viernes, 20 de abril de 2018

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

Ver con una nueva perspectiva, con ojos nuevos, como hacía Jesús. Me encontraba ayer mirando al Cristo en la Cruz en la pequeña capilla en la que hacía Oración y sentí como el Señor le decía a mi corazón: «Ves a Galilea, allí me verás».
Volver a Galilea es vivir su Evangelio, es hacer su propio recorrido, es llenar mi vida de su Buena Nueva y de Él, es volver al lugar donde comenzó todo para entregar mi propia vida y hacer mía la experiencia de la crucifixión y la resurrección y experimentar que Jesús vive en mi corazón.
Volver a Galilea es hacer anuncio, es levantarme de las caídas constantes, es impregnarlo todo de alegría, es luchar por alcanzar un mundo más justo y comprensivo, más lleno de esperanza y de amor, mas solidario y fraterno.
Volver a Galilea es compartir sus enseñanzas, es aprender a perdonar, a acoger, a liberar, a amar, a confiar. Es ser en todo momento discípulo de Jesús. Es aceptar su llamada, dejarlo todo y seguirle.
Volver a Galilea es experimentarlo vivo en mi corazón, es sentirse acompañado por Él, es dejarse guiar por sus enseñanzas, es dejarme que muestre el camino, es conocerme mejor a mi mismo si sigo sus pasos.

Volver a Galilea es salir de mi mismo para ir al encuentro alegre y gozoso de Jesús y seguir sus pasos con una actitud renovada, diferente, vivificada por el Espíritu. Es desde un corazón nuevo y abierto ser más fraternal con el que me rodea, más acogedor con el prójimo, más amoroso con el hermano.
Volver a Galilea es «hacer lo que Él os diga», para convertirme cada día porque el reino de Dios está cerca y debo aspirar cada día a la santidad.
Volver a Galilea es aprender a escuchar en mi interior para sentir el susurro del Espíritu en mi corazón, el aliento de Jesús en mi vida, a recibir la misma paz que recibieron los apóstoles de Jesús.
Volver a Galilea es sentir como Jesús me llama por mi nombre y vivir la alegría de la Pascua, esa alegría de sentirse resucitado con Cristo porque Cristo vive en mí.
Volver a Galilea es ser testigo de la resurrección de Cristo, es regresar al primer amor y expandirlo allí donde mis pasos me lleven. ¡Me pongo en camino ya!

¡Señor, tu me conoces y sabes lo que hay en mi interior, eres consciente de los caminos por los que transito, guíame siempre e indícame cuál es mi Galilea porque necesito dirigirme hacia allí para encontrarme contigo y sentirme amado por tu infinita misericordia! ¡Señor, dirige mis pasos hacia mi Galilea interior para que pueda leer toda mi vida bajo la luz de tu Cruz y de tu Resurrección! ¡Ayúdame a recomenzar siempre bajo la luz de tu Espíritu! ¡Dirige, Señor, mis pasos hacia Galilea para tener un encuentro personal contigo, para seguirte según tus mandatos, para participar en tu misión de llevar tu Evangelio al mundo! ¡Señor, que te busque siempre en la alegría de la vida y no en la tristeza de la muerte porque Tu estás vivo y has resucitado! ¡Haz, Señor, que mi fe esté siempre viva, llena de tu amor, repleta de confianza, que no viva en una religión adormecida, tibia, reducida a fórmulas rutinarias y poco alegres! ¡Llévame a Galilea, Señor, para experimentar junto a Ti tu presencia que todo lo impregna, que todo lo llena porque quiero junto a Ti acoger, perdonar, amor y vivir! ¡Señor, hazme experimentar cada tí tu presencia, tu ternura, tu protección, tu paz, tu amor, tu misericordia, tu mangnanimidad! ¡Y envíame, Señor, Tu Santo Espíritu para que me guíe hacía el camino liberador de mi Galilea interior!

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