TRAVESÍA DEL MAR DE GALILEA
Señor:
No quiero provocar el sentimiento,
al tiempo de embarcar en Galilea,
Y más allá de la emoción interna,
lo cierto es el eco de tu presencia.
Sé que Tú me habitas y acompañas.
No es imprescindible la brisa, al alba,
Mas reconozco que al cruzar las aguas
Resplandece el brillo de tu mirada.
Sé que es bueno grabar en la memoria
el instante de luz consoladora,
para recordar en las horas recias
El tránsito veloz de la tormenta.
Son verdad la noche, la quiebra, el miedo;
Son verdad la duda, y el desespero,
Pero aquí, sobre el Mar de Galilea,
También es verdad la presencia amiga.
En tu mano tendida, salvadora,
Se supera el riesgo de hundimiento,
de perecer en la sospecha amarga
Al sentir el abismo en las pisadas.
Te pido que la fe me avise siempre,
Y me permita al menos la esperanza
De no hundirme en la noche oscura,
Por esperar la luz de la mañana.
Y el Lago se hizo luz, mesa, palabra;
Llamada, amistad, vocación, tarea;
Confesión de amor, experiencia;
Oración, brisa, rumor, y espejo.
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