios debió de quedar fuera de este castigo.

Y no sin razón ésta es la lengua que tuvo Abrahán, y no pudo transmitirse a todos sus descendientes, sino sólo a los que fueron propagados por Jacob, y que, formando de modo más notorio y destacado el pueblo de Dios, pudieron conservar el testamento de Dios y la estirpe de Cristo. Ni el mismo Héber transmitió idéntica lengua a toda su descendencia, sino sólo a aquella parte cuyas generaciones llegan hasta Abrahán.

Por eso, aunque no se exprese evidentemente que era religiosa alguna parte del género humano cuando los impíos fundaban Babilonia, no logró esta oscuridad defraudar al historiador, sino más bien poner a prueba su intención. Se lee, en efecto, que primitivamente era una la lengua de todos, y se encarece a Héber antes de todos los hijos de Sem, aunque perteneciera a la quinta generación desde él; por otra parte, se llama hebrea la lengua que conservó la autoridad de los patriarcas y profetas no sólo en su lenguaje corriente, sino tam­bién en las letras sagradas.

Cierto, si se investiga en la división de lenguas, para ver dónde pudo permanecer la que fue común antes a todos, y teniendo en cuenta que donde se conservó no pudo tener lugar el castigo de la confusión de lenguas, ¿cuál es la conclusión, sino que permaneció en aquel pueblo de quien recibió el nombre? Y que no es un insignificante vestigio de la bondad de este pueblo el que, siendo castigados los demás con el cambio de lenguas, sólo él escapó a tal sanción.

3. Todavía queda otra dificultad: ¿cómo Héber y su hijo Fálec pudieron dar origen a dos pueblos si los dos tuvieron una sola lengua? En verdad, uno solo es el pueblo hebreo propagado desde Héber hasta Abrahán, y desde éste luego hasta llegar a convertirse en el gran pueblo de Israel. ¿Cómo, pues, todos los hijos que se mencionan de los tres hijos de Noé fundaron sendos pueblos, si no los fundaron Héber y Fálec? Lo más probable es que el famoso gigante Nebrot se haya fundado un pueblo suyo, pero fue mencionado aparte de modo más señalado por su poder y su fuerza corporal, manteniéndose el número setenta y dos de pueblos y de lenguas. Fálec, en cambio, fue mencionado no atendiendo al pueblo que fundó (pues su pueblo es el hebreo y ésa es también su lengua), sino por lo señalado de la época, ya que en sus días se dividió la tierra. Tampoco debe sorprendernos cómo alcanzó el gigante Nebrot el tiempo de la fundación de Babilonia y de la confusión de lenguas, que originó la división de los pueblos. Aunque Héber es el sexto después de Noé, y aquél el cuarto, pudieron llegar durante su vida a coincidir en el tiempo. Sucedió esto porque vivían más cuando las generaciones eran menos, y menos cuando las generaciones eran más; o también, porque nacían más tarde cuando había pocos, y más pronto cuando había muchos.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que, cuando se dividió la tierra, no sólo ya habían nacido los otros hijos de los descendientes de Noé, que se recuerdan como fundadores de pueblos, sino que eran de tal edad, que tenían familias numerosas capaces de dar nombre a pueblos. Por ello no se puede pensar que hayan sido engendrados en el mismo orden en que se mencionan. De otra manera, ¿cómo pudieron los doce hijos de Jectán -otro hijo de Héber, hermano de Fálec- formar pueblos, si Jectán nació después de su hermano Fálec, como después de él se le menciona, ya que, cuando nació Fálec, se dividió la tierra? Hemos de pensar que se nombra primero a Fálec, sí, pero que nació mucho después de su hermano Jectán, ya que los hijos de éste tuvieron familias tan numerosas que podían dividirse según sus propias lenguas. Pudo, pues, ser nombrado primero el que era posterior en edad; al igual que de los tres hijos de Noé fueron nombrados primero los hijos de Jafet, el menor de ellos, a continuación los hijos de Cam, que era el mediano, y, finalmente, los hijos de Sem, que era el primero y el mayor.

Permanecieron en parte los nombres de aquellos pueblos, ya que todavía hoy se ve de dónde se derivaron, como de Asur, los asirios, y de Héber, los hebreos. En parte, con la antigüedad de los tiempos se han cambiado, de tal manera que apenas los hombres más sabios, registrando las historias antiguas, puedan hoy encontrar los orígenes, no de todos los pueblos, pero sí de algunos de ellos. Así se dice que los egipcios nacieron del hijo de Cam llamado Mezraín, pero se ve que no tiene resonancia alguna el origen de la palabra; como tampoco la tiene el nombre de los etíopes, que se dice pertenecen al hijo de Cam llamado Cus. Si se los examina a todos, son más numerosos los vocablos cambiados que los que han subsistido.

CAPÍTULO XII

Época de Abrahán. En él comienza un nuevo orden de la sucesión santa

Examinemos ahora ya el desarrollo de la ciudad de Dios a partir de la era que se inicia en el padre Abrahán, en que comienzan a ser más conocidas y se ponen más de manifiesto las promesas divinas, que vemos ahora cumplidas en Cristo. Como sabemos por las declaraciones de la santa Escritura, Abrahán nació en la región de los caldeos31, tierra que pertenecía al reino asirio. Ya entre los caldeos prevalecían también las impías supersticiones, como entre los restantes pueblos. Había una familia, la de Taré, de la cual nació Abrahán, en la cual había permanecido el culto de un solo Dios verdadero, y probablemente en ella sola se había conservado la lengua hebrea. Aunque también ella, como claramente lo hizo el pueblo de Dios en Egipto, dio culto a los dioses en Mesopotamia, según la narración de Jesús Nave32. Los restantes de la descendencia de Héber se diluían poco a poco entre otras lenguas y otros pueblos.

Y así como en el diluvio de las aguas se había conservado únicamente la casa de Noé para reparación del género humano, así en el diluvio de tantas supersticiones que se esparcieron por todo el mundo sólo se había conservado la casa de Taré, en la cual perseveró el germen de la ciudad de Dios. Finalmente, una vez enumeradas las generaciones junto con el número de sus años hasta Noé, y expuesta la causa del diluvio, antes de empezar a hablar Dios a Noé sobre la fabricación del arca se dice: Éstas son las generaciones de Noé33. Así también aquí, tras enumerar las generaciones desde Sem, hijo de Noé, hasta Abrahán, se inserta a continuación un párrafo notable diciendo: Descendientes de Taré. Taré engendró a Abrahán, Nacor y Arán; Arán engendró a Lot. Arán murió viviendo aún su padre Taré, en su tierra natal, en Ur de Caldea. Abrahán y Nacor se casaron; la mujer de Abrahán se llamaba Sara; la de Nacor era Melca, hija de Arán34. Este Arán fue también padre de Yesca, que al parecer es la misma Sara, esposa de Abrahán.

CAPÍTULO XIII

Cuál parece ser el motivo de que, en la transmigración de Taré de Caldea 
a Mesopotamia, no se hace mención de su hijo Nacor

Luego se cuenta cómo Taré con los suyos dejó la región de Caldea y se fue a Mesopotamia, y habitó en Jarán. No se habla de su hijo Nacor, como si no lo hubiera llevado consigo. Dice el texto: Taré tomó a Abram, su hijo; a Lot, su nieto, hijo de Aran; a Sara, su nuera, mujer de su hijo Abram, y con ellos salió de Ur de Caldea en dirección a Canaán; llegado a Jarán, se estableció allí35. No se cita aquí para nada a Nacor y a su esposa Melca. Pero después, al enviar Abrahán a su siervo a buscar esposa para su hijo Isaac, se dice: Entonces el criado cogió diez camellos de su amo, y llevando toda clase de regalos de su amo, se encaminó a Mesopotamia, a la ciudad de Nacor36. Por este y otros testimonios de esta historia sagrada se demuestra que también Nacor, hermano de Abrahán, salió de la región de los caldeos y estableció su residencia en Mesopotamia, donde había morado Abrahán con su padre.

¿Por qué no lo citó la Escritura cuando partió Taré con los suyos de Caldea y moró en Mesopotamia, citando, en cambio, no sólo a su hijo Abrahán, sino también a Sara, su nuera, y a Lot, su nieto, a quienes llevó consigo? ¿No será porque se había alejado de la religión paterna y fraterna, y se había adherido a la superstición de los caldeos, y luego emigró de allí arrepentido o sufriendo persecución por hacerse sospechoso? En el libro de Judit, al preguntar Holofernes, enemigo de los israelitas, qué clase de pueblo era aquél, y si habría que hacer la guerra con él, le respondió Aquior, jefe de los amonitas: Escucha, alteza, lo que dice tu siervo. Te diré la verdad sobre ese pueblo que vive en la sierra, ahí cerca. Tu siervo no mentirá. Esa gente desciende de los caldeos. Al principio estuvieron en Mesopotamia, por no querer seguir a los dioses de sus antepasados, que residían en Caldea. Abandonaron la religión de sus padres y adoraron al Dios del cielo, al que ellos reconocían por Dios; pero los caldeos los expulsaron de la presencia de sus dioses, y tuvieron que huir a Mesopotamia. Allí residieron mucho tiempo; pero su Dios les mandó salir de allí y marchar al país de Canaán, donde se establecieron37. Y aún continúa Aquior el amonita. Por donde se ve claramente que la casa de Taré sufrió persecución por los caldeos a causa de la verdadera religión, en que adoraban al único verdadero Dios.

CAPÍTULO XIV

Sobre los años de Taré, que terminó su vida en Jarán

Muerto Taré en Mesopotamia, donde se dice vivió doscientos cinco años, comienzan a declararse las promesas de Dios hechas a Abrahán. He aquí el texto: Taré vivió en Jarán doscientos cinco años, y en Jarán murió38. No se debe tomar, sin embargo, como si todo este tiempo lo hubiera pasado allí; sino que acabó allí todos los días de su vida, que fueron doscientos cinco años. Si no fuera así, nos serían desconocidos los años que vivió Taré, porque no se dice en qué año de su vida vino a Jarán; y es absurdo pensar que en esta serie de generaciones, en que se recuerda con diligencia cuántos años vivió cada uno, de éste sólo hubieran de pasarse los años en silencio. Si es verdad que se callan los años de algunos, que recuerda la misma Escritura, no están en este orden precisamente, en que se va computando el tiempo por la muerte de los progenitores y la sucesión de los nacidos. Y este orden, que va desde Adán a Noé, y desde Noé a Abrahán, no cita a nadie sin indicar el número de los años de su vida.

CAPÍTULO XV

Tiempo de la marcha de Abrahán, en que por orden de Dios salió de Jarán

1. Después de recordar la muerte de Taré, se lee: El Señor dijo a Abrahán: Sal de tu tierra nativa y de la casa de tu padre, etc. No debe hacernos pensar esto que el orden de la narración responde a la sucesión de los hechos. Se nos plantearía, de ser así, una cuestión insoluble. De hecho, después de estas palabras de Dios dirigidas a Abrahán, dice así la Escritura: Abram marchó como le había dicho el Señor, y con él marchó Lot. Abram tenía setenta y cinco años cuando salió de Jarán39.

