sábado, 21 de abril de 2018

¿Qué hace una vida grande?

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

Esta pregunta tan sencilla tiene una gran profundidad. Lo que hace una vida grande es vivir con sencillez la vida que Dios nos tiene preparada. Tal vez los gestos de ternura, de amor, de sencillez, de generosidad, de entrega, de perdón no destaquen ni deslumbren a los ojos del mundo pero cuando se realizan con el corazón abierto, con una predisposición y una discreción total, convierten nuestra vida en algo supremo. Vivir la vida según el criterio de Dios, ahí es donde el ser humano se lo juega todo.
La vida en si misma es un don, un regalo cotidiano, un presente que hay que cuidar. La vida nueva de cada día nos abre a un nuevo despertar con sus monotonías y sorpresas; pero todo lo que nos sobreviene es don y así hay que vivirlo desde la pequeñez.
Cada acto cotidiano, por sencillo y pequeño que sea, si está impregnado de amor se puede convertir en un algo mayúsculo. No hay nada que el amor pueda detener. Nada, absolutamente nada, es pequeño para el amor.

Desde las diferentes facetas y perspectivas que nos ofrece la vida hay que encarar cada situación y acontecimiento con una mirada de sabiduría.
Observar la vida con ojos de sabiduría es vaciar nuestra mirada de rencores, miedos, culpa y prejuicios para hacerlo desde la transparencia, la inocencia, la alegría y la paz. La sabiduría es el elemento sustancial de la vida que nos conduce al corazón de las cosas. Así, los gestos y las cosas cotidianas, la vida sencilla de cada día, se convierte en nuestra gran obra.
Hay que convertir lo cotidiano en el lugar en el que Dios se hace presente en nuestra vida. ¿Acaso no se hizo Dios pequeño en un portal de Belén, en una familia sencilla, en un taller de Nazaret, en una vivir entregado a los demás y a su Padre con alegría en las pequeñas cosas de su vida cotidiana?
En la vida cotidiana también puedo ganar la santidad porque la santidad —como la vivió Jesús y la vivieron también sus padres, san José y la Virgen María— es cumplir con amor, entrega, humildad y generosidad con los deberes pequeños de cada instante.
Aspiro a que mi vida sea grande, pero grande en la plenitud de la vida cristiana, no con empresas extraordinarias a los ojos de los hombres, sino en la unión con Jesús que es lo mismo que vivir sus misterios, haciendo mías sus actitudes, sus pensamientos, sus enseñanzas y sus comportamientos hasta poder decir como San Agustín que plena sea mi vida llena de Jesús.

¡Señor, concédeme la gracia de optar por la sencillez de vida para ser más libre interior y exteriormente! ¡Envíame, Señor, tu Santo Espíritu para vivir acorde con las enseñanzas de Jesús, para redescubrir la belleza de la vida, de la creación naturaleza y de las relaciones humanas! ¡Hazme ver, Espíritu Santo, que no tengo que depender tanto de las cosas para ser feliz! ¡Libérame de todas aquellas ataduras y dependencias que me impiden crecer en santidad! ¡Ayúdame a ser sencillo en todos mis gestos y acciones para darme a conocer a los demás como realmente soy con sinceridad, humildad y sin máscaras! ¡Ayúdame a aceptar la verdad de mi vida, con honestidad, sin orgullo, vanidad y soberbia! ¡Ábreme, Espíritu Santo, a una apertura sincera a Dios y al prójimo! ¡Abre mi corazón con sencillez al prójimo para acogerlo, amarlo, perdonarlo y acompañarlo! ¡Libra, Espíritu Santo, mi corazón de rencores, odios, malos pensamientos, actitudes egoístas y juicios despiadados! ¡Permíteme, Espíritu Santo, abrir mi corazón para ser interpelado por Dios, valorar mi propia vida, aceptar su santa voluntad! ¡Hazme ver, Espíritu Santo, en todo lo que me acontece la huelle amorosa y misericordiosa de Dios! ¡Ayúdame, Espíritu Santo, a que mi corazón permita que Dios intervenga en mi vida! ¡Que mi vida sea grande, Espíritu divino, pero apoyada sobre todo en la humildad y en la sencillez de Jesús y que todo lo que haga tenga el envoltorio de la ternura, el amor, la sencillez, la generosidad, la entrega y el perdón! ¡Transfórmame, Espíritu Santo, para conformar mi voluntad a la voluntad de Dios!

A mi corazón tranquilizarás, cantamos para apaciguar nuestro corazón:

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