domingo, 28 de abril de 2019

Lo que nace del Espíritu, es espíritu

La imagen puede contener: una persona, de pie

Templo de San Francisco - Celaya, Gto.

Lo que nace del Espíritu, es espíritu 
Lunes 29 de abril
Evangelio 
Juan 3, 1-8

Había un fariseo llamado Nicodemo, hombre principal entre los judíos, que fue de noche a ver a Jesús y le dijo: "Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer las señales milagrosas que tú haces, si Dios no está con él".

Jesús le contestó: "Yo te aseguro que quien no renace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios". Nicodemo le pregunto: "¿Cómo puede nacer un hombre siendo ya viejo? ¿Acaso puede, por segunda vez, entrar en el vientre de su madre y volver a nacer?" 
Le respondió Jesús: "Yo te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne, es carne; lo que nace del Espíritu, es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: 'Tienen que renacer de lo alto'. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu".
Palabra del Señor.


Reflexión 

Jesús, dice a Nicodemo, que hay dos maneras de vivir la vida humana: movido por los impulsos naturales del hombre (vida de acuerdo a la carne), o movido por la gracia de Dios, por la acción del Espíritu (Vida en el Espíritu). Para san Pablo esta será la gran novedad del cristianismo. 

El hombre ahora puede enfrentar la vida, marcada por el pecado (personal y social), con la fuerza divina. Mientras el hombre no "renace" a esta vida, continúa sujeto de sus pasiones, y busca resolver sus problemas con sus propias fuerzas. El "renacido", es una nueva creatura en Cristo. Su manera de pensar, de actuar, de dirigir su vida, está ahora marcada por el poder de Dios, el cual se manifiesta en amor. Ciertamente, al ser bautizados, esta nueva vida se ha hecho una realidad en nosotros, pero es necesario que como toda vida: crezca, se desarrolle y dé fruto. 

Abramos nuestro corazón a la acción del Espíritu. Seamos conscientes que la muerte no reina más en nosotros y dejemos que el Espíritu Santo crezca y conduzca nuestra vida.

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