sábado, 14 de abril de 2018

Dom 15 Abr Homilía III Domingo de Pascua - Ciclo B

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Introducción

El impacto de Jesús resucitado en la vida de sus discípulos fue y es enorme. Su mensaje, su vida, muerte y resurrección son buena noticia. Cuando las comunidades se encuentran con la Palabra del evangelio, nacen y crecen en la fe, están introduciendo allí la felicidad y haciendo realidad el sueño de Dios.

También hoy necesitamos el encuentro personal con Jesús resucitado, una fe personalizada, poniendo nuestro corazón a su lado y fiándonos de él, dejando a un lado la pura religiosidad. Él nos regala interiormente su paz, su alegría, pues “por fuera” no hay pruebas su resurrección. Cuando nos acompaña su Palabra nuestro encuentro con los demás es constructor de acogida, fraternidad, solidaridad y perdón. Esto ni se improvisa ni se puede prestar, todo lo más, y es bueno, se puede compartir. No nos acercaremos a Jesús por mucho que nos digan, sino lo vivimos como algo nuestro. Ser cristiano no es vivir buscando espontáneamente una respuesta a las necesidades religiosas, como adeptos a una institución cumpliendo más o menos lo establecido, sino ser discípulos y seguidores de Jesús, que nos identificamos con su proyecto del reino. Ni es vivir la fe estructurada desde lo doctrinal, moral y sacramental, (fe de segunda mano) sino desde el encuentro personal con él. Necesitamos el encuentro con Jesús para purificar la fe cerrada, acabada, fanática; la fe infantil porque así se nos ha enseñado y basta; la fe que está de vuelta, pues ya nada tiene sentido, ni hay nada qué esperar; la fe vivida como una propiedad que tengo para siempre sin posibilidades ni de desarrollar, ni de cambiar.



Fr. Pedro Juan Alonso O.P.

Convento del Santísimo Rosario (Madrid)



“ Paz a vosotros ”

Evangelio de hoy y lecturas
Primera lectura
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 3, 12-15. 17-19
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
–Israelitas, ¿de qué os admiráis?, ¿por qué nos miráis como si hubiésemos hecho andar a éste por nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Rechazasteis al santo, al justo y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos.
Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas: que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.

Salmo

Sal. 4,2. 4. 7. 9 R: Haz brillar sobre nosotros el resplandor de tu rostro.
Escúchame cuando te invoco, 
Dios, defensor mío, 
tú que en el aprieto me diste anchura, 
ten piedad de mi y escucha mi oración.

Sabedlo: El Señor hizo milagros en mi favor, 

y el Señor me escuchará cuando lo invoque.

Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,

si la luz de tu rostro ha huido de nosotros ?

En paz me acuesto y en seguida me duermo, 

porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del Apóstol San Juan 2, 1-5a
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo contaban los discípulos lo que les había acontecido en el camino y cómo reconocieron a Jesús en el partir el pan.
Mientras hablaban, se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo:
–Paz a vosotros.
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:
–¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
–¿Tenéis ahí algo que comer?
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:
–Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mi, tenía que cumplirse.
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
–Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.

Comentario bíblico 

de Fray Miguel de Burgos Núñez - Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

También puede ver el comentario de: 


1ª Lectura: Hechos (3,13-19): Anunciar que el crucificado vive, ¡sin miedo!

I.1. La primera lectura de hoy es el segundo discurso de Pedro en los Hechos de los Apóstoles, el segundo discurso kerigmático, después del de Pentecostés, porque «proclama» con claridad la fuerza del mensaje pascual: la muerte y resurrección de Jesús. La ocasión es la curación extraordinaria de un cojo, alguien que está impedido de andar, como si el evangelista Lucas, que tanto interés ha puesto en el camino, en el seguimiento, quisiera decirnos que la resurrección de Jesús hace posible que todas las imposibilidades (físicas, psíquicas y morales), no fueran impedimento alguno para seguir el camino nuevo que se estrena especialmente por la resurrección de Jesús.

I.2. Pedro, pues, el primero de los apóstoles, es el encargado de este tipo de discursos oficiales en Jerusalén para ir dejando constancia que ahora yo no tendrán miedo para seguir a Jesús, el crucificado, ni ante las autoridades judías, ni ante las autoridades romanas. Al contrario, deben anunciarlo ante el pueblo, para poner de manifiesto que ellos están por este crucificado que es capaz de dar un sentido nuevo a su existencia. Es un discurso en el que se pone de manifiesto que el Dios de los «padres», el Dios de la Alianza, el Dios de Israel, es el que hace eso, no otro dios cualquiera. Que si quieren ser fieles a las promesas de Dios, el único camino es el de Jesús muerto y resucitado.