¿Cómo puede ser verdad esto si salió de Jarán después de la muerte de su padre? Pues Taré, como se dijo arriba, engendró a Abrahán a los setenta años. Si a este número añadimos setenta y cinco que tenía Abrahán cuando salió de Jarán, nos dan ciento cuarenta y cinco años. Tal era, pues, la edad de Taré cuando salió Abrahán de Mesopotamia; y como tenía éste setenta y cinco años, su padre, que le había engendrado a los setenta años, contaba, como se ha dicho, ciento cuarenta y cinco años. Por consiguiente, no salió después de la muerte de su padre, esto es, después de doscientos cinco años, que son los que vivió su padre; sino que el año de salida de este lugar, el setenta y cinco de su vida, era, sin duda alguna, el ciento cuarenta y cinco de la vida de su padre, que lo había engendrado a los setenta.

Por ello se debe entender que la Escritura, según su costumbre, tornó al tiempo superado ya por la narración; como más arriba, habiendo recordado a los hijos de Noé, dijo que estaban divididos en sus pueblos y lenguas40, y después añade como siguiendo en el orden del tiempo: El mundo entero hablaba la misma lengua con las mismas palabras41. ¿Cómo, pues, estaban divididos en sus pueblos y en sus lenguas si tenían una sola lengua para todos, sino porque la narración había vuelto por una recapitulación a lo que ya había pasado? Lo mismo se dijo aquí: Taré vivió doscientos cinco años y murió en Jarán42. Y luego la Escritura, volviendo a lo que había pasado por alto precisamente para completar lo que había comenzado sobre Taré, dice: El Señor dijo a Abrahán: Sal de tu tierra, etc. Y después de estas palabras añade: Abram marchó como le había dicho el Señor, y con él Lot. Abram tenía setenta y cinco años cuando salió de Jarán. Y esto tuvo lugar cuando su padre tenía ciento cuarenta y cinco años, pues fue entonces el setenta y cinco de Abrahán.

También se puede solucionar esta cuestión de otra manera. Los setenta y cinco años de Abrahán cuando salió de Jarán no se computarían desde el año en que nació, sino desde el año en que se vio libre del fuego de los caldeos, como si entonces propiamente hubiera nacido.

2. Pero San Esteban, al narrar esto en los Hechos de los Apóstoles, dice: El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abrahán, en Mesopotamia, antes que fuera a establecerse en Jarán, y le dijo: Sal de tu tierra y de tu familia, y vete a la tierra que te mostraré.Según estas palabras de San Esteban, no habló Dios a Abrahán después de la muerte de su padre, que ciertamente murió en Jarán, donde habitó con él el mismo hijo, sino antes de habitar en esta ciudad, pero estando ya en Mesopotamia. Luego ya había salido de los caldeos. Y lo que añade San Esteban: Entonces salió Abrahán del país de los caldeos y se estableció en Jarán, no demuestra que esto tuviera lugar después que le habló Dios (de hecho no salió de la tierra de los caldeos después de aquellas palabras de Dios, puesto que dice que le habló Dios estando en Mesopotamia), sino que lo que dice se refiere a todo aquel tiempo expresado por Entonces, es decir, desde que salió de Caldea y fijó su residencia en Jarán.

Igualmente lo que sigue: Cuando murió su padre, Dios lo trasladó de allí a esta tierra en que vosotros vivís ahora43, no dice «Después que murió su padre, salió de Jarán», sino «Dios lo trasladó de allí después que murió su padre». Debe entenderse, pues, que Dios habló a Abrahán cuando estaba en Mesopotamia, antes de habitar en Jarán; pero que vino a Jarán con su padre, conservando en su corazón el mandato de Dios, y de allí salió el año setenta y cinco de su edad, y el ciento cuarenta y cinco de la de su padre. Lo que dice tuvo lugar después de la muerte del padre fue su instalación en la tierra de Canaán, no su partida de Jarán; porque ya había muerto su padre cuando compró la tierra y comenzó a poseerla como suya.

En cambio, establecido ya en Mesopotamia, esto es, salido ya de la tierra de los caldeos, al decir el Señor: Sal de tu tierra nativa y de tu familia, no intenta arrancar de allí su cuerpo, lo cual había hecho ya, sino que arranque el ánimo, pues no había salido de allí con el ánimo si le dominaban la esperanza y el deseo de la vuelta; esperanza y deseo que habían de ser cortados mediante el mandato y auxilio de Dios y su propia obediencia. Cierto, no es improbable que, después de haber seguido Nacor a su padre fuera cuando Abrahán cumplió el mandato del Señor, saliendo de Jarán con Sara, su esposa, y Lot, el hijo de su hermano.

CAPÍTULO XVI

Orden y naturaleza de las promesas hechas por Dios a Abrahán

Vengamos ya a considerar las promesas hechas por Dios a Abrahán. En ellas comienzan a hacerse más claros los oráculos de nuestro Dios, esto es, del Dios verdadero sobre el pueblo de los santos, anunciado por la autoridad de los profetas. He aquí la primera: El Señor dijo a Abrahán: Sal de tu tierra nativa y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y servirá de bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo.

Notemos las dos cosas que se le prometen a Abrahán: una, que su descendencia poseerá la tierra de Canaán, lo que se significa por aquellas palabras: A la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo; la otra, mucho más importante, que se refiere no a la descendencia carnal, sino a la espiritual, por la cual se convierte en padre, no de sólo el pueblo de Israel, sino de todos los pueblos que siguen las huellas de su fe, y comenzó a prometerse con estas palabras: Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo.

Esta promesa piensa Eusebio tuvo lugar en el año setenta y cinco de la edad de Abrahán, como si hubiera salido de Jarán tan pronto como fue hecha; porque no puede ir contra la Escritura, donde se dice: Abrahán tenía setenta y cinco años cuando salió de Jarán44. Pero, si la promesa fue hecha ese año, es evidente que Abrahán moraba ya en Jarán con su padre; no podría, en efecto, salir de allí si no hubiera habitado allí antes. ¿Va esto en contra de San Esteban, que dice: El Dios de la gloria se apareció a nuestro padre Abrahán en Mesopotamia, antes que fuera a establecerse en Jarán?45 Lo que debe entenderse es que tuvo lugar en el mismo año todo esto: la promesa de Dios antes de habitar Abrahán en Jarán, su estancia y su salida de allí. Y esto no sólo porque Eusebio comienza a contar en sus crónicas desde el año de esta promesa y muestra que salió de Egipto después de cuatrocientos años, época en que se dio la ley, sino también porque el apóstol San Pablo recuerda esto mismo46.

CAPÍTULO XVII

Tres grandes imperios de los paganos, uno de los cuales, el de los asirios 
sobresalía mucho en tiempos de Abrahán

Por este mismo tiempo sobresalían los reinos de los gentiles, en los cuales la ciudad terrena, en otras palabras, la de los hombres que viven según el hombre, brillaba bajo el dominio de los ángeles desertores. Tres eran estos reinos: el de los sicionios, el de los egipcios y el de los asirios. El de los asirios era más poderoso e ilustre. Su famoso rey Nino, hijo de Belo, había subyugado los pueblos de toda Asia, excepto la India. Al hablar de Asia no me refiero a aquella parte que es una provincia de esta Asia mayor, sino a la llamada Asia universal, que algunos han colocado entre las dos, y la mayor parte entre las tres partes de todo el orbe, que serían Asia, Europa y África. Aunque no hicieron esta división con igualdad; pues ésta que se llama Asia se extiende desde mediodía por Oriente hasta el septentrión; Europa, desde el septentrión hasta Occidente; y África, desde Occidente hasta el mediodía. De aquí se ve cómo dos partes, Europa y África, ocupan la mitad del orbe, y Asia la otra mitad. Esa división en dos partes se ha hecho así porque entre una y otra pene­tran desde el océano todas las aguas que bañan las tierras, dándonos así un mar grande. Por lo cual, si se divide el orbe en dos partes, Oriente y Occidente, Asia estará en una parte, y Europa y África en la otra.

Así, de los tres Imperios que florecían entonces, el de los sicionios, por estar en Europa, no estaba bajo los asirios; en cambio, el de los egipcios, ¿cómo no iba a estarles sujeto si dominaban toda Asia, según parece, excepto la India? En Asiria, por consiguiente, había prevalecido el dominio de la ciudad impía. Su capital era la famosa Babilonia, a la que tan bien le viene el nombre de ciudad terrena, esto es, confusión. Allí reinaba ya Nino después de la muerte de su padre Belo, que había reinado el primero durante sesenta y cinco años. Su hijo Nino, que sucedió en el reino a su difunto padre, reinó cincuenta y dos años, y llevaba en el reino cuarenta y tres años cuando nació Abrahán, alrededor del año mil doscientos antes de la fundación de Roma, que es como la Babilonia de Occidente.

CAPÍTULO XVIII

Dios habla por vez segunda con Abrahán y le promete a él 
y a sus descendientes la tierra de Canaán

Salió Abrahán de Jarán el año setenta y cinco de su edad, el ciento cuarenta y cinco de la de su padre; se dirigió con Lot, hijo de su hermano, y con su esposa Sara a la tierra de Canaán, llegando hasta Siquén, donde nuevamente recibió un oráculo divino: El Señor se apareció a Abrahán y le dijo: A tu descendencia le daré esta tierra47. No se habla aquí de la promesa de la descendencia en la que se convirtió en padre de todos los pueblos, sino de aquella por la que es padre de solo el pueblo de Israel; esta descendencia poseyó aquella tierra.

CAPÍTULO XIX

Dios protege en Egipto la honestidad de Sara, de quien Abrahán 
había dicho que era su hermana, no su esposa

Después de edificar allí un altar y de invocar a Dios, partió de allí y habitó en el desierto, de donde se vio forzado por el hambre a ir a Egipto. No mintió al decir que su esposa era su hermana48. Lo era en realidad, porque ser allegada por consanguinidad, como Lot, por el mismo parentesco, se llamó hermano, por ser hijo de su hermano. Así, calló lo referente a la esposa, no lo negó, encomendando a Dios la guarda de la honestidad de su esposa, y temiendo como hombre las asechanzas humanas; si no hubiera prevenido en lo posible el peligro, sería más tentar a Dios que esperar en Él. De esto ya dijimos bastante contra las calumnias de Fausto maniqueo.

En fin, sucedió lo que Abrahán había esperado del Señor. Faraón, rey de Egipto, que la había tomado por esposa, se vio gravemente castigado y la devolvió a su esposo49. Líbrenos Dios de pensar que se vio mancillada por unión ajena; es mucho más probable que las grandes pruebas o castigos se lo impidieran al Faraón.

CAPÍTULO XX

Separación de Lot y Abrahán, hecha de común acuerdo sin faltar a la caridad

Vuelto Abrahán de Egipto al lugar de donde había partido, Lot, el hijo de su hermano, se separó de él a la tierra de Sodoma, sin que sufriera menoscabo su amistad. En efecto, se habían enriquecido mucho, comenzaban a tener muchos pastores para sus rebaños, y cómo éstos riñeran entre sí, evitaron con esa separación la dura discordia de sus familias. Y aún podía surgir con ese motivo entre ellos, según corren las cosas humanas, alguna disensión. Por eso, para precaver este mal, le dijo Abrahán a Lot: No haya disputas entre nosotros dos ni entre nuestros pastores, pues somos hermanos. Tienes delante todo el país, sepárate de mí: si vas a la izquierda, yo iré a la derecha; si vas a la derecha, yo iré a la izquierda50. De aquí quizá se originó entre los hombres la costumbre pacífica de que cuando haya que dividir algún terreno, divida el mayor y elija el menor.

