sábado, 18 de julio de 2020

Reflexión 200: La unidad del amor y el sufrimiento



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Reflexiones diarias sobre la Divina Misericordia
365 días con santa Faustina


Reflexión 200: La unidad del amor y el sufrimiento


¿Se oponen el amor y el sufrimiento? En otras palabras, si sientes mucho sufrimiento, ¿también puedes tener un gran amor? Una pregunta a considerar es esta: ¿Cuál es la fuente de su sufrimiento? ¿Es tu pecado? ¿Es compasión por otro? ¿Es una herida física o psicológica? La verdad es que cada sufrimiento puede unirse con el amor en tu corazón. Esto es cierto incluso para el sufrimiento que soportas como resultado de tu pecado. El pecado claramente no es de Dios, pero cuando experimentas sufrimiento interior como resultado de tu pecado, es una señal de que tu conciencia está trabajando y eso es bueno. El objetivo es tomar todas las formas de sufrimiento que soportas, ya sea por el pecado o cualquier otra fuente, y dejar que se convierta en un impulso para la misericordia. Primero, debes permitir que la Misericordia de Dios alivie el dolor que sientes, y luego debes dejar que ese amor proveniente de la Misericordia del Señor transforme tu sufrimiento en tu propia misericordia. El sufrimiento y la misericordia deben encontrarse dentro de su corazón y desde allí, extenderse a otros (VerDiario # 1050).

¿Qué ves en tu corazón? Identifica específicamente cualquier sufrimiento que sufras. No importa cuál sea la causa, míralo y vívelo. Mientras hace esto, permita que entre la gracia que fluye del Corazón de Cristo. Y cuando permita que entre, deje que Él transforme su dolor en un corazón lleno de misericordia y compasión para todos, comenzando por usted mismo. La Misericordia de Dios es abundante y puede eclipsar todo lo que experimentamos en la vida, incluso nuestro dolor. Deja que tu dolor se encuentre con la Divina Misericordia en tu corazón y serás cambiado para siempre.

Señor, te invito a mi corazón. Ven y mora allí y transforma todo dentro de mí a través de un abundante derramamiento de Tu Divina Misericordia. Que te ame, querido Señor, por encima de todas las cosas y permita que tu presencia en mi vida me cambie para tu gloria. Jesús, confío en ti.

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