sábado, 18 de mayo de 2019

Amar a los demás no “cuanto” yo, sino “como” lo ha hecho Jesús

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Templo de San Francisco - Celaya, Gto.

¡Buenos días, gente buena!
Fr. Arturo Ríos Lara, ofm.
V Domingo de Pascua C
Evangelio:
Juan 13,31-35
Después que Judas salió, Jesús dijo: «Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. 
Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. 
Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: «A donde yo voy, ustedes no pueden venir». 
Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. 
En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros». 
Palabra del Señor.

Amar a los demás no “cuanto” yo, sino “como” lo ha hecho Jesús
“Les doy un mandamiento nuevo: que se amen como yo los he amado”: una de esas frases que llevan la marca de Jesús. Palabras infinitas, en las que nos adentramos como punta de flecha. Pero ¿por qué nuevo, si ese mandato recorre toda la Escritura, hasta a Abrazar también a los enemigos: “Si tu enemigo tiene hambre, dale pan a comer, si tiene sed, dale agua para beber…” (Prov 25, 21)? ¿Hay siempre y en todo lugar del mundo, personas que aman? La ley entera está precedida de un “eres amado” y seguida por un “amarás”. “Eres amado” es la fundamentación de la ley; “amarás” es su cumplimiento. Amar, en la lógica del evangelio no es una obligación, sino una necesidad para vivir, como respirar: Todos tenemos necesidad de mucho amor para vivir bien.


Cualquiera que quiera sustraer la ley de este fundamento estará amando lo contrario a la vida. Mandamiento significa entonces no ya una obligación, sino el fundamento del destino del mundo y de la suerte de todos. 

El primer paso para nosotros es entrar en esta atmósfera en la que se respira a Dios. Y no es un premio a mi buena conducta sino un don sin un por qué. La rosa no tiene un por qué, florece porque florece. El amor de Dios es esa rosa sin un por qué, él ama porque ama, es su naturaleza. La realidad es que estamos inmersos en un océano de amor y no nos damos cuenta.

El segundo paso lo señala un pequeño adverbio: Jesús no dice amen “cuanto” yo, la comparación nos perdería, él dice: amen “como” yo. No basta amar, podría ser hasta una forma de posesión o de poder sobre el otro, un amor que toma y pretende, y no da nada; incluso existen amores violentos y desesperados, tristes y hasta destructivos, tóxicos. Jesús ama con “Ternura combativa” (Evangelii Gaudium), a veces valeroso como un héroe, a veces tierno como un enamorado o como una madre, que no se rinde, no se cansa, no se resigna por la oveja perdida, la sigue por montes y valles y encontrándola la carga sobre los hombros, tiernamente feliz. Amor que nos es bonachonería, porque no le gusta la hipocresía de los sepulcros blanqueados, porque si un poderoso agrede a un pequeño, a un niño, a un pobre, Jesús entre la víctima y el culpable no es imparcial, está del lado de la víctima, hasta evocar imágenes muy fuertes y duras.

Tercer paso: ámense los unos a los otros. Expresión capital, que recorre muchas veces el Nuevo Testamento y que quiere decir: en la reciprocidad, mirándose a los ojos, cara a cara, al tú por tú. No se ama a la humanidad en general; se ama a esta persona, a este niño, a este migrante, este rostro. Se aman las personas una por una, cara por carea, cuerpo por cuerpo. Ámense los unos a los otros, un intercambio de dones, porque dar siempre, dar sin retorno es muy difícil, no lo conseguimos; todos somos mendicantes de amor, buscadores de una felicidad que se pesa sobre la balanza preciosa del dar y del recibir amor.

Lo específico del cristiano no es amar, ya lo hacen muchos, bajo todos los cielos. Más bien, amar como Jesús. Repetimos, no cuanto él, es imposible para nosotros alcanzar su medida, sino como él, con el modo y estilo únicos de Jesús, con la revolución de esa ternura combativa, con el cambio que ha traído.

Libre y creativo, ha hecho cosas que ningún otro había hecho jamás: si yo les he lavado los pies, hagan del mismo mod ustedes, háganlo a comenzando con los más cansados, los más pequeños, los últimos. Jesús ama primero, a fondo perdido, sin hacer números o cuentas. Ha venido como un relato inédito de la ternura del Padre.

En esto conocerán que ustedes son mis discípulos: si se aman los unos a los otros. No es suficiente ser creyente, también debemos ser creíbles. Dios no se demuestra, se muestra. Cada uno debe hacerse, como él, relato inédito del rostro amoroso de Dios, canal no cerrado, vena no obstruida, a través de la cual el amor, como agua que fecunda, circule en el cuerpo del mundo.

¡Feliz Domingo!
¡Paz y Bien!

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