CAPÍTULO XXI

Tercera promesa de Dios: promete la tierra de Canaán 
a Abrahán y a su descendencia para siempre

Se habían apartado y vivían separadamente Abrahán y Lot por la necesidad de sustentar la familia, no por afrentosa discordia. Estaba Abrahán en tierra de Canaán, y Lot en Sodoma. Un tercer oráculo de Dios le dijo a Abrahán: Desde tu puesto dirige la mirada hacia el Norte, mediodía, levante y poniente. Toda la tierra que abarques te la daré a ti y a tus descendientes para siempre. Haré a tus descendientes como la arena de la tierra: el que pueda contar la arena de la tierra podrá contar a tus descendientes. Anda, pasea por el país a lo largo y a lo ancho, pues te lo voy a dar51.

No está claro si en esta promesa se contiene la otra que le constituyó padre de todos los pueblos. Puede parecer que se refieren a esto las palabras:Haré a tus descendientes como la arena de la tierra. Donde se ve la expresión llamada por los griegos hipérbole, que es una metáfora, pero no propia. De ella, al igual que de los demás tropos, suele usar la Escritura, como nadie que la conozca puede ponerlo en duda. Pero esta figura, es decir, esta manera de hablar, se usa cuando lo que se dice tiene un alcance inmensamente superior a lo que se significa con la expresión. ¿Quién no ve, en efecto, cuán incomparablemente mayor es el número de las arenas de la tierra que puede ser el de todos los hombres desde Adán hasta el fin de los siglos? ¿Cuánto, pues, será mayor que la descendencia de Abrahán: no sólo la que pertenece al pueblo israelita, sino también la que hay y habrá por la imitación de la fe entre todos los pueblos del mundo entero?

Esta descendencia, en comparación con la multitud de los impíos, se encuentra en franca minoría; aunque esa minoría alcance una multitud innumerable, que fue significada hiperbólicamente por la arena de la tierra. Cierto que esta multitud que se le promete a Abrahán no es innumerable para Dios, sino para los hombres; para Dios no lo es ni la arena de la tierra.

Por consiguiente, como no es sólo el pueblo israelita el que se compara a la multitud de las arenas, sino toda la descendencia de Abrahán, en que está la promesa de muchos hijos, no según la carne, sino según el espíritu, se puede entender perfectamente que en esas palabras está hecha la promesa de una y otra. Pero dijimos que no aparece claramente, porque la multitud de sola aquella gente que nació de Abrahán según la carne por su nieto Jacob llegó a crecer tanto que llenó casi todas las partes del orbe. De ahí que pudo ella sola compararse hiperbólicamente con la multitud de las arenas, porque ella sola es innumerable para el hombre.

En cambio, nadie duda que la tierra significada es sólo la que se llamó Canaán. Pero las palabras: Te la daré a ti y a tu descendencia para siempre pueden perturbar a algunos si para siempre lo entienden en el sentido de «eternamente». Sin embargo, si para siempre lo toman aquí, como nos lo enseña la fe, por el principio del siglo futuro, que nace del presente, no hay duda que no puede perturbarlos; porque aunque los israelitas hayan sido expulsados de Jerusalén, permanecen, sin embargo, en las otras ciudades de la tierra de Canaán y permanecerán hasta el fin. Y aun esa misma tierra habitada por los cristianos sigue siendo la misma descendencia de Abrahán.

CAPÍTULO XXII

Victoria de Abrahán para los sodomitas cuando arrebató a Lot de la cautividad 
y fue bendecido por el sacerdote Melquisedec

Recibida esta promesa, emigró Abrahán y se estableció en otro lugar de la misma tierra, esto es, junto a la encina de Mambré, en Hebrón52. Después, en la contienda de cinco reyes contra cuatro, invadidos los sodomitas por los enemigos y vencidos, el mismo Lot cayó prisionero, y fue liberado por Abrahán, que llevaba consigo a la batalla trescientos dieciocho esclavos suyos. Obtuvo la victoria para los reyes de Sodoma, y no quiso tomar despojo alguno, aunque se los ofreció al rey a quien dio la victoria.

Pero entonces fue bendecido por Melquisedec, sacerdote del Dios excelso53, del cual se escribieron tantas y tan grandes cosas en la epístola titulada a los Hebreos, atribuida por muchos a San Pablo, aunque algunos lo niegan54. Allí aparece por primera vez el sacrificio que se ofrece hoy a Dios por los cristianos en todo el orbe, y se cumple lo que mucho después de este hecho dijo el profeta dirigiéndose a Cristo, que había de venir en la carne: Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec55. Es decir, no según el de Aarón, ya que este rito había de ser abolido al alborear las realidades anunciadas por aquellas sombras.

CAPÍTULO XXIII

Palabra de Dios a Abrahán prometiéndole multiplicar su posteridad como la multitud de las estrellas; 
por la fe en ella, Abrahán fue justificado siendo aún incircunciso

También en esta ocasión le llegó a Abrahán la palabra de Dios en una visión. Prometiéndole su protección y una gran recompensa, estaba Abrahán preocupado por la posteridad y designó como su futuro heredero a cierto servidor suyo llamado Eliezer. Pero entonces se le prometió un heredero, no el servidor, que había de nacer del mismo Abrahán; y de nuevo una descendencia innumerable, no como la arena de la tierra, sino como las estrellas del cielo56; en lo que me parece habérsele más bien prometido una posteridad sublime por la felicidad celeste. Porque, si se mira a la multitud, ¿qué son las estrellas del cielo comparadas con las arenas de la tierra? A no ser que alguno diga que esta comparación es semejante precisamente porque no se pueden contar las estrellas del cielo, ya que probablemente nadie alcance a verlas todas. Vemos que cuanto mayor es la agudeza del que mira, mayor cantidad descubre; y por ello justamente se piensa que algunas están ocultas aun para los de vista más penetrante. Y esto sin hablar de los astros que se dice salen y se ponen en la parte del orbe más alejada de nosotros. En fin, a cuantos como Arato o Eudoxo, u otros que pueda haber, se jactan de haber reunido y descrito todo el número de estrellas, los confunde la autoridad de este libro.

Aquí, por cierto, se expresa la sentencia que recuerda el Apóstol para encarecer la gracia de Dios: Abrahán se fió de Dios y esto le valió la justificación57; y esto como aviso de que no tiene que gloriarse la circuncisión y negarse a admitir a la fe de Cristo a los pueblos incircuncisos. Cuando le fue imputada al creyente Abrahán la fe para la justificación, aún no había sido circuncidado.

CAPÍTULO XXIV

Significación del sacrificio que se le mandó ofrecer a Abrahán 
cuando pidió explicaciones sobre lo que había creído

1. Hablándole Dios en esa misma visión, le dijo también: Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos para darte en posesión esta tierra. Y preguntándole Abrahán cómo sabría que iba a ser heredero de ella, le dijo Dios: Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón. Abrahán los trajo y los partió por medio colocando una mitad frente a otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres y Abrahán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrahán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El Señor dijo a Abrahán: Has de saber que tu descendencia vivirá como forastera en tierra ajena, tendrá que servir y sufrir opresión durante cuatrocientos años, pero saldrá con grandes riquezas. Yo juzgaré al pueblo a quien han de servir, y al final saldrán cargados de riquezas. Tú te reunirás en paz con tus abuelos, y te enterrarán ya muy viejo. A la cuarta generación volverán, pues hasta entonces no se colmará la culpa de los amorreos. El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miem­bros descuartizados. Aquel día el Señor hizo alianza con Abrahán en estos términos: A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al gran río Éufrates: la tierra de los quenitas, quenizitas, cadmonitas, hititas, fereceos, refaítas, amorreos, cananeos, guirgaseos y jebuseos.

2. Todas estas cosas tuvieron lugar y fueron dichas en una visión divina. Sería muy largo hablar de ellas detalladamente y desbordaría la intención de esta obra. Nos basta con que sepamos lo que nos interesa. Después de decir que creyó Abrahán y que le valió como justificación, no debe creerse que le faltó la fe al decir: Señor, ¿cómo sabré que voy a poseerla?58 Se le había prometido realmente la heredad de aquella tierra. No dice: «De dónde lo sabré», como si aún no creyera, sino que dice: ¿Cómo lo sabré? Como para obtener algún signo de lo que había creído, por donde poder conocer el modo. Como no fue una desconfianza de la Virgen María el preguntar: ¿Cómo será esto si no vivo con un hombre?Estaba cierta de lo que había de suceder, pero buscaba el modo como sucedería. Y buscando esto, oyó: El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra59.

En fin, se dio aquí un signo en los animales: la novilla, la cabra y el carnero, y dos aves: la tórtola y la paloma; que por ellos conocería que había de suceder lo que no dudaba tendría lugar. Podría significar la novilla al pueblo sometido al yugo de la ley; la cabra, al mismo pueblo que ha de prevaricar; el carnero, al pueblo que llegará a dominar (estos animales eran de tres años, porque eran tres los espacios de tiempo desde Adán hasta Noé, y de ahí hasta Abrahán, y luego hasta David, quien tras la reprobación de Saúl fue asentado el primero en el reino del pueblo israelita por la voluntad del Señor; y en este tercer espacio, que va desde Abrahán hasta David, creció aquel pueblo como llegando a su tercera edad). Y aunque tuvieran otro significado más conveniente, no puedo dudar en modo alguno que con la adición de la tórtola y la paloma están significados los hombres espirituales.

Y por eso se dijo: No descuartizó las aves; porque los carnales se dividen entre sí, y no los espirituales: ya se aparten de las conversaciones penosas de los hombres, como la tórtola, ya vivan en medio de ellas, como la paloma, pero siendo una y otra sencillas e inofensivas, simbolizando, en el mismo pueblo israelítico, a quien se había de dar aquella tierra, los futuros hijos invisibles de la promesa y herederos del reino que perseverarían en la felicidad eterna.

En cambio, las aves que descendían sobre los cuerpos descuartizados no significan bien alguno, sino que indican los espíritus del aire, que buscan como su propio alimento en la división de las carnes. El sentarse Abrahán para espantarlas significa que, aun en medio de esa división de las carnes, perseverarán los verdaderos fieles hasta el fin. Y el sueño profundo y el terror intenso y oscuro que invadió a Abrahán hacia el ocaso no significan otra cosa que la gran perturbación y tribulación que hacia el final de este siglo ha de sobrevenir a los fieles. De ella dice el Señor en el Evangelio: Habrá entonces una angustia tan grande como no la ha habido desde que el mundo es mundo60.

3. Las palabras dichas a Abrahán: Has de saber que tu descendencia vivirá como forastera en tierra ajena, tendrá que servir y sufrir opresión durante cuatrocientos años, se refieren clarísimamente al pueblo de Israel, que había de estar como esclavo de Egipto. No porque aquel pueblo había de pasar cuatrocientos años en esa servidumbre bajo la opresión de los egipcios, sino que se anunciaba que eso había de suceder en los cuatrocientos años. Lo mismo que se escribió de Taré, el padre de Abrahán: Taré vivió doscientos cinco años en Jarán61; no porque vivió allí todos esos años, sino porque allí se acabaron. Así que se interpuso: Tendrá que servir y sufrir opresión durante cuatrocientos años, porque este número se completó en esa opresión, no porque fuera pasado allí todo él.

