domingo, 28 de abril de 2019

Lunes, fiesta de Santa Catalina de Siena, patrona de Europa 29-04-2019

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“Venid a mí todos los que está cansados ​​y agobiados y me siento”

Evangelio según S. Mateo 11, 25-30.

Tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ha escondido estas cosas a los sabios y entendidos y los ha revelado a los pequeños. Sí, padre, así te he parecido bien. Todo ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo que quiere revelar. Venid a mí todos los que están cansados ​​y agobiados y me os sentiré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprendió de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis un descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera ».



Meditación sobre el Evangelio
LOS sabios y los sesudos se creyeron algo; Se supusieron los resultados y los resultados, que se describen en el suelo; Se dedicaron a ser ellos, un discurso, unos bastas, un gloriarse en su sable y en su probidad; Y no alcanzaron un sable. Porque las cosas de Dios trascienden al hombre, le sobrepasan infinitamente: «Nadie conoce al Padre sino el Hijo ...». Mientras que el padre no lo da, el hombre no lo tiene. No consiste en talento, ni en estudio, ni en grados doctorales, sino en luz de Dios. Ven los que tienen esa luz. Los pequeños, los ignorantes de este mundo pero sabios de cielo. Mientras que los sabios de sí mismos son ignorantes y analfabetos de Dios. 
Hay una sabiduría auténtica que depende de un crecimiento en la fe y en la caridad.


Como destaca la ciencia de los entendidos del mundo sobre la gente común, así como cada vez más sublime en la vida del Espíritu: «Sabiduría hablamos entre perfectos» (Pablo). La mayoría de los intelectos terrenales, aunque se especializa en datos divinos, se rastreando por los hierbajos del suelo y no atinan, porque: «Las cosas de Dios, sólo las conocidas el Espíritu de Dios; El espíritu a todos juzga, pero Él no se distingue »(Pablo). 
Nos estimula a la esperanza: «Bienaventurados los pobres, bienaventurados los que lloran». Vuestro Padre es Dios, posa sus ojos maternales sobre vosotros y quiere ahorraros lágrimas; Acude a su regazo y calentaos con su cariño. Acúdese al mío, que lo hizo tan caliente que acariciados en Mí sintáis lo que es El: "Quien me ve a Mí, ve a mi padre".

Jesús y el padre, ternura inefable, que llaman a los apenados, a los agobiados. ¡Ah !, si fuesen a Ellos, si se acurrucasen en Ellos, qué otra cosa les resultaría la vida. Pero se empeñan en buscar la solución por otra parte; Busquen, pero en el Padre y en el Hijo. «Tomad mi yugo». Su yugo llama a la dulce esperanza, a la fuerte esperanza, a nuestro deber. Aprender lo que nos está enseñando, que es un amor tan puro y delicado que encontramos en él descanso y dicha; porque es tan limpio que no es capaz de dar mentira por verdad; tan sencillo, tan tierno que al enseñar no se busca a sí, sino a mí; Va de verdad a la verdad.

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