domingo, 10 de junio de 2018

Selfie frente a la tragedia. Escandaloso, sí, ¿pero en qué sentido?

SELFIE TRAIN
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Sucedió en Piacenza, un joven se sacó una foto mientras a sus espaldas yacía una mujer herida. Pero, ¿quién de los dos está realmente en peligro?

«Selfie, selfie de mis deseos, ¿quién es el más cliqueado del reino?».
No decía así el cuento original, obviamente, pero ya contaba nuestra historia. Era una reina que pronunciaba frente al espejo el pedido atormentado de ser el centro de las miradas de todos, la más bella.
Era una reina, de hecho. ¿Cuánto saben estas viejas historias?
Tener un reino, ser el jefe, dominarlo, ejercer el poder, alimentarse de vanagloria, exterminar a quien – como la pobre Blancanieves – podría robar la escena. Porque el deseo más grande de una reina mezquina, o un rey, es estar sola en el centro de atención, ser la figura central en el reino de extras insignificantes. El deseo ardiente de una reina es un selfie.
Y también su condena.
REGINA, SPECCHIO, INVERNO
Shutterstock
Nuestra condena ha sido inmortalizada en una foto que desde ayer está dando la vuelta a las televisiones y diarios, pero tiene que ver con un hecho del 26 de mayo: en Piacenza, en una estación de tren.

Una mujer canadiense cayó al suelo, tras ser atropellada por un tren (este incidente le costó la amputación de una pierna); alrededor de ella algunos equipos de rescate y de un lado, en el andén, un muchacho vestido de blanco que se saca una selfie, frente a la escena, haciendo, con la mano, signos de victoria. No se sabe qué expresiones hizo frente a su smartphone (¿sonríe? ¿imita las miradas atónitas de película de terror?).
Se multiplicaron los comentarios de contrariedad, y también medidas legales contra el joven. Todo bien, es decir, asumible: es un hecho que suscita indignación, amargura, un hilo de rabia incluso. Para no desencadenar toda la maldad visceral de la que soy capaz, doy un paso atrás.
Regreso al tiempo de la secundaria cuando el profesor de arte nos ponía frente a un cuadro y nos preguntaba: “¿Qué ves?”
Aquí está. ¿Qué veo en la imagen que está circulando por la web?
En la extrema derecha veo a un grupo humano, atareado alrededor de una mujer tirada en el suelo; en el centro veo la línea recta de las vías, una inexorable barrera de separación con lo que sucede en la extrema izquierda: un muchacho solo, de blanco, que mira en dirección opuesta al grupo humano.
Para hacerse una selfie, él mira hacia otro lado. El centro de la escena está a sus espaldas y él fija la mirada en dirección opuesta para ser el centro de la escena con su rostro. Con un clic es la cámara del teléfono quien se da la vuelta, anulando el gesto más humano posible: volverse hacia alguien que grita. La regla de este macabro selfie es perder de vista el asombro, el eje, para enfocarse a sí mimo. Y centrarse en uno mismo significa perder la realidad.
COPPIA, SELFIE, COLOSSEO
Shutterstock
La verdadera bandera blanca que ondea la rendición, es este joven que se pierde lo mejor para ganarse a sí mismo. Y no se gana ni a sí mismo. Se cree rey, desea ardientemente una visibilidad virtual, y en realidad es el único que está solo, inactivo y orientado hacia la parte equivocada.
¿Qué dice Jesús en algún momento?
“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde o se disminuye a sí mismo?” (Lc 9,25).
Es precisamente el pie de la foto la que inmortaliza al joven loco por una selfie macabra en la estación: para ponernos en el centro del mundo, erramos el encuadre… y nos perdemos. Y es, además, una falsa “presencia”: eres parte de la foto sin ser parte viva de la escena. Para ser nosotros mismos, tenemos que estar en la vida del mundo, en el latir de los eventos. Es cuando estamos tan completamente ahogados de realidad que nos olvidamos de nosotros mismos, que nuestro yo sobresale. Renegar de sí mismos para encontrarse, esta es la propuesta paradójica de Jesús que se confirma en la vida diaria.
¿Qué quieres encuadrar, entonces? Más aún. ¿Dónde quieres ganar? A un paso de ti suceden milagros y tragedias, adelante: da un gran salto sobre las vías de la separación y la indiferencia. Sumérgete en la vida, tira el espejo, el reino y el clic.

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