Se habla de cuatrocientos años por la perfección del número, aunque hayan sido algunos más: ya se computen desde el tiempo en que se hacían estas promesas a Abrahán, ya desde que nació Isaac, a causa de la descendencia de Abrahán, que es el objeto de estas promesas. Puesto que se cuentan, como ya dijimos arriba, cuatrocientos años desde el año setenta y cinco de Abrahán, cuando se le hizo la primera promesa, hasta la salida de los israelitas de Egipto. Los recuerda el Apóstol con estas palabras: Quiero decir esto: Una herencia ya debidamente otorgada por Dios no iba a anularla una ley que apareció cuatrocientos treinta años más tarde62.

Estos cuatrocientos treinta años, pues, podían muy bien expresarse por cuatrocientos, porque no son mucho más; y, sobre todo, habiendo ya pasado muchos de éstos cuando se mostraron y dijeron en la visión de estas cosas a Abrahán, o cuando le nació Isaac a su padre centenario, desde la primera promesa después de veinticinco años, quedando ya de esos cuatrocientos treinta años cuatrocientos cinco, que el Señor quiso llamar cuatrocientos. Todo esto y lo que sigue en las palabras de la predicción divina nadie puede poner en duda que se refiere al pueblo israelítico.

4. Se añade también: El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados. Estas palabras significan que en el fin del tiempo serán juzgados los hombres carnales a través del fuego. A la manera que la desolación de la ciudad de Dios, cual no hubo jamás antes, que se espera tendrá lugar bajo el Anticristo, se significaba en el terror tenebroso de Abrahán a la caída del sol, esto es, acercándose ya al fin del mundo; así, a la caída del sol, es decir, hacia ese mismo fin, se significa por este fuego el día del juicio, separando a los hombres carnales, que se salvarán por el fuego, de los que serán condenados al fuego.

Además, el pacto hecho con Abrahán designa propiamente la tierra de Canaán, y nombra en ella once pueblos desde el río de Egipto hasta el gran río Éufrates. No desde el gran río de Egipto, es decir, del Nilo, sino desde el río pequeño que separa Egipto de Palestina, donde se encuentra la ciudad Rinocorura.

CAPÍTULO XXV

Sobre Agar, la esclava de Sara, a quien la misma Sara 
entregó como concubina a Abrahán

Vienen ya a continuación los tiempos de los hijos de Abrahán, el uno de la esclava Agar, el otro de la libre Sara; sobre los cuales ya hemos hablado en uno de los libros anteriores. Por lo que se refiere al hecho en sí, en modo alguno se le debe achacar a Abrahán el crimen de concubinato. En efecto, no usó de ella para la satisfacción de su lujuria, sino para la consecución de la prole, y no agraviando precisamente, sino más bien obedeciendo a su esposa, que tuvo como consuelo de su esterilidad hacer fecundo por su voluntad el seno de su esclava, ya que no lo era el suyo por naturaleza; y así, según las palabras del Apóstol: Tampoco el hombre es dueño de su cuerpo, lo es la mujer63, usaría la mujer de ese derecho para dar a luz en otra, ya que no podía en sí misma.

No hay aquí deseo lascivo alguno ni perversa torpeza. La esposa entrega al marido la esclava por la procreación, por la misma procreación la recibe el marido: una y otro buscan no la lujuria pecaminosa, sino el fruto de la naturaleza. Y así, al ensoberbecerse la esclava encinta, siguiendo estéril la señora, atribuyó Sara a su marido esto más bien con celos de mujer. Abrahán demostró de nuevo que no había sido un amante esclavizado, sino un padre libre, y que en Agar había conservado la fidelidad debida a su esposa Sara, satisfaciendo no su placer, sino la voluntad de su esposa; recibió lo que se le ofrecía sin buscarlo; se acercó a su esclava sin quedar unido; la fecundó sin haberla amado. De hecho le dice: De tu esclava dispones tú; trátala como te parezca64. ¡Oh varón, que usa de las mujeres como un auténtico hombre: de la esposa, con templanza; de la esclava, por obediencia; de ninguna, con intemperancia!

CAPÍTULO XXVI

Seguridad que da Dios a Abrahán, prometiéndole en su vejez un hijo de la estéril Sara, 
haciéndolo padre de pueblos y sellando la garantía de la promesa 
con el sacramento de la circuncisión

1. Después de todo esto, de Agar nació Ismael, en el cual podía pensar que se cumplía la promesa cuando quiso adoptar a su servidor y le dijo el Señor: «No te heredará ése; uno salido de tus entrañas te heredará»65. Para que no pensase que se cumplía la promesa en el hijo de la esclava, cuando Abrahán tenía ya noventa y nueve años, se le apareció el Señor y le dijo: Yo soy el Dios todopoderoso. Procede de acuerdo conmigo y sé honrado, y haré una alianza contigo: haré que te multipliques sin medida. Abrahán cayó rostro en tierra, y Dios le habló así: Mira, éste es mi pacto contigo: serás padre de una multitud de pueblos. Ya no te llamarás Abram, sino Abrahán, porque te hago padre de una multitud de pueblos. Te haré fecundo sin medida, sacando pueblos de ti. Mantendré mi pacto contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como pacto perpetuo. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra de tus andanzas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua. Y seré su Dios. Dios añadió a Abrahán: Tú guarda el pacto que hago contigo y tus descendientes futuros. Éste es el pacto que hago con vosotros y con tus descendientes futuros y que habéis de guardar: circuncidad a todos vuestros varones; circuncidaréis el prepucio, y será una señal de mi pacto con vosotros. A los ocho días de nacer, todos vuestros varones de cada generación serán circuncidados; también los esclavos nacidos en casa o comprados a extranjeros que no sean de vuestra raza. Circuncidad a los esclavos nacidos en casa o comprados. Así llevaréis en la carne mi pacto como pacto perpetuo. Todo varón incircunciso, que no ha circuncidado su prepucio, será apartado de su pueblo por haber quebrantado mi pacto. Dios dijo a Abrahán: Saray, tu mujer, ya no se llamará Saray, sino Sara. La bendeciré y te dará un hijo, y lo bendeciré; de él nacerán pueblos y reyes de naciones. Abrahán cayó rostro en tierra y se dijo sonriendo: ¿Un centenario va a tener un hijo y Sara va a dar a luz a los noventa? Y Abrahán dijo a Dios: Me contento con que te guardes vivo a Ismael. Dios replicó: No, es Sara quien te va a dar un hijo, a quien llamarás Isaac; con él estableceré mi pacto, y con sus descendientes un pacto perpetuo. En cuanto a Ismael, escucho tu petición: lo bendeciré, lo haré fecundo, lo haré multiplicarse sin medida, engendrará doce príncipes y haré de él un pueblo numeroso. Pero mi pacto lo establezco con Isaac, el hijo que te dará Sara el año que viene por estas fechas66.

2. Aquí se hacen más claras las promesas sobre la vocación de los gentiles en Isaac, esto es, en el hijo de la promesa, figura de la gracia, no de la naturaleza, puesto que se promete un hijo de un anciano y de una anciana estéril. En realidad, aunque es Dios quien regula el curso natural de la procreación, cuando, por estar ya resabiada y avanzada la naturaleza, se hace evidente la obra de Dios, se ve con más claridad la gracia. Y como esto no había de tener lugar por la generación, sino por la regeneración, fue entonces cuando se impuso la circuncisión, cuando se le prometió un hijo de Sara. Y el mandar que sean circuncidados no sólo los hijos, sino también los esclavos de casa y los comprados, es un testimonio de que esta gracia se extiende a todos. ¿Qué otra cosa significa la circuncisión, sino la naturaleza renovada por el despojo de la vejez?; ¿y qué otra cosa significa el octavo día sino a Cristo, que resucitó al fin de la semana, esto es, después del sábado?

Se cambian también los nombres de los padres, todo respira novedad, y en el Testamento Antiguo se vela el Nuevo. ¿Qué quiere decir, en efecto, Testamento Antiguo sino encubrimiento del Nuevo?; ¿y qué otra cosa el Nuevo, sino revelación del Antiguo? La sonrisa de Abrahán es el gozo del que se alegra, no la burla del que desconfía. Aquellas palabras que se dijo a sí mismo: ¿Un centenario va a tener un hijo, y Sara va a dar a luz a los noventa? no proceden de la culpa, sino de la admiración.

Puede alguno sentirse confuso con las otras palabras: Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra de tus andanzas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua; uno puede dudar cómo se ha cumplido ya, o cómo hay que esperar que se cumpla, si no puede haber posesión alguna terrena que sea eterna para cualquier nación. Ha de tener en cuenta que nosotros traducimos por eterno lo que los griegos llamanαἰώνιον, que se deriva de siglo: αἰών griego significa siglo. Y no se atrevieron los latinos a llamar secular a eso por no cambiar totalmente el sentido. Pues se llaman seculares muchas cosas que suceden de tal modo en este mundo que pasan en breve tiempo; en cambio, lo que se llamaαἰώνιον no tiene fin o se extiende hasta el fin de este mundo.

CAPÍTULO XXVII

Si el nacido varón no es circuncidado al octavo día, debe perecer su alma por quebrantar la alianza de Dios

Puede también ofrecer dificultad el sentido del pasaje: Todo varón incircunciso, que no ha circuncidado su prepucio, será apartado de su pueblo por haber quebrantado mi pacto.

En efecto, no tiene culpa alguna el niño cuya alma dijo que perecería; ni él tampoco quebrantó la alianza de Dios, sino los padres que descuidaron su circuncisión. A no ser que también los niños, no según su propia conducta, sino por el origen común del género humano, hayan quebrantado el pacto de Dios en aquel en quien todos pecaron67. Porque hay muchos llamados pactos, a más de los dos importantes, el antiguo y el nuevo, que cualquiera puede leer y conocer.

El primer testamento, que se hizo con el primer hombre, dice así: El día en que comas de él tendrás que morir68. Por ello se escribe en el Eclesiástico: Toda carne ha de deteriorarse como un vestido. El testamento desde el principio del siglo: Morirás de muerte69. Pues si la ley se dio con más claridad después, y dice el Apóstol: Donde no hay ley, no hay violación posible70, ¿cómo puede ser verdad lo que dice el salmo: He tenido por prevaricadores a todos los pecadores de la tierra71, sino porque están sujetos a algún pecado todos los que son reos de prevaricación de alguna ley?

Por lo cual, si también los niños, como confiesa la verdadera fe, nacen en pecado, no propio sino original, por lo cual confesamos les es necesaria la gracia de la remisión de los pecados, ciertamente, al igual que son reconocidos como pecadores, son también prevaricadores de aquella ley que se dio en el Paraíso. Y así es verdad una y otra afirmación: He tenido por prevaricadores a todos los pecadores de la tierra, y donde no hay ley no hay violación posible. Por esto, como la circuncisión fue el signo de la regeneración, y con toda justicia la generación destruirá al niño por el pecado original, con que se quebrantó el primer testamento, si no lo libra la regeneración, así han de entenderse estas palabras divinas, como si se dijera: «Si alguno no fuera regenerado, será arrancada su alma de su pueblo», porque quebrantó el testamento de Dios cuando pecó con todos los demás en Adán.

