martes, 27 de junio de 2023

El Reino de los cielos

 


Pequeña sembradora



El Reino de los cielos

“El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras la gente dormía, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga, apareció también la cizaña” (Mt. 13, 24-26)

El mundo es el campo donde el Señor siembra continuamente la semilla de su gracia: simiente divina que al arraigar en las almas produce frutos de santidad. ¡Con cuánto amor nos da Jesucristo su gracia! Para Él, cada hombre es único, y para redimirlo no vaciló en asumir nuestra naturaleza humana. Nos preparó como tierra buena y nos dejó su doctrina salvadora. Pero he aquí que también, en el mismo campo de nuestro corazón aparece una hierba no buena: la cizaña.

La cizaña
La cizaña es una planta que se da generalmente en medio de los cereales y crece al mismo tiempo que éstos. Es tan parecida al trigo que antes de que se forme la espiga es muy difícil al ojo experto del labrador distinguirla de él. Más tarde se diferencia por su espiga más delgada y su fruto menudo; se distingue sobre todo porque la cizaña no sólo es estéril sino que además, mezclada con harina buena, contamina el pan y es perjudicial para el hombre. Las plagas de cizaña eran muy temidas por los campesinos, pues podían llegar a perder toda una cosecha.

Los Santos Padres han visto en la cizaña una imagen de la mala doctrina, del error, que, sobre todo al principio, se puede confundir con la verdad misma, “porque es propio del demonio mezclar el error con la verdad” y difícilmente se distinguen; pero, después, el error siempre produce consecuencias catastróficas en el pueblo de Dios.

Estar vigilantes
En la actualidad podemos decir sin temor a equívoco, que muchos cristianos se han dormido y han permitido que el enemigo sembrara la mala semilla en la más completa impunidad. Han surgido errores sobre casi todas las verdades de la Fe y de la moral. ¡Cómo hemos de estar vigilantes, con nosotros y con quienes de alguna manera dependen de nosotros, con aquellas publicaciones, programas de televisión, Redes Sociales, lecturas, etc., que son una verdadera siembra de error y de mala doctrina! Es necesario vigilar para poder ser fieles a las exigencias de la vocación cristiana, para no dar cabida al error, que pronto lleva a la esterilidad y al alejamiento de Dios. Vigilancia sobre nuestro corazón, sin falsas excusas de edad o experiencia, y sobre aquellas personas que Dios nos ha encomendado.

El enemigo no descansa
Muchos estragos han producido el error y la ignorancia. ¡A cuántos vemos nosotros que andan metidos en la tristeza, en el pecado, en la desorientación más grande, por falta de la verdad de Dios! Muchas personas se dejan arrastrar por las modas y por las ideas impuestas por unos pocos que están en lugares de gran influencia, o se ven deslumbrados por falsos razonamientos, con complicidad casi siempre de las malas pasiones. El enemigo de las almas sigue utilizando todos los medios humanos posibles. Así vemos cómo se desfiguran las noticias, cómo se silencian otras, cómo se propagan ideas demoledoras sobre el matrimonio a través de programas visuales de gran alcance, o tratan de ridiculizar el altísimo valor de la castidad y del celibato, se propugna el aborto o la eutanasia, o se siembra la desconfianza en los sacramentos y se da una idea pagana de la vida, como si Cristo no hubiera venido a redimirnos y a recordarnos que nos espera el Cielo. Y esto con constancia y empeño increíbles. ¿Por qué? Porque el enemigo no descansa.

Sembremos buena semilla
A la historia se le puede imprimir un rumbo distinto porque no está predeterminada al mal y Dios nos ha dado la libertad para que sepamos conducirla a Él. Ésta es tarea de todos: a cada cristiano, esté donde esté, le atañe la misión de sacar a los hombres de su ignorancia y de sus errores y sembrar esperanza. Todos podemos y debemos sembrar buena semilla con simpatía, con amabilidad, con oportunidad, en la propia familia, entre los amigos, entre los compañeros de trabajo o de estudios, en el ámbito donde nos movamos: mostrando con valentía la belleza de la verdad; desenmascarando el error; facilitando a otros los medios de formación oportunos; animando a los demás con el propio ejemplo a que se comporten como buenos cristianos. Muchos se sentirán fortalecidos por nuestra conducta serena y firme, y podrán hacer frente a esa avalancha de mala doctrina que vemos a nuestro alrededor; ellos mismos se convertirán en focos de luz para otros que andan en la oscuridad. Así servimos a Cristo; somos Su voz en el mundo.

Pequeña sembradora
Ejemplo de sembradora de la buena semilla es la pequeña Santa Jacinta Marto, que aprendió en la escuela del Inmaculado Corazón de María.

Hablando sobre las virtudes cristianas decía en sus últimos días, según relata la Hermana María Purificación Godinho: “Sea amiga de la santa pobreza y del silencio”; “No hable mal de nadie y huya de quien hable mal”; “Tenga mucha paciencia, porque la paciencia nos lleva al cielo”; “La mortificación y los sacrificios agradan mucho a nuestro Señor”; “Si los hombres supiesen lo que es la eternidad harían todo para cambiar de vida”; Los hombres se pierden porque no piensan en la muerte de Nuestro Señor ni hacen penitencia.”

Fuente ad Sensum:

Hablar con Dios de Francisco Fernández Carvajal.




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