María junto a Jesús crucificado.
“Por un misterioso designio de la Providencia,
Tu quisiste que, junto a la cruz de tu Hijo,
se mantuviese su Madre, sostenida por la fe...
la madre de Jesús brilla como la Nueva Eva:
la primera mujer contribuyó
a dar la muerte;
otra mujer contribuyó a dar la vida.
Junto a la Cruz, recibe con corazón maternal
a tus hijos dispersos,
que la muerte de Cristo reunió.
Junto a la Cruz,
la Iglesia contempla la fe
sin desfallecimiento de María
para guardar intacta la fe
que entregó a su Esposo
sin dejarse asustar por la amenazas
ni quebrar por las persecuciones.
Ella, que había parido sin dolor
conoció las más vivos sufrimientos
para nuestro nuevo nacimiento.
En sus hijos, está el Hijo que ama.
Tú diste a la Virgen María,
pura de todo pecado
un corazón lleno de piedad por los pecadores;
pensando en su amor maternal,
acuden a ella para implorar tu perdón;
contemplando su pureza,
se apartan de la fealdad del pecado”.
El corazón de María nos facilita, inefablemente, la conversión.
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