jueves, 21 de junio de 2018

¡La santidad no espera!

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

Vivimos en la era de Pentecostés. Es una ahora y siempre porque el Espíritu Sano no deja nunca de soplar. El Espíritu Santo santifica nuestra vida, la vivifica, la renueva y la empuja. Lo hace porque nos quiere santos y, sobre todo, porque ¡la santidad no espera!

Observas a los apóstoles el día después de Pentecostés e iniciaron su misión inmediatamente. Cuando San Pedro se encontraba prisionero en la cárcel, el ángel del Señor se le apareció repentinamente y, rodeado de una luz que resplandecía en el calabozo, le indicó: «¡Levántate rápido!». Y eso hizo Pedro.
Siento así que no tengo más remedio que levantarme a toda prisa, que no puedo esperar. Que depende de mi seguir el ritmo que me marca el Señor; la orden del ángel es clara y precisa: levantarse inmediatamente y actuar. Con esa orden, el Ángel recuerda que el Señor está allí y que su fidelidad es permanente.
Siento que este es mi deber y que esta debe ser mi vocación, a pesar de mis imperfecciones, defectos y debilidades: la santidad. La santidad es lo que el Señor pide y espera de cada uno de nosotros.
Por eso quiero inscribirme en la carrera de santidad, como hicieron los apóstoles, los discípulos y todos los santos. Es hora de entregarme radicalmente a la gracia que me lleva a proclamar con alegría las maravillas de Dios.

El Espíritu Santo se nos da para que cada uno renazca a la vida, para que todo en nosotros sea grandioso porque el mismo Dios es grande y el Espíritu viene de Él.
Pero obviamente esto no resulta sencillo pero la santidad, que es un don del Espíritu, la puedo ir adquiriendo diariamente, siendo fiel en las pequeñas cosas, como lo soy, donde Dios me ha ubicado.
Soy consciente de que vivo en la era de Pentecostés por eso quiero dejarme moldear por Dios y ser vivificado por el Espíritu Santo. Deseo hacerlo así porque la santidad no espera. ¡Es hora de levantarse rápido y actuar!

 ¡Espíritu Santo, don de Dios, que todo lo iluminas y que habitas en mi corazón, amanece cada día en mi vida y manifiesta en mi el poder, la ternura, el amor y la misericordia de Dios! ¡Espíritu divino, dador de vida, hazme fuerte en la fe y ayúdame a comulgar en tu divinidad! ¡Espíritu Santo, espíritu de verdad y sabiduría, concédeme la gracia de vivir sintiendo en cada instante tu presencia; en las alegrías y las tristezas, en los cansancios del día y en los esfuerzos de la jornada, en las certidumbres y en las dudas, en los trabajos y en los descansos! ¡Espíritu Santo, espíritu de caridad y gozo, hazme una persona dócil a la voluntad de Dios, predispuesta al servicio y a la entrega generosa! ¡Espíritu Santo, espíritu de paz y paciencia, dame el don de ser paciente y aceptar siempre lo que Dios provea para mí! ¡Espíritu Santo, espíritu de santidad y justicia, concédeme la gracia de caminar cada día hacia la santidad personal manifestándolo en mi familia, en mi trabajo, con mis amigos y en cualquier lugar donde se haga presente mi persona! ¡Espíritu Santo, espíritu de bondad,  no permitas que caiga en tentación y líbrame de los miedos, la desconfianza y la autosuficiencia! ¡Espíritu Santo, espíritu de amor, llévame siempre a amar al prójimo con tu mismo amor! ¡Espíritu Santo, espíritu de acción, conviérteme en una auténtico discípulo de Jesús, transmisor de su Palabra, discípulo de su verdad, testimonio de su amor! ¡Espíritu Santo, que habitas en mí, aviva en mi corazón el deseo de darme a los demás y consagra cada una de mis palabras, gestos y sentimientos y hazlos semejantes a los de Jesús!


Canción de santidad, con Juan Luis Guerra para interiorizar nuestro camino de vida

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