Si hubiera dicho: «Porque quebrantó mi testamento», obligaría a pensar que se trataba de esta circuncisión; pero como no expresó qué testamento había quebrantado el niño, hay libertad para pensar que se trataba de aquel testamento cuya ruptura podía referirse al niño. Pero puede alguno sostener que tal afirmación no se refiere sino a esta circuncisión, porque el niño ha quebrantado en ella el testamento de Dios al no estar circuncidado. Quien tal sostiene, busque alguna expresión en que razonablemente se pueda entender la ruptura del testamento no realizado por él, pero sí en él. Y aun así es preciso advertir que el alma del niño no circuncidado no perece injustamente por una negligencia suya, sino por estar sujeto al pecado original.

CAPÍTULO XXVIII

Cambio de los nombres de Abrahán y Sara, que, no pudiendo engendrar 
por la esterilidad de una y la edad avanzada de ambos 
consiguieron el beneficio de la fecundidad

Se le hizo, pues, a Abrahán una promesa clara y extraordinaria, cuando se le dijo abiertamente: Te hago padre de una multitud de pueblos. Te haré fecundo sin medida, sacando pueblos de ti, y reyes nacerán de ti. Te dará Sara un hijo; y lo bendeciré, y de él nacerán pueblos y reyes de naciones. Promesa que vemos cumplida ahora en Cristo. Desde entonces esos cónyuges no se llaman en la Escritura, como antes, Abram y Saray, sino como los hemos llamado nosotros desde el principio, porque así los llaman todos, Abrahán y Sara.

Por qué se cambió el nombre de Abrahán nos lo dice la Escritura: Porque te hago padre de una multitud de pueblos. Tal es el significado del nombre de Abrahán. En cambio, el nombre anterior, Abram, tiene el sentido de «padre encumbrado». Sobre el cambio del nombre de Saray no se ha dado explicación; pero al decir de los intérpretes de nombres hebreos que se contienen en las sagradas letras, Sara quiere decir «mi princesa», y Saray, «virtud». Y por eso se dice en la Carta a los Hebreos: Por su fe recibió Sara la virtud de ser madre72.

Los dos eran de edad avanzada, como atestigua la Escritura; pero aquélla, además, era estéril y privada ya de la menstruación, por lo cual no podía tener hijos aunque no hubiera sido estéril. Si una mujer es de edad muy avanzada, pero aún tiene la menstruación, puede tener hijos con un joven, no con un anciano; aunque pueda ese anciano engendrar con una mujer joven, como pudo Abrahán, después de muerta Sara, hacerlo con Cetura, que estaba en la flor de su vida.

Esto es lo que pondera el Apóstol como maravilloso, y a esto se refiere al decir que su cuerpo estaba ya muerto73; porque no podía engendrar en aquella edad de cualquier mujer que se encontrara en las últimas de su capacidad de engendrar. Hemos de entender, en efecto, que el cuerpo estaba muerto para alguna función, no para todas en absoluto; si lo estuviera para todas sería, más que la vejez de un viviente, el cadáver de un muerto.

Aunque también suele resolverse la cuestión de haber Abrahán engendrado de Cetura después, diciendo que el beneficio de engendrar que recibió de Dios se continuó aun después de la muerte de su esposa. A mí, en cambio, me parece preferible la solución que hemos seguido, porque realmente un viejo centenario de nuestros días no puede engendrar de mujer alguna, pero lo podía entonces, cuando vivían tanto los hombres, que los cien años no hacían a un hombre viejo decrépito.

CAPÍTULO XXIX

Los tres varones o ángeles en cuya figura se manifiesta que se apareció 
el Señor a Abrahán junto a la encina de Mambré

Se apareció también Dios a Abrahán junto a la encina de Mambré en figura de tres hombres, que no se puede dudar fueran ángeles; aunque algunos piensan que uno de ellos era Cristo el Señor, afirmando que Él era visible aun antes de haberse revestido de nuestra carne. Cierto que es propio del poder divino y de la naturaleza invisible, incorpórea e inmutable, aparecer visiblemente sin cambio alguno suyo, no mediante alguna propiedad suya, sino por la de algo que le está sujeto. Y ¿qué hay que no le esté sujeto?

Sin embargo, pueden asegurar que alguno de estos tres fue Cristo, porque habiendo visto a tres, habló sólo con el Señor, como está escrito efectivamente: Y vio a tres hombres de pie frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, y se prosternó en tierra diciendo: Señor, si he alcanzado tu favor74, etc. Pero ¿por qué entonces no advierten que dos de ellos habían venido para destruir a Sodoma, mientras hablaba Abrahán con uno llamándolo Señor e intercediendo para que no destruyera en la misma Sodoma al justo con el impío? Y Lot recibió a aquellos dos, y hablando con ellos los llamaba singularmente Señor. Así, habiéndoles dicho en plural: Señores míos, pasad a hospedaros en casa de vuestro siervo, y todo lo demás que aquí se dice; continúa después: Los agarraron de la mano a él, a su mujer y a sus dos hijas, a quienes el Señor perdonaba. Una vez fuera le dijeron: Ponte a salvo; no mires atrás. No te detengas en la vega, ponte a salvo en los montes para no perecer. Lot les respondió: Ruégote, Señor, pues que tu siervo ha encontrado gracia en tus ojos, etc. Después de estas palabras también el Señor le respondió en singular, aun estando representado en dos ángeles, diciéndole: Accedo a lo que pides75, etc.

Por lo cual es mucho más digno de crédito que Abrahán en los tres y Lot en los dos reconocían al Señor, a quien hablaban en singular, aunque los tuvieron por hombres; pues no había otro motivo para recibirlos de esa manera y servirles como mortales y necesitados de alimentación humana. Pero había ciertamente algo tan excelente que, aunque al parecer fueran hombres, los que prestaban esa hospitalidad no podían dudar que en ellos estaba el Señor, como suele estar en los profetas; y por ello unas veces les hablaban en plural, y otras los llamaban Señor en singular.

De que eran ángeles nos lo testifica la Escritura, no sólo en este libro del Génesis, donde se narran tales hechos, sino también en la Carta a los Hebreos, cuando, alabando la hospitalidad, dice: Por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles76. A través de estos tres varones, por consiguiente, en la promesa que de nuevo se hizo a Abrahán sobre su hijo Isaac, que nacería de Sara, se otorgó también aquella divina respuesta: Abrahán se convertirá en un pueblo grande y numeroso; con su nombre se bendecirán todos los pueblos de la Tierra77. Donde con la mayor brevedad y plenitud se contienen las dos promesas: el pueblo de Israel según la carne y todos los pueblos según la fe.

CAPÍTULO XXX

Sobre Lot, liberado de los sodomitas, consumidos por el fuego celeste, y sobre 
Abimilec, cuya concupiscencia no pudo menoscabar la castidad de Sara

Liberado Lot de Sodoma después de esta promesa, bajó del cielo una nube de fuego y quedó reducida a polvo toda la región de la impía ciudad, donde las deshonestidades entre los varones habían llegado a ser tan corrientes como el libertinaje de otras acciones autorizadas por las leyes. Mas este castigo fue, además, una imagen del futuro juicio divino. ¿Qué otra cosa quiere significar la prohibición de mirar atrás de los que eran liberados por los ángeles, sino que no debe el ánimo tornar a la vieja vida, de la que el regenerado ha sido libertado por la gracia, si pretendemos escapar al último juicio? En fin, la mujer de Lot quedó en el sitio en que miró atrás y, convertida en sal78, suministró cierto condimento a los hombres fieles, con el cual puedan aprender a precaverse de tal ejemplo.

Luego Abrahán renovó en Guerar ante el rey de aquella ciudad, Abimelec, la tentativa que había hecho con su esposa en Egipto, y de la misma manera se la devolvió intacta. Reprendiendo, en efecto, el rey a Abrahán por qué había callado que era su esposa, diciendo que era su hermana, al descubrirle el temor que había tenido, añadió: Es realmente hermana mía; de padre, aunque no de madre79. Pues, por parte del padre, era hermana de Abrahán, de quien era muy allegada. Y era tan hermosa, que podía inspirar amor aun en aquella edad.

CAPÍTULO XXXI

Isaac, hijo según la promesa, que recibió ese nombre por la risa de sus padres

Después le nació a Abrahán, según la promesa de Dios, un hijo de Sara, y lo llamó Isaac, que quiere decir «risa», pues se había reído su padre con admiración llena de gozo cuando le fue prometido. También su madre se había reído cuando, dudando en su gozo, se le hizo de nuevo la promesa por medio de los tres varones; bien que el ángel la había reprendido porque aquella risa, si bien procedía del gozo, no argüía una fe perfecta80; aunque luego la confirmó el ángel en la misma. Por este motivo recibió el niño tal nombre. Sara mostró que aquella risa no era una burla ante un insulto, sino la expresión de una alegría cuando al nacer Isaac, le puso tal nombre diciendo: Dios me ha hecho saltar de alegría, y el que se entere saltará conmigo81. Sin embargo, poco tiempo des­pués la esclava es arrojada de casa con su hijo. Da esto a indicar, según el Apóstol, los dos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo, donde Sara es la figura de la Jerusalén celestial, es decir, de la ciudad de Dios82.

CAPÍTULO XXXII

Obediencia y fe de Abrahán; en ella fue probado con el ofrecimiento 
del hijo que había de inmolar. Muerte de Sara

1. Entre estos acontecimientos, cuya enumeración sería demasiado larga, se encuentra la tentación que sufrió Abrahán sobre la inmolación de su queridísimo hijo Isaac, para ser probada su religiosa obediencia, destinada a llegar al conocimiento de los siglos, no al de Dios. Porque no debe ser reprobada toda tentación; antes hay que felicitarse por la que sirve de prueba. Aparte de que las más de las veces no puede el espíritu humano conocerse a sí mismo de otra manera más que empeñando sus fuerzas, no de palabra, sino de obra en la tentación, que en cierto modo es un interrogante. En cuya prueba, si reconoce el don de Dios, se muestra religioso y se afianza con la firmeza de la gracia, nunca se engríe con la vanidad de la jactancia.

Ciertamente no podía creer Abrahán que Dios se deleitara con víctimas humanas; pero al dejarse oír el precepto divino, es preciso obedecer, no disputar. Sin embargo, merece Abrahán la alabanza de haber creído que su hijo, una vez sacrificado, resucitaría inmediatamente. Porque al no querer cumplir la voluntad de su esposa de arrojar afuera a la esclava y a su hijo, Dios le había dicho: Es Isaac quien continuará tu descendencia. Aunque también le dice allí a continuación: Aunque también del hijo de la criada sacaré un gran pueblo, por ser descendiente tuyo83. ¿Cómo se dijo: Es Isaac quien continuará tu descendencia, si también a Ismael lo llama Dios descendencia suya? Exponiendo el Apóstol el significado de Es Isaac quien continuará tu descendencia, dice: Es decir, que no es la generación natural la que hace hijos de Dios, es lo engendrado en virtud de la promesa lo que cuenta como descendencia84. Y por esto, para constituir la descendencia de Abrahán, los hijos de la promesa son llamados en Isaac, esto es, son congregados en Cristo por el llamamiento de la gracia.

