ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios
El pasado fin de semana, el del domingo de la Misericordia, lo disfrute, rodeado de personas a la que estimo, en un santuario en lo alto de una muela. Fueron dos días hermosos de oración, amistad y contemplación. Y de mucha gracia y Misericordia derramadas.
El sábado por la noche, antes de la cena, pese al frío de la jornada y que amenazaba lluvia, salí a dar un breve paseo por el entorno para contemplar la noche. Subí hasta una cruz que preside el valle desde las alturas de un peñasco. Las pocas estrellas que se vislumbraban dejaron una profunda impronta en mi corazón. La grandeza del universo, al igual que ocurre con la grandeza de Dios, es la representación de la belleza viva de la vida.
La inmensidad del cielo con esas estrellas brillando se convirtió en el gran cuadro de la belleza que impregnó el corazón del hombre antiguo. En la desnudez de su vida, sin apenas posesiones, su auténtica posesión era asombrarse por la belleza de la creación. Sentí entonces mi propia desnudez humana. Reposando sobre un pedrusco contemplé durante unos largos minutos la profundidad de la noche maravillado por la hermosura del cielo bañado por aquella diminuta lluvia de estrellas y comprender el significado de tanta belleza: la insinuación del Creador.
Allí en lo alto estaba Él, el Dios amor, el que les dio su brillantez, su ubicación, el que las puso en movimiento el cuarto día de su hágase la luz: «Haya luceros en el firmamento celeste, para apartar el día de la noche, y valgan de señales para solemnidades, días y años; y valgan de luceros en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra. Y así fue».
Al día siguiente por la mañana amaneció lluvioso. Al regresar por la tarde pasé junto a la cruz, y aunque debido a la lluvia no puede contemplar el paisaje desde la perspectiva de la luz, recordé las veces que había disfrutado de aquella visión del valle. Y también me habló de Dios, porque el valle cubierto de nubes me recordó que todo es creación suya. Es imprescindible tener una actitud de asombro y abrir el corazón para contemplar las maravillas de la creación.
Nos acostumbramos a la belleza que nos rodea y olvidamos que esa belleza, haya luz u oscuridad nos habla, sobre todo y por encima de todo, de Dios.
¡Señor, ábreme los ojos a tu Creación, no permitas que permanezca ciego ante las maravillas que tu mismo has creado; concédeme la sensibilidad y la apertura de corazón para ser consciente de tanta belleza creada por Ti! ¡Te doy gracias, Padre, por la belleza del mundo, por tanta hermosura, por tanta maravilla que nos rodea y es obra tuya! ¡Gracias, Padre, por cada nuevo día que nos regalas, por abrir mis ojos a lo que tu has creado, que es en si mismo una oración que mis labios pueden cantar como alabanza! ¡Te alabo y te doy gracias, Padre, porque todo es fruto de tu mano poderosa, todo está impregnado de tu presencia, de tu amor y de tu ternuras! ¡Te doy gracias, Espíritu Santo, porque es tu luz la que guía el mundo e ilumina mi corazón para ser consciente de la bondad de Dios! ¡Enséñame a descubrir con admiración tanta belleza no solo del universo sino también la belleza del corazón de los hombres, la gran obra creadora de Dios! ¡Hazme ver en cada uno de ellos el rostro del Creador! ¡Gracias, Padre, por la vida, por poner en mi Tu Luz! ¡Gracias, Padre, porque me has dado el don de la vida para ver lo exterior y vislumbrar mi interior! ¡Gracias, Padre, porque cada día puede contemplar las maravillas y los sonidos de Tu Creación y porque me permites escuchar tus susurros en todo aquello que habla de Ti! ¡Gracias, Señor, por tu gran amor y tu infinita misericordia!
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