2ª Lectura: 1Juan (2,1-5): La muerte redentora frente al mundo

II.1. La segunda lectura, al igual que el domingo pasado, insiste en los mandamientos de Jesús para vencer al pecado. La comunidad joánica se enfrenta con el “pecado del mundo”, le abruma, y el autor pone ante sus ojos la muerte redentora de Jesús como posibilidad excepcional de la victoria sobre el mismo.

II.2. Es verdad que no debemos entender la expiación de Jesús en un sentido jurídico, como una necesidad metafísica para que Dios se sienta satisfecho, ya que Dios no necesita la muerte de su Hijo. Pero su muerte es un sacrificio por nosotros, porque en ella está la fuerza que vence al mundo y el pecado del mundo, el pecado en el que se estructura la historia de la humanidad y que los cristianos deben vencer desde la fuerza de la muerte redentora de Jesús.


Evangelio: Lucas (24,35-48): Una nueva experiencia con el Resucitado

III.1. La lectura del texto lucano quiere enlazar, a su manera, con el del domingo pasado (el evangelio de Tomás), ya que todo el capítulo lucano es una pedagogía de las experiencias decisivas de la presencia del Viviente, Jesús el crucificado, en la comunidad. El que se mencione en esta escena el reconocimiento que hicieron los discípulos de Emaús al partir el pan, viene a ser una introducción sugerente para dar a entender que el resucitado se «presenta» en momentos determinados entre los suyos con una fuerza irresistible. El relato de hoy es difícil, porque en él se trabaja con elementos dialécticos: Jesús no es un fantasma, enseña sus heridas, come con ellos... pero no se puede tocar como una imagen; pasa a través de las puertas cerradas. Hay una apologética de la resurrección de Jesús: el resucitado es la misma persona, pero no tiene la misma “corporeidad”. La resurrección no es una “idea” o un invento de los suyos.

III.2. Esta forma semiótica, simbólica, de presentar las cosas, pretende afirmar una realidad profunda: el Señor está vivo; las experiencias que tiene con los discípulos (aunque exageradas por la polémica apologética de que los cristianos habían inventado todo esto) les fascina, pero no para concebirlas en términos de fantasía sobre la resurrección, sino para convencerles que ahora les toca a ellos proseguir su causa, anunciar la salvación y el perdón de los pecados. Creer en la resurrección de Jesús sin estas consecuencias sería como creer en cosas de espíritus. Pero no se trata de eso, sino de creer en la realidad profunda de que el crucificado está vivo, y ahora les envía a salvar a todos los hombres.


III.3. No podemos olvidar que las apariciones pertenecen al mundo de lo divino, no al de las realidades terrestres. Por lo mismo, la presentación de un relato tan “empirista” como este de Lucas requiere una verdadera interpretación. Lo divino, es verdad, puede acomodarse a las exigencias de la “corporeidad” histórica, y así lo experimentan los discípulos. Pero eso no significa que, de nuevo, el resucitado da un salto a esta vida o a esta historia. Si fuera así no podíamos estar hablando de “resurrección”, porque eso sería como traspasar los límites de la “carne y de la sangre”, que no pueden heredar el reino de Dios (cf 1Cor 15,50). Los hombres podemos aplicarle a lo divino nuestras preconcepciones antropológicas. Está claro que tuvieron experiencias reales, pero el resucitado no ha vuelto a la corporeidad de esta vida para ser visto por los suyos. El texto tiene mucho cuidado de decir que Jesús es el mismo, pero su vida tiene otra corporeidad; no la de un fantasma, sino la de quien está por encima de la “carne y la sangre”.


III.4. Hoy está planteado en el evangelio la realidad y el sentido de las apariciones del resucitado y debemos ser valientes para “predicar y proclamar” que las apariciones de Jesús a los suyos no pueden ser entendidas como una vuelta a esta vida para que los suyos lo reconocieran. Se hizo presente de otra manera y ellos lo experimentaron tal como eran ellos y tal como sentían. Esto es lo que pasa en estas experiencias extraordinarias en las que Dios interviene. Jesús no podía comer, porque un resucitado, si pudiera comer, no habría resucitado verdaderamente. Las comidas de las que se quiere hablar en nuestro texto hacen referencia a las comidas eucarísticas en las que recordando lo que Jesús había hecho con ellos, ahora notan su presencia nueva. En definitiva: la “corporeidad” de las apariciones de Jesús a sus discípulos no es material o física, sino que reclama una realidad nueva como expresión de la persona que tiene una vida nueva y que se relaciona, también, de forma nueva con los suyos. Esta capacidad nueva de relación de Jesús con los suyos y de éstos con el resucitado es lo que merece la pena por encima de cualquier otra cosa.



Fray Miguel de Burgos Núñez

Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

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