Manteniendo fielmente este piadoso padre la promesa, que se había de cumplir precisamente en aquel que mandaba Dios inmolar, no abrigó duda de que se le podía devolver después de inmolado quien había sido dado contra toda esperanza. Así se interpreta y expone en la carta a los Hebreos cuando dice: Por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac, y era su único hijo lo que ofrecía el depositario de la promesa, después que le habían dicho: Isaac continuará tu descendencia, estimando que Dios tiene poder incluso para levantar de la muerte. Y por ello añadió: Por eso lo recibió también en figura de otro85. ¿A qué figura se refiere sino a la de quien dice el mismo Apóstol: Aquel que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros?86 De hecho, Isaac, lo mismo que el Señor, llevó su propia cruz, llevó al lugar del sacrificio la leña sobre la que había de ser colocado. Finalmente, como era preciso que Isaac no muriera, cuando el padre recibió la orden de no sacrificarlo, ¿qué carnero era aquel con cuya inmolación se consumó el sacrificio con sangre simbólica? Cuando lo vio Abrahán, estaba retenido por los cuernos en un arbusto. ¿A quién representaba sino a Jesús, coronado de espinas por los judíos antes de ser inmolado?

2. Pero será mejor escuchar las palabras a través del ángel. Dice la Escritura:Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo, pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: ¡Abrahán! ¡Abrahán! El contestó: Aquí estoy. Dios le ordenó: No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ya he comprobado que respetas a Dios, porque no me has negado a tu hijo, tu único hijo. Se dice Ya he comprobado por «Ya he hecho saber», puesto que Dios no ignoraba esto.

Después de inmolar aquel carnero en lugar de su hijo Isaac, se dice: Abrahán llamó a aquel sitio «El Señor provee». Hoy se dice todavía: el monte donde el Señor provee. Como se dijo Ya he comprobado en lugar de «ahora he hecho saber», así se dice aquí El Señor provee en lugar de «El Señor apareció», es decir, «se hizo ver».

Desde el cielo el ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán: Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber obrado así, por no haberte reservado tu hijo, tu único hijo, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cie­lo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las ciudades de tus enemigos. Todos los pueblos te bendecirán nombrando a tu descendencia, porque me has obedecido87. Tales la promesa, confirmada hasta con el juramento de Dios, sobre la vocación de los pueblos en la descendencia de Abrahán, después del holocausto que significaba a Cristo. Siempre había prometido, pero nunca había jurado. Y ¿qué es el juramento de un Dios verdadero y veraz, sino la confirmación de la promesa y como un reproche a los incrédulos?

3. Después, a los ciento veintisiete años de edad y a los ciento treinta y siete de la de su esposo, murió Sara88. Abrahán tenía, en efecto, diez años más que Sara, como lo dice él mismo cuando se le hace la promesa del hijo que de ella le nacería: ¿Un centenario va a tener un hijo, y Sara va a dar a luz a los noventa?89 Entonces compró Abrahán un campo y en él sepultó a su esposa. Y fue entonces cuando, según la narración de Esteban, se estableció en aquella tierra, porque comenzó a ser propietario allí90; cabalmente después de la muerte de su padre, que se calcula había muerto dos años antes.

CAPÍTULO XXXIII

Rebeca, nieta de Nacor, a quien Isaac, tomó por esposa

Después Isaac tomó por esposa a Rebeca, nieta de su tío Nacor, a los cuarenta años de edad, es decir, el año ciento cuarenta de la vida de su padre, a los tres años de morir su madre. Para buscársela, su padre envió un criado a Mesopotamia, y le dijo: Pon tu mano bajo mi muslo y júrame por el señor Dios del cielo y de la tierra que cuando busques mujer a mi hijo no la escogerás entre los cananeos91. ¿Qué se quiere dar a entender con ello, sino que el Señor del cielo y de la tierra había de venir en la carne procedente de aquel muslo? ¿Son acaso pequeños estos indicios de la verdad cuyo cumplimiento vemos en Cristo?

CAPÍTULO XXXIV

¿Qué se ha de pensar del casamiento de Abrahán con Cetura 
después de la muerte de Sara?

¿Qué significa el haber tomado Abrahán por esposa a Cetura tras la muerte de Sara? Por supuesto, no podemos achacarlo a incontinencia, sobre todo en edad tan avanzada y con una tal santidad de fe. ¿Buscaba acaso tener todavía hijos si, por la promesa de Dios, estaba tan seguro de que sus hijos por medio de Isaac se multiplicarían como las estrellas del cielo y como las arenas de la tierra? En efecto, si Agar e Ismael, como enseña el Apóstol, significaron a los carnales del Antiguo Testamento92, ¿por qué Cetura y sus hijos no habían de significar a los carnales que se juzgan pertenecer al Nuevo? Pues ambas son llamadas esposas y concubinas de Abrahán. En cambio, Sara nunca fue llamada concubina. Cuando se le dio Agar a Abrahán, se dice: A los diez años de habitar Abrahán en Canaán, Sara, la mujer de Abrahán, tomó a Agar, la esclava egipcia, y se la dio a Abrahán, su marido, como esposa93. Y de Cetura, que tomó después de la muerte de Sara, se lee: Abrahán tomó otra mujer, llamada Cetura.He ahí por qué ambas son llamadas esposas. Pero vemos también que ambas fueron concubinas, al decir luego la Escritura: Abrahán hizo a Isaac heredero universal, mientras que a los hijos de las concubinas les dio legados, y todavía en vida los despachó hacia el país de levante, lejos de su hijo94.

Tienen algunos derechos los hijos de las concubinas, pero no llegan al reino prometido; ni los herejes ni los judíos carnales, porque fuera de Isaac no hay herederos: No es la generación natural la que hace hijos de Dios, es lo engendrado en virtud de la promesa lo que cuenta como descendencia95, de la cual se dijo: Es Isaac quien continúa tu descendencia96. En realidad no comprendo por qué Cetura, tomada después de la muerte de la esposa, ha sido llamada concubina sino a causa de este misterio.

De todos modos, quien no quiera admitir estas interpretaciones no debe calumniar a Abrahán. Pues ¿no podría ser una providencia contra los futuros herejes adversarios de las segundas nupcias, tratar de demostrar en el mismo padre de muchos pueblos que no es pecado casarse de nuevo después de la muerte del cónyuge? Abrahán murió a la edad de ciento setenta y cinco años97. Dejó, pues, a su hijo Isaac de setenta y cinco años, ya que le había engendrado a sus cien años.

CAPÍTULO XXXV

Respuesta divina sobre el significado de los dos mellizos 
todavía en el seno de su madre Rebeca

Es hora ya de ver cómo avanzan los tiempos de la ciudad de Dios a través de los descendientes de Abrahán. Desde el primer año de la vida de Isaac hasta el sexagésimo, en que le nacieron los hijos, tiene lugar algo extraño: rogando él a Dios que tuviera hijos su esposa, que era estéril, y habiéndole concedido el Señor lo que pedía, concibió ella y se agitaban en su vientre los mellizos. Atormentada por esta molestia, preguntó al Señor, y éste le respondió: Dos naciones hay en tu vientre; dos pueblos se separan en tus entrañas. Un pueblo vencerá al otro; el mayor servirá al menor98. En esto quiere ver el apóstol Pablo un notable testimonio de la gracia: sin haber nacido todavía, sin haber hecho algo bueno o malo, sin ningún mérito bueno es elegido el menor, siendo reprobado el mayor99. Sin duda alguna que, en cuanto al pecado original, los dos eran iguales, y en cuanto a los pecados personales, ninguno de ellos los tenía. Pero el plan de esta obra no me permite extenderme más en este tema. Ya he hablado bastante en otros escritos.

Sobre el inciso el mayor servirá al menor, casi todos los nuestros lo han interpretado en el sentido de que el pueblo mayor judío servirá al pueblo menor cristiano. Pudiera, ciertamente, verse cumplido en el pueblo de los idumeos, que nació del mayor, y tenía dos nombres (se llamaba efectivamente Esaú y Edom; de ahí el llamarse idumeos); pueblo que fue vencido por el otro pueblo nacido del menor, esto es, el israelita, y le había de estar sometido. Sin embargo, se cree más oportuno que está encaminada a más altos fines la profecía un pueblo vencerá al otro, el mayor servirá al menor.¿Qué quiere decir esto sino lo que se ve evidentemente cumplido en los judíos y los cristianos?

CAPÍTULO XXXVI

Oráculo y bendición que, lo mismo que su padre, recibió Isaac 
amado de Dios por ser hijo de Abrahán

Recibió también Isaac el mismo oráculo que había recibido su padre algunas veces. He aquí el oráculo: Hubo un hambre en el país (distinta de la que hubo en tiempos de Abrahán), e Isaac fue a Guerar, donde Abimelec era rey de los filisteos. El Señor se le apareció y le dijo: No bajes a Egipto, quédate en la tierra que te diré; reside en este país; estaré contigo y te bendeciré, pues a ti y a tus descendientes os daré estas tierras, cumpliéndoos el juramento que hice a Abrahán, tu padre. Haré crecer tu descendencia como las estrellas del cielo y daré a tus descendientes todas estas tierras, y en tu nombre se bendecirán todos los pueblos de la Tierra. Porque Abrahán me obedeció y guardó mis preceptos, mandatos, normas y leyes100.

Este patriarca no tuvo otra esposa ni concubina alguna, sino que se dio por satisfecho con la posteridad de los dos mellizos nacidos de un solo acto. Temió también por la hermosura de su esposa habitando entre los extranjeros, y como su padre, la llamó hermana, callando que era esposa: en realidad era pariente suya por línea paterna y materna. También ella fue respetada por los extranjeros, aun conociendo que era su esposa. No debemos, sin embargo, anteponerlo a su padre por el hecho de no haber tenido otra mujer que su esposa. Eran, sin duda, más excelentes los méritos de la fe y obediencia paternas, y por éste dice el Señor que le otorga los bienes que le otorga. Serán bendecidos en tu nombre todos los pueblos de la tierra, porque Abrahán me obedeció y guardó mis preceptos, mandatos, normas y leyes.  Y también en otro oráculo dice: Yo soy el Dios de Abrahán, tu padre; no temas, que estoy contigo; te bendeciré y haré crecer tu descendencia en atención a Abrahán, mi siervo101. Por este pasaje podemos entender con qué castidad procedió Abrahán en aquello precisamente que los impúdicos, buscando una excusa para su maldad en las Escrituras santas, le achacan como fruto de su pasión. Así como también hemos de aprender a no comparar a los hombres entre sí por sus acciones en particular, sino que hemos de considerar en cada uno el conjunto. Puede ocurrir, en efecto, que uno aventaje a otro en alguna cualidad de su conducta, y esa cualidad sea mucho más excelente que otra en la que le supera este segundo. Y así, aunque bien consideradas las cosas, la continencia se prefiere al matrimonio, es mejor un cristiano casado que un infiel continente. Y no sólo no merece alabanza el hombre infiel, sino que es sumamente reprobable. Supongamos dos igualmente buenos; por supuesto que, aun así, es más digno el casado fidelísimo y obedientísimo a Dios que el continente, pero con menos fe y menos obediencia. Ahora bien, si en lo demás son iguales, ¿quién dudará en anteponer el continente al casado?

CAPÍTULO XXXVII

Figuras místicas de Esaú y Jacob

Los dos hijos de Isaac, Esaú y Jacob, van creciendo paralelamente. La primacía del mayor pasa al menor por el convenio pactado entre ellos a consecuencia del plato de lentejas que fue preparado por el menor y solicitado inmoderadamente por el mayor. A cambio le vendió a su hermano, con la garantía del juramento, el derecho de primogenitura. Este episodio nos enseña que no es censurable en la comida la calidad del alimento, sino el ansia destemplada.

