“Cuando los lleven ante las sinagogas y ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen por cómo o cómo se van a defender, ni por lo que van a decir. Porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deben decir.” Lucas 12:11-12
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Jesús vivió a la perfección este pasaje del Evangelio en su propia vida. Fue arrestado, interrogado, condenado falsamente e interrogado por el sumo sacerdote, Herodes y Poncio Pilato. Durante sus interrogatorios, a veces hablaba y otras veces permanecía en silencio. En preparación para estos interrogatorios, Jesús no estudió de antemano a cada gobernante, tratando de averiguar lo que debía decir y lo que no debía decir. No preparó una defensa, sino que confió en su perfecta unión con el Espíritu Santo y con el Padre para ser guiado en cada momento en su naturaleza humana.
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Aunque es poco probable que las autoridades civiles te arresten por tu fe y te sometan a juicio por ser cristiano, es posible que experimentes otras formas de interrogatorio y condena en ocasiones en las que te veas obligado a responder. Y lo más probable es que, si alguien te juzga, te sientas tentado a defenderte con ira y contraatacar.
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Este pasaje del Evangelio, si se entiende y se vive con claridad, debería tener el efecto de tranquilizarte y tranquilizarte durante cualquier experiencia de juicio. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que “para evitar un juicio temerario, cada uno debe procurar interpretar, en la medida de lo posible, de manera favorable los pensamientos, palabras y acciones del prójimo” (# 2478). Y aunque siempre debes esforzarte por hacer esto tú mismo, es muy probable que haya momentos en que otros no actúen de esta manera cuidadosa y veraz contigo. Por lo tanto, si eres juzgado por otra persona, incluso si lo que dice es verdad, es importante que no reacciones a la defensiva ni con ira, a menos que el Espíritu Santo te haya guiado inequívocamente a hacerlo. El mensaje clave que da Jesús es que debes confiar en que el Espíritu Santo siempre te guiará si buscas humilde y continuamente seguir cada una de sus indicaciones. Esto solo es posible si has creado un hábito firme de atención a la Voz de Dios dentro de tu conciencia.
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Puesto que la experiencia del juicio precipitado, la detracción, la calumnia y otras similares son dolorosas de afrontar, debes preparar tu defensa con anticipación aprendiendo a confiar únicamente en el Espíritu Santo en todas las cosas. ¡Jesús nos exhorta a hacerlo! Por lo tanto, si diariamente y con humildad buscas cumplir la voluntad de Dios, escuchas su voz y respondes con generosidad, entonces puedes estar seguro de que cuando llegue el momento y experimentes estas formas de juicio, estarás listo. El Espíritu Santo te hablará, te inspirará, te consolará y te dará toda la gracia que necesitas para responder de acuerdo con la voluntad de Dios. No dudes de esto. Ten fe y confianza en estas palabras y en esta promesa de nuestro Señor.
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Reflexiona hoy sobre las formas en que has respondido en el pasado al juicio de otra persona. Trata de recordar momentos específicos en los que esto haya sucedido. ¿Respondiste con juicios similares? ¿Te llenaste de ira? ¿Les preocupaste la herida? ¿Perdiste la paz de corazón? Si has caído en estas tentaciones, entonces comprométete con fe a creer lo que Jesús dice hoy. Confía en Él. Confía en que Él estará contigo en esos momentos difíciles en el futuro y ora para que tengas la gracia de responder solo como el Espíritu Santo te indique.
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Señor inocente, fuiste sometido a juicio, juzgado y condenado falsamente. Sin embargo, en todo eso, fuiste el Cordero inocente que siempre amó y habló la verdad con perfección. Cuando experimente el juicio en mi vida, lléname de paz de corazón y confianza en tu promesa de que el Espíritu Santo estará conmigo, inspirándome y guiándome de acuerdo con tu voluntad perfecta. Espíritu Santo, me abandono a ti ahora y siempre. Jesús, confío en ti. |
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