“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado”
Evangelio según S. Juan 13, 31-33a. 34-35
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él». Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».
Meditación sobre el Evangelio
L a salida de Judas significa el final de toda esperanza. Se ha dado marcha al engranaje que dentro de unas horas le causará la muerte. Exclama: Es mi glorificación. Su gloria es cumplir la obra del Padre y dar la vida por sus ovejas: «Por eso mi Padre me ama». Pronto el Padre lo tendrá en sus brazos, para siempre, y frente a todo, cuanto le vilipendien los hombres, se alzarán las glorificaciones a él, inmarcesibles, del Padre. Glorificaciones eternas, dichosísimas. Suspirarán hacia él todos los buenos, ni podrán causarle ulteriores perjuicios los malos. El Padre ha sido glorificado en él, ha descansado en su amor, ha disfrutado mirando su bellísima caridad, se ha extasiado con su esperanza y filial comunicación, ha vibrado sacudido de emoción contemplando cómo le cuidaba a sus pequeños que peregrinan por la tierra.
¡Pronto, pronto!, exclama Jesús.
Su anhelo hacia el Padre le esfuma la cercana tragedia, para prorrumpir: ¡Pronto, con el Padre!, que me está esperando para darme su gloria, que son sus brazos y su seno.«Hijitos». Su próximo retorno al Padre le tiene derretido de dulzor. Aflora además su terneza a los labios ante la despedida de sus seres tan queridos. Corta el arrebato para dejarles su última voluntad, su deseo supremo: La caridad. Hace un rato que ha instituido la eucaristía, significando: «Esta es la nueva alianza en mi sangre». Perece la vieja ley, surge la nueva. La antigua alianza con Dios, sellada con sangre de víctimas desaparece, para iniciarse la nueva alianza, sellada con sangre de Cristo. Esta nueva alianza, nueva relación de hombre y Dios, que es el evangelio, Dios Padre y los hombres hermanos, requiere una legislación nueva, una ordenanza nueva, un mandamiento nuevo: «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis los unos a los otros. Como yo os he amado, amaos».Todo el evangelio se lo resume hoy. Esta será la señal de sus discípulos, la marca inequívoca del cristianismo, la garantía de ser suyos: Si tenéis amor los unos a los otros. La caridad cumple la ley nueva.
Quien sea visto lleno de caridad, sépase que es de Cristo, pues observa la nueva ordenación y vive en la nueva alianza.
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