Envejece Isaac, y sus ojos, por la vejez, pierden la vista. Quiere bendecir a su hijo mayor, y sin darse cuenta, en lugar del mayor, que era velloso, con la imposición de las manos paternas bendice al menor, que se había acomodado unas pieles de cabrito, como portador de los pecados ajenos. Para alejar de Jacob la intención de un dolo fraudulento y tratar de buscar más bien un misterio en su conducta, había dicho ya antes la Escritura: Era Esaú un joven diestro en la caza y montaraz; Jacob, en cambio, era un joven sencillo y que habitaba en casa102.

Algunos de los nuestros han interpretado esto «sin dolo». Pero ya se entienda como «sin dolo», o «sencillo», o más bien «sin ficción», que es el griegoἄπλαστος , ¿qué es, en la consecución de esta bendición, el dolo de un hombre sin dolo?; ¿qué es el dolo de un hombre sencillo, qué la ficción de uno que no miente, sino un profundo misterio de la verdad?

¿En qué consiste esa misma bendición? Dice: Aroma de un campo que bendice el Señor es el aroma de mi hijo: que Dios te conceda el rocío del cielo, la fertilidad de la tierra, abundancia de trigo y de vino. Que te sirvan los pueblos y se postren ante ti las naciones. Sé señor de los hijos de tu padre, que ellos se postren ante ti. Maldito quien te maldiga, bendito quien te bendiga. Por lo tanto, la bendición de Jacob es la predicación de Cristo en todos los pueblos. Esto se está realizando, esto se lleva a cabo: Isaac es la Ley y los Profetas. Incluso por boca de los judíos esa ley bendice a Cristo como sin conocerlo, pues ella misma es desconocida. El mundo, como un campo, se llena del aroma del nombre de Cristo: suya es la bendición que procede del rocío del cielo, esto es, de la lluvia de la palabra divina, y la que procede de la fertilidad de la tierra, es decir, de la reunión de los pueblos; suya es la abundancia de trigo y de vino, o sea, la multitud que reúne el trigo y el vino en el sacramento de su cuerpo y de su sangre. A él le sirven los pueblos, a él lo adoran los príncipes. Él es señor de su hermano porque su pueblo señorea sobre los judíos. A Cristo adoran los hijos de su padre, esto es, los hijos de Abrahán según la fe, ya que es hijo de Abrahán según la carne. Quien lo maldiga a él será maldito, y quien lo bendiga será bendito. Este nuestro Cristo -digo- es bendecido también, es decir, predicado en realidad por boca de los judíos, que, aunque equivocados, lo proclaman en la Ley y los Profetas: piensan que proclaman a otro, objeto de su errada esperanza.

Pero he aquí que, al reclamar el mayor la bendición prometida, se estremece Isaac y queda sorprendido al conocer que ha bendecido a uno por otro, preguntando quién es el otro. Y, sin embargo, no se queja de haber sido engañado; antes bien, conocido súbitamente por revelación en su interior el gran misterio, evita la indignación y confirma la bendición. Dice así: Entonces, ¿quién es el que ha venido y me ha traído la caza? Yo la he comido antes de que tú llegaras, lo he bendecido y quedará bendito103. ¿Quién no esperaría aquí la maldición del hombre airado si esto no hubiera tenido lugar por inspiración divina y no a estilo humano? ¡Oh maravillas cumplidas, pero cumplidas proféticamente; realizadas en la tierra, pero por inspiración divina; llevadas a cabo por los hombres, pero de un modo divino! Si se fueran a escudriñar cada una de estas maravillas repletas de misterios ocuparían muchos volúmenes. Pero la necesidad de poner los límites que reclama esta obra nos fuerza a pasar con prisa a examinar otros puntos.

CAPÍTULO XXXVIII

El envío de Jacob a Mesopotamia para buscar esposa. Visión que tuvo en el camino. 
Sus cuatro esposas, aunque él no había solicitado sino una

1. Es enviado Jacob a Mesopotamia por sus padres para que tome allí esposa. Al enviarlo, le dijo su padre: No tomes por mujer a una cananea; vete a Padán Aram, a casa de Betuel, tu abuelo materno, y toma allí por mujer a una de las hijas de Labán, tu tío materno. Dios todopoderoso te bendiga, te haga crecer y multiplicarte, hasta ser un grupo de tribus. Él te conceda la bendición de Abrahán, a ti y a tu descendencia, para que poseáis la tierra donde resides, que Dios ha entregado a Abrahán104. Vemos aquí la descendencia de Jacob separada de la otra de Isaac, cuyo tronco es Esaú. En efecto, cuando se dijo: En Isaac será llamada tu descendencia105, descendencia que pertenece indudablemente a la ciudad de Dios, quedó ya separada la otra descendencia de Abrahán, constituida primero en el hijo de la esclava y luego en los hijos de Cetura. Pero quedaba todavía aún la duda acerca de los dos mellizos de Isaac, si la bendición aquélla recaería sobre uno y otro o sobre uno de ellos; y si sólo había de recaer sobre uno, cuál de ellos sería. Esto quedó declarado al presente al bendecir proféticamente el padre a Jacob y decirle: Llegarás a ser grupo de tribus. Él te conceda la bendición de tu padre Abrahán.

2. Caminando Jacob hacia Mesopotamia, recibió en sueños un oráculo en estos términos: Jacob salió de Berseba en dirección a Jarán. Acertó a llegar a un lugar. Y como ya se había puesto el sol, se quedó allí a pasar la noche. Cogió allí mismo una piedra, se la puso a guisa de almohada y se echó a dormir en aquel lugar. Y tuvo un sueño: Una rampa que arrancaba del suelo y tocaba el cielo con la cima. Mensajeros de Dios subían y bajaban por ella. El Señor estaba en pie en lo alto y dijo: Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra donde estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Tu descendencia se multiplicará como el polvo de la tierra y ocuparás el Oriente y el Occidente, el Norte y el Sur, y todas las naciones del mundo serán benditas por causa tuya y de tu descendencia. Yo estoy contigo, yo te guardaré adondequiera que vayas; te haré volver a esta tierra y no te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido. Al despertar dijo Jacob: Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía. Y añadió sobrecogido: Qué terrible es este lugar: es nada menos que la morada de Dios y la puerta del cielo. Jacob se levantó de madrugada, cogió la piedra que le había servido de almohada, la puso de pie a modo de estela y derra­mó aceite por encima. Y llamó aquel lugar «morada de Dios»106.

Este pasaje contiene una profecía. No derramó Jacob aceite sobre la piedra a modo de idolatría, como haciéndola un dios; ni tampoco adoró la misma piedra, o le ofreció sacrificio. Pero como el nombre de Cristo procede de crisma, que significa unción,sin duda estuvo aquí figurado algo que dice relación a un gran misterio. Sobre esa rampa ya se ve cómo el mismo Salvador nos la trae a la memoria en el Evangelio: habiendo dicho de Natanael: Ahí tenéis a un israelita de veras, a un hombre sin falsedad, porque había visto esa visión Israel, que es el mismo Jacob, añadió: Sí, os aseguro que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar por este hombre107.

3. Marchó Jacob a Mesopotamia para tomar esposa de allí. La misma Escritura nos declara cómo llegó a tener cuatro mujeres, de las cuales engendró doce hijos y una hija, sin caer en la concupiscencia ilícita de ninguna de ellas. Había venido, en verdad, para tomar una; pero como le sustituyeron una por otra, y, sin saberlo él, tuvo contacto con ella por la noche, no la despidió para no dar la impresión de haberla escarnecido. Entonces, cuando no había ley que prohibiera tener muchas es­posas con vistas a la multiplicación de la posteridad, tomó por esposa también a la única a quien había dado palabra de matrimonio. Pero como ésta era estéril, le dio al marido una esclava para que tuviera descendencia de ella. Esto mismo, imitándola, hizo su hermana mayor, aunque no era estéril, deseando multiplicar su prole. De una sólo se dice que solicitó Jacob por esposa, y que no usó de más sino para engendrar hijos, conservando el derecho conyugal de no hacer esto si no lo hubieran solicitado sus esposas, que tenían el legítimo poder del cuerpo de su varón. Engendró, pues, doce hijos y una hija de las cuatro mujeres. Después entró en Egipto por medio de su hijo José, que, vendido por sus hermanos, fue llevado allí y alcanzó los más altos honores.

CAPÍTULO XXXIX

Razón de llamar a Jacob también Israel

Jacob, como dije poco ha, recibió también el nombre de Israel; nombre que se reservó más bien para el pueblo que de él se originó. Este nombre se lo impuso el ángel que había luchado con él en el camino volviendo de Mesopotamia, figura bien clara de Cristo. La victoria de Jacob sobre el ángel, que la aceptó de buen grado para representar el misterio, significa la Pasión de Cristo, en que parece prevalecieron sobre Él los hombres. Consiguió, sin embargo, la bendición del ángel por él vencido; bendición que consistió en la imposición de ese nombre. El significado de Israel es «el que ve a Dios», que será al final de los siglos la recompensa de todos los santos.

También el ángel le tocó como a vencedor la parte ancha del muslo, dejándolo cojo. Quedaba así el mismo y único Jacob bendecido y cojo108: bendecido en los que del mismo pueblo creyeron en Cristo, y cojo en los que no creyeron. Pues la anchura del muslo indica la multitud de los de su linaje, entre los cuales hay muchos de quienes se profetizó: Anduvieron cojeando fuera de sus sendas109.

CAPÍTULO XL

Cómo se dice que Jacob entró en Egipto con setenta y cinco personas, 
cuando en realidad la mayor parte de los que se citan fueron engendrados posteriormente

Se dice que los que entraron en Egipto con Jacob fueron setenta y cinco personas110, contándose el mismo Jacob con sus hijos. En cuyo número sólo se citan dos mujeres, una hija y una nieta. Pero bien considerado esto, no quiere decir que hubiera en la descendencia de Jacob un número tan grande el día o el año que entró en Egipto, ya que se recuerdan también entre ellos los biznietos de José, que en modo alguno pudieron existir ya entonces. Jacob tenía, a la sazón, ciento treinta años, y su hijo José treinta y nueve; y constando que se casó a los treinta años o más, ¿cómo pudo tener biznietos de los hijos que había tenido de esa misma esposa? No teniendo hijos Efraín y Manasés, hijos de José, a quienes conoció Jacob de nueve años cuando entró en Egipto, ¿cómo no sólo sus hijos, sino también sus nietos; se cuentan entre aquellos setenta y cinco que entraron entonces en Egipto con Jacob? Allí se citan, en efecto, Maquir, hijo de Manasés, y el mismo hijo de Maquir, esto es, Galaad, nieto de Manasés, biznieto de José. Se cuenta también un hijo de Efraín, nieto de José, esto es, Utalaán; lo mismo que Edem, hijo de Utalaán, nieto de Efraín, biznieto de José111. Evidentemente no podían existir éstos cuando Jacob fue a Egipto y encontró a los hijos de José -nietos suyos y abuelos de éstos- todavía menores de nueve años.

Sin duda que la entrada de Jacob en Egipto, cuando lo cita la Escritura entre las setenta y cinco personas, no se refiere a un día ni a un año, sino a todo el tiempo que vivió José, quien fue la causa de que entrasen allí. Pues del mismo José dice la Escritura: José vivió en Egipto con la familia de su padre y cumplió ciento diez años; llegó a conocer a los hijos de Efraín hasta la tercera generación. Éste es su biznieto, el tercero a partir de Efraín; lo llama tercera generación contando el hijo, nieto y biznieto. Luego sigue: También a los hijos de Maquir, hijo de Manasés, y se los puso en el regazo112. Éste es aquel nieto de Manasés, biznieto de José. Y se habla en plural, según la costumbre de la Escritura; que también llamó hijas a la hija única de Jacob. Como es uso de la lengua latina hablar de hijos en plural, aunque no haya más que uno.

