sábado, 31 de marzo de 2018

Los iconos de la Piedad y “No llores por mí, Madre”: una galería para la meditación MAGDALENA GALEK |

PIETA

Bellas y dolorosas imágenes de la Virgen María sosteniendo a su hijo muerto en brazos

Cariñosa, apacible y misericordiosa, a veces abatida por el dolor y el sufrimiento. Así es como María aparece en las pinturas que representan a la Piedad, la figura de la Madre sosteniendo el cuerpo de Jesús entre sus brazos, tras haber estado en la cruz.
Las esculturas son las obras de arte más populares de este tipo: todo el mundo conoce la mundialmente famosa Piedad de Miguel Ángel en mármol blanco que se encuentra en el Vaticano.
El sufrimiento de la Madre de Dios y la relación con su hijo ha sido un tema tratado con bastante frecuencia en las pinturas occidentales y orientales.
Aleteia muestra algunas pinturas e iconos que pueden motivarte a contemplar los acontecimientos fundamentales de la Pasión de Cristo.
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Una pintura de Annibale Carracci, pintor italiano del Barroco temprano. A pesar del drama de la escena, que muestra una madre agonizante con su hijo muerto en las rodillas, la obra transmite paz y tranquilidad. Los ángeles que acompañan a María están pintados en tonalidades más cálidas, como si proviniesen de un mundo diferente. Si se contemplan las figuras principales, se pueden apreciar en la parte derecha una espina y varios clavos. Se representan de forma tan realista que uno siente escalofríos si piensa en el dolor que le causaron al cuerpo de Cristo. [de la colección del Museo de Historia del Arte en Viena)
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Otra Piedad de Carracci. Pintada en 1606, representa a María y a otras tres mujeres. Seguramente, se trata de una discípula de Jesús, María Magdalena (la figura principal con una túnica amarilla), la madre de Santiago y José (que en la Biblia se denomina la madre de los hijos de Zebedeo) y Salomé, que sostiene a María. [de la colección de la Galería Nacional de Londres]
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La última pintura de este maestro Italiano data del periodo 1599-1600 y evoca a la Piedad de Miguel Ángel debido a la composición piramidal de las figuras. El cuerpo sin vida de Jesús aparece en gran detalle gráfico y el azulado de sus manos es realmente espeluznante. La expresión de María es triste y el gesto de sus manos indica fragilidad e impotencia. [Museo Capodimonte en Nápoles]
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La Piedad de Charles Le Brun fue pintada en los años 1643-1645. El aire de tristeza en la escena no proviene en tanta medida de las emociones que muestra María en su rostro, puesto que aquí aparece preocupada por envolver el cuerpo de Jesús en una mortaja, y parece ausente. El peso de la desesperación de la Virgen María se destaca por las tonalidades oscuras que rodean las figuras y las nubes negras en el cielo. Se puede apreciar la palabra ‘ΙΗΣΟΥΖΟ’, que significa Jesús, en el manuscrito misterioso que se encuentra debajo de la corona de espinas. Puede que este rollo sea la sentencia de muerte que se pronunció contra Jesús. [Museo del Louvre]
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Aquí otra Piedad llena de drama y serenidad al mismo tiempo. El ángel casi imperceptible que aparece en el fondo a la izquierda se seca las lágrimas. María sostiene el cuerpo de Jesús y mira hacia el cielo, como si quisiera devolverle a Dios el preciado cuerpo. Sus ojos se muestran tristes pero el resto del rostro rezuma confianza. El italiano Daniele Crespi pintó este cuadro en 1626 [Museo del Prado]
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El estilo expresivo del artista español El Greco enfatiza la tragedia de la escena. El cuerpo de Jesús se representa en tonos verdes y azules, un indicador inequívoco de la muerte. La túnica azul marino de María parece enmarcar el cadáver y se homogeneizan en términos de color. Se distinguen de la figura verde amarillenta de Juan o de la de María Magdalena, iluminada también con amarillo. Esta coherencia en el color acentúa la relación entre Madre e Hijo. El Greco pintó esta obra entre 1578 y 1585. [colección de Stavros Niarchos, París]
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La pintura representa un encuentro entre los dos mundos: el cielo y la tierra. Dos ángeles están presentes ante el cuerpo de Jesús. Uno de ellos llora por él mientras que el otro adopta una pose de oración. El hombre que parece estar hablando con uno de los ángeles y que señala a Jesús puede ser San Juan. María, afligida, eleva los brazos y mira hacia el cielo, buscando consuelo en Dios. Las marcas de la Pasión del Señor son excepcionalmente realistas. No solo se pueden apreciar las heridas de los clavos en su cuerpo, sino también los cardenales en las rodillas como recuerdo de la caída de Jesús bajo la cruz. Anton van Dyck pintó esta obra en 1635 [Museo Real de Bellas Artes de Amberes]
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Esta obra tan austera del siglo XVI de Luis de Morales parece representar el silencio. Tras las escenas de una multitud escandalosa condenando a muerte a Jesús, la flagelación y la crucifixión, somos testigos de una escena serena: las manos delicadas de la Virgen María mientras sostiene el cuerpo de Jesús; su cara, que parece brindar consuelo por el hijo fallecido. María parece estar diciendo “Ya se acabó. Tu sufrimiento ha terminado”. [Real Academia de Bellas Artes de San Fernando]
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Otra obra del mismo autor, del periodo 1553 – 1554. Muestra el sufrimiento de María de una forma similar, algo sombría. El pintor español, al aplicar la técnica del esfumado que utilizaba Leonardo da Vinci (que consistía en una transición delicada de las tonalidades más oscuras a las más claras), hizo que la escena fuese muy sutil. [Capilla del Sagrario, Catedral de Badajoz]
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La escena de Lamentación sobre Cristo muerto se combina con la Deposición de la cruz. Autor: Antonio da Correggio, ca. 1522 [Galería Nacional de Parma]
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María, en lugar de mirar al cielo, nos mira a nosotros. Abraza a Jesús, como si no quisiera darle sepultura. Su túnica negra indica luto y podemos ver lágrimas en sus ojos. La corona de espinas que yace en una piedra está cubierta por una bandeja con pan y una jarra, que seguramente esté llena de vino. Este es el símbolo del sacrificio de Cristo, que se representará en cada sacramento de la Eucaristía. María no está sola, sino rodeada de ángeles. William-Adolphe Bouguereau, 1876. [colección privada]
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“No llores por mí, Madre” es el equivalente de la Piedad en iconografía. Representa a un Cristo desnudo, que se ha depositado parcialmente en la tumba. Sus ojos están cerrados, la cabeza ladeada y las manos heridas están colocadas en señal de la cruz. La Virgen María lo sujeta y abraza con ternura. Es un icono anónimo de finales del siglo XVII o principios del XVIII. [Museo de Ekaterimburgo]
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El nombre del icono deriva de la novena canción del canon del Sábado Santo: “No llores por mí, madre, que observas en el sepulcro a tu Hijo, a quien has concebido sin la semilla en el fruto de tu vientre. Resucitaré y entonarán mis alabanzas, y en esta magnificencia sin fin, Yo, como Dios, elevaré a todos los que canten tu gloria en la Fe y el Amor”. Icono anónimo
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Una versión del icono “No llores por mí, Madre”. La Madre de Dios está sola, pero sus manos indican que ha sostenido a Cristo momentos antes. Su figura entera, su dolor y añoranza se dirigen hacia Él.
Dominio público
Este artículo fue publicado originalmente en la edición polaca de Aleteia y ha sido traducido y adaptado para los lectores de Aleteia en español.

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