Cuando se proclama, pues, la felicidad de José porque pudo ver a sus biznietos, no se puede pensar en modo alguno que existieron ya en el año treinta y nueve de su bisabuelo José cuando vino a él en Egipto su padre Jacob. Lo que induce a error al considerar esto con poca diligencia es lo que está escrito: Nombre de los hijos de Israel que entraron en Egipto con su padre Jacob113. Se dijo esto en el sentido de que, contándolo él, suman setenta y cinco, no porque existían ya todos cuando él entró en Egipto, sino, como he dicho, porque se nos da todo el tiempo de su entrada, que es el de la vida de José, a quien se debe tal entrada, según parece.

CAPÍTULO XLI

La bendición que Jacob prometió a su hijo Judá

Si atendemos al pueblo cristiano, en el que vive como forastera en la tierra la ciudad de Dios, y buscamos el nacimiento de Cristo según la carne en la descendencia de Abrahán (dando de mano a los hijos de las concubinas), nos encontramos con Isaac; si lo buscamos en Isaac, dejando a Esaú, llamado también Edom, tenemos a Jacob, por otro nombre Israel; y si lo buscamos en la descendencia del mismo Israel, pasando por alto a los demás, nos encontramos con Judá, puesto que de la tribu de Judá nació Cristo. Por esta razón escuchemos cómo Israel, a punto ya de morir en Egipto, dijo proféticamente a Judá, al bendecir a sus hijos: A ti, Judá, te alabarán tus hermanos, pondrás la mano sobre la cerviz de tus enemigos, se postrarán ante ti los hijos de tu madre. Judá es un león agazapado: has vuelto de hacer presa, hijo mío; se agacha y se tumba como león o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo? No se apartará de Judá el cetro ni el bastón de mando de entre sus rodillas hasta que le traigan tributo y le rindan homenaje los pueblos. Ata su burro a una viña, las crías a un majuelo; lava su ropa en vino y su túnica en sangre de uvas. Sus ojos son más oscuros que vino, y sus dientes más blancos que leche114.

He expuesto este pasaje en mi tratado Contra Fausto el maniqueo115; y creo haber dicho lo bastante sobre la verdad tan patente de esta profecía. En ella se anuncia la muerte de Cristo al decir se tumba, y por el nombre de león se expresa el poder sobre la muerte, no la sujeción a la misma. Tal poder nos lo proclama Cristo mismo en el Evangelio: Está en mi mano desprenderme de la vida, y está en mi mano recobrarla. Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente, para recobrarla de nuevo. Así rugió el león, así cumplió lo que dijo. Pues a ese poder pertenece lo que se añadió sobre la resurrección116: ¿Quién lo despertará? Es decir, que no habrá hombre alguno, si no es Él, quien dijo también de su cuerpo: Destruid este templo y en tres días lo levantaré117.

También su género de muerte, es decir, la sublimidad de la cruz se simboliza en la sola palabra te levantaste (o has vuelto a hacer presa).Lo que sigue se agacha y se tumba lo expone el evangelista al decir: Y reclinando la cabeza, entregó el espíritu118. Aunque también puede referirse a su sepultura, en la cual se recostó muerto, y de donde ningún hombre pudo hacerlo resucitar, como lo hicieron los profetas con algunos, e incluso Él mismo con otros, sino que fue Él quien se levantó como de un sueño.

También su ropa, que lava en el vino, esto es, que limpia de los pecados en su sangre, ¿qué significa sino la Iglesia? Los bautizados conocen el misterio de esa sangre; y por eso añade: Y su túnica en sangre de uvas. Sus ojos son más oscuros que vino; esto se refiere a los espirituales, embriagados de su bebida, de la cual canta el salmo: ¡Cuán excelente es tu cáliz embriagador!119 Las palabras sus dientes más blancos que la leche significan las palabras nutritivas que beben en el Apóstol los párvulos, no aptos aún para el alimento sólido120.

En él, por consiguiente, estaban puestas las promesas de Judá, hasta cuyo cumplimiento nunca faltaron príncipes, esto es, reyes de Israel, en esa estirpe. Y Él es la esperanza de los pueblos; sobre todo esto, es más claro lo que estamos viendo que lo que se puede exponer.

CAPÍTULO XLII

Los hijos de José, bendecidos por Jacob, cambian proféticamente sus manos

Los hijos de Isaac, Esaú y Jacob, fueron el símbolo de dos pueblos en los judíos y cristianos (aunque por lo que se refiere a la propagación carnal, ni los judíos proceden de Esaú, sino los idumeos, ni los pueblos cristianos proceden de Jacob, sino más bien los judíos; lo importante aquí es la figura contenida en el mayor servirá al menor)121. Así también sucedió en los dos hijos de José: el mayor representó a los judíos y el menor a los cristianos. Al bendecirlos a ellos Jacob, puso la mano derecha, sobre el menor, que tenía a la izquierda, y la izquierda sobre el mayor, que tenía a su derecha. Le pareció esto molesto a su padre y trató de corregir el error, avisando a Jacoby mostrándole cuál de ellos era el primogénito. No quiso él cambiar las manos, y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él se hará un pueblo, y crecerá, pero su hermano será más grande que él, y su descendencia será una multitud de naciones122.

CAPÍTULO XLIII

Época de Moisés, de Jesús Nave y de los jueces. Época de los reyes 
el primero de los cuales es Sául, aunque David está considerado 
como el principal, tanto por su significado como por su mérito

1. Muerto Jacob, y luego también José, creció de modo increíble aquel pueblo durante los ciento cuarenta y cuatro años restantes hasta salir de la tierra de Egipto. Fue tan maltratado con persecuciones que en una cierta época eran exterminados sus hijos varones al comprobar estupefactos los egipcios el excesivo crecimiento de aquel pueblo. Entonces Moisés, sustraído furtivamente a los asesinos de los niños, llegó hasta el palacio real. Allí, alimentado y adoptado por la hija del faraón (nombre común a todos los reyes de Egipto), alcanzó tal categoría que arrancó al pueblo, tan maravillosamente multiplicado, del más duro y pesado yugo de la esclavitud que allí arrastraba; mejor sería decir que por su medio lo hizo Dios, ya que lo había prometido a Abrahán.

En efecto, comenzó por huir de allí porque, al defender a un israelita, había dado muerte a un egipcio y se sintió presa del terror. Luego, enviado por orden divina, superó por el poder del Espíritu de Dios a los obstinados magos del faraón. Después, por su medio, fueron castigados los egipcios al negarse a dejar salir al pueblo de Dios con las diez famosas plagas: el agua convertida en sangre, las ranas y mosquitos, las moscas, la muerte de los ganados, las llagas, el granizo, la langosta, las tinieblas, la muerte de los primogénitos. Ya, por último, habiendo dejado salir a los israelitas, después de afligirlos con tantas y tan grandes calamidades, los persiguieron los egipcios en el mar Rojo, y fueron sepultados en él. Efectivamente, cuando aquéllos marchaban, se abrió el mar y les dejó paso; y al perseguirlos los egipcios, tornaron las aguas a juntarse y los sumergieron.

Después, durante cuarenta años, bajo la guía de Moisés, el pueblo de Dios fue conducido a través del desierto, y entonces se instituyó el tabernáculo del testimonio, en que se daba culto a Dios con los sacrificios que eran figura de los venideros. Ya se había dado la ley en el monte con aparatoso terror, manifestándose con toda claridad la divinidad mediante signos y voces admirables. Tuvo lugar esto luego de la salida de Egipto y de comenzar la estancia del pueblo en el desierto a los cincuenta días de celebrar la Pascua con la inmolación del cordero. Es éste figura de Cristo, de quien anuncia que ha de pasar mediante su Pasión de este mundo al Padre (ya que pascua, en hebreo, tiene sentido de tránsito)123; y en tal manera lo anuncia que cuando se revela el Nuevo Testamento, después de ser inmolado Cristo, nuestra Pascua, a los cincuenta días viene el Espíritu Santo del cielo. Recibió en el Evangelio el nombre de «dedo de Dios»124, para traer a nuestra memoria el recuerdo del primer hecho figurado, ya que incluso aquellas tablas de la ley se dice fueron escritas por el dedo de Dios125.

2. Muerto Moisés, gobernó al pueblo Jesús Nave, lo introdujo en la tierra de la promesa, y se la distribuyó al pueblo. Guerras llenas de éxitos asombrosos llevaron a cabo estos dos admirables jefes, dando Dios testimonio de que esas victorias, más que a los méritos del pueblo hebreo, eran debidas a los pecados de las naciones vencidas.

A estos caudillos los sucedieron los jueces, asentado ya el pueblo en la tierra de promisión. Con ello comenzaba a cumplírsele a Abrahán la primera promesa de un solo pueblo, es decir, el hebreo, y de la tierra de Canaán. No, por cierto, la promesa de todos los pueblos y de toda la Tierra: esto sólo lo cumpliría la venida de Cristo en la carne, y no por la observancia de la ley antigua, sino por la fe del Evangelio. De lo cual es un símbolo que no introdujo al pueblo en la tierra de promisión Moisés precisamente, que había recibido la ley para el pueblo en el monte Sinaí, sino Jesús, quien hasta se le había dado ese nombre por mandato de Dios. Ya en tiempo de los jueces, según prevalecían los pecados del pueblo o la misericordia de Dios, así alternaban las victorias y las derrotas en las guerras.

3. Y llegamos así a los tiempos de los reyes, el primero de los cuales fue Saúl. Reprobado éste y muerto en desastrosa batalla, y rechazada su descendencia para que de ella no hubiera más reyes, lo sucedió en el reino David. De él fue, sobre todo, de quien Cristo se llamó hijo.

En David tuvo lugar una transición y, como si dijéramos, el comienzo de la juventud del pueblo de Dios, cuya adolescencia, en cierto modo, se extendía desde el mismo Abrahán hasta este David. No en vano el evangelista Mateo mencionó las generaciones poniendo de relieve este intervalo en catorce generaciones, desde Abrahán hasta David126. En efecto, desde la adolescencia comienza la capacidad generativa del hombre; por eso comienzan las generaciones desde Abrahán, que precisamente fue constituido padre de los pueblos cuando se le cambió el nombre.

Antes de él podríamos decir tuvo lugar la niñez de este pueblo de Dios, desde Noé hasta el mismo Abrahán. Y por eso se halla en posesión de la primera lengua, la hebrea; pues a partir de la niñez comienza a hablar el hombre, pasada la infancia, así llamada porque en ella no es capaz de la palabra. Esta primera edad queda sepultada en el olvido, como la primera época del linaje humano fue barrida por el diluvio. ¿Quién hay, en efecto, que se acuerde de su infancia?

Así, en este desarrollo de la ciudad de Dios, como el libro anterior contiene sólo la primera edad, así éste abarca la segunda y la tercera. En esta tercera, en la novilla, la cabra y el carnero, todos de tres años127, se impuso el yugo de la ley, y apareció la abundancia de los pecados y tuvo principio el reino terreno, en el cual no faltaron, por cierto, espirituales, figurados místicamente en la tórtola y la